MARTES Ť 6 Ť MARZO Ť 2001
Ť Podría disolverse la Duma si prospera la iniciativa del Partido Comunista
La coalición oficialista Unidad, partidaria de someter al gobierno ruso a un "voto de censura"
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 5 de marzo. En un aparente contrasentido, la coalición oficialista Unidad (Edintsvo, en ruso), que se ha distinguido por ser incondicional defensora de la política económica del primer ministro Mijail Kasianov en la Cámara baja del Parlamento, se inclinó este lunes por apoyar la iniciativa del Partido Comunista (PC) de someter a un voto de censura al gobierno.
Por voz de Franz Klintsevich, el segundo de a bordo en su fracción parlamentaria, Unidad reiteró no tener ningún desacuerdo con las decisiones del gabinete de Kasianov y considera que de ese poco ortodoxo modo podría forzar la disolución de la Duma y la convocatoria de elecciones anticipadas, en las cuales espera obtener "entre 35 y 40 por ciento del voto".
Según los optimistas cálculos de Klintsevich, de haber nuevos comicios en septiembre próximo, el PC recibiría menos apoyo en las urnas que en 1999 y se tendría una composición de la Duma aún más sintonizada con el Kremlin y, por extensión, con el gobierno.
El líder de los comunistas rusos, Gennadi Ziuganov, respondió que no teme ese hipotético escenario y que su partido está dispuesto a asumir cualquier riesgo hasta el final, por lo cual no piensa retirar su iniciativa de voto de censura.
El consejo de la Duma decidirá este martes la fecha en que será debatida la moción contra el gobierno, tentativamente el próximo14 de marzo, toda vez que los comunistas reunieron el mínimo indispensable de firmas para incluir el punto en agenda.
Al mismo tiempo, el PC y sus aliados, 86 diputados más 41, no lograrían sacar adelante el voto de censura sin el respaldo de la bancada de Unidad, que cuenta con 84 escaños, más una parte importante de los 62 miembros de sus fracciones afines. Se requieren 226 votos de un total de 445 (con cinco curules vacantes) y los restantes diputados de los otros grupos, con diferentes argumentos, han preferido apostar por la continuidad del gabinete.
Y aquí es donde entra en juego Unidad, que basa su maniobra en que, si la moción prospera, el presidente Vladimir Putin ratificará al gobierno y disolverá la Duma. Para que se llegara a este extremo, desde luego, sería necesaria una segunda votación desfavorable al gobierno, en el plazo de tres meses que otorga la ley.
Una situacion poco entendible
Resulta difícil de creer que el Kremlin pudiera estar interesado en desestabilizar la situación, el principal logro de Putin frente a los últimos años de gestión de Boris Yeltsin, al propiciar a través de sus personeros en la Cámara la disolución de una Duma que, en comparación con las anteriores, ha apoyado prácticamente todas sus iniciativas, incluso en ocasiones a regañadientes por parte de los comunistas.
Tampoco sería indispensable llevar las cosas a un punto de ruptura sólo para poner en evidencia al PC, en el supuesto de que diera marcha atrás de llegarse a una segunda votación decisoria.
Para hacer cambios en el gabinete, por otro lado ya anticipados desde hace tiempo para este mes de marzo por el propio primer ministro Kasianov en cuanto a estructura e integrantes, Putin no requiere que sea iniciativa de la Duma, y menos producto de un voto de censura contra el gobierno formado por él.
El esquema descrito por Klintsevich es demasiado primitivo para ser cierto y no está exento de contratiempos, pues a priori sería temerario hablar de una derrota inevitable y demoledora del PC en las urnas.
Ahora bien, si la intención de Unidad de forzar la disolución de la Duma va en
serio, sólo podría obedecer a los intereses de los potentados que siguen beneficiándose de su cercanía con el Kremlin, aunque lleven otros nombres y apellidos.
Contra lo que muchos creen, dentro y fuera de Rusia, el fenómeno de los llamados oligarcas no se acabó así de pronto, por más persecución en España de Vladimir Gusinski y exilio dorado de Boris Berezovsky. Se observa, más bien, un repliegue táctico de algunos personajes en términos de protagonismo, sin que se haya afectado su poderío económico.
Conviene recordar cuál fue la razón que llevó al PC a plantear el voto de censura al gabinete, la primera discrepancia de fondo de la oposición con Putin desde que despacha en el Kremlin. El problema es mucho más serio que un simple desacuerdo con el proyecto de ajuste presupuestario presentado por el Ejecutivo, a sólo mes y medio de iniciado el presente ejercicio.
La necesidad de revisar el presupuesto fue manejada por Kasianov como única posibilidad de no suspender el pago de la deuda externa. Para ello, propuso aprobar un importante paquete de privatizaciones, que fue tajantemente rechazado por el PC. El gobierno tuvo que aceptar otro tipo de soluciones, como replantear la asignación de los fabulosos ingresos que sigue representando el petróleo.
Los nuevos oligarcas, y también algunos de los antiguos, se quedaron sin ese anhelado cacho del pastel y podrían ser los verdaderos promotores de que se llegue al extremo de disolver la Duma. Y no porque estén seguros de que su dinero es garantía de una derrota comunista y de una cámara baja más dócil, sino porque es la mejor forma de despejar el camino para apropiarse de parte de los grandes monopolios del Estado aún no tocados por el peculiar método de redistribución de la riqueza nacional, implantado en los tiempos de Yeltsin.
Al calor de una nueva campaña electoral, esto es, sin contrapeso ninguno en el Legislativo, mientras se integra una nueva Duma, los grupos de poder cercanos al Kremlin, a golpe de decreto y licitaciones amañadas, podrían repartirse el control del monopolio del gas, Gazprom, RAO EES (el gigante de la electricidad), el imperio de las vías ferroviarias y la industria de la energía atómica, entre otros.
Sería lamentable que esto fuera lo que hay detrás del anuncio de Unidad puesto en labios de Klintsevich, con el consentimiento de Putin o incluso contra su voluntad. Para el bien de Rusia, sería preferible que no pasara de una simple bravata.