martes Ť 6 Ť marzo Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
El fundamentalismo fácil
Ya se convirtió en un ritual que a los foros económicos donde se congregan líderes políticos y económicos, que comparten una visión globalizadora del desarrollo, lleguen a protestar líderes y organizaciones que están en contra de ese mundo globalizado. A los primeros se les llama globalifílicos y a los segundos, globalifóbicos. Se ha construido un territorio de filias y fobias, de fundamentos, que polarizan las visiones e impiden cualquier debate. Hoy resulta muy cómodo ubicarse en cada una de las dos partes, lo complicado, el reto, es buscar diálogos, puentes de entendimiento, posiciones analíticas que rompan los adjetivos y las clasificaciones que denigran al contrario.
El Foro Económico Mundial (WEF en inglés), que se realizó los días 26 y 27 de febrero en la ciudad de Cancún, expresó el mismo problema que antes hubo en Davos, Seattle o en Praga: una polarización.
El paradigma de la globalización está amenazado por la pobreza creciente en los países subdesarrollados. Desde hace años la preocupación de los organismos financieros internacionales es qué hacer con la pobreza. De igual forma los gobiernos de todo signo, desde tecnócratas hasta populistas, buscan fórmulas de combate a la pobreza.
Los organizadores del WEF están preocupados por esta polarización y en México invitaron a un grupo de organizaciones sociales, con lo cual se pudo dar inicio a un diálogo. También hubo un encuentro entre los integrantes del foro oficial y el foro paralelo, y el resultado fue un logro sencillo, un acuerdo mínimo para buscar puentes de diálogo. En la reunión de Cancún hubo de todo, desde planteamientos novedosos, frescos, que miran más allá del mercado, hasta los que repitieron los mismos presupuestos de adhesión al mercado de forma absoluta. Desafortunadamente, después de haber terminado el WEF se produjo la represión en contra de los llamados globalifóbicos y la opinión pública se concentró en la lamentable noticia. De esta forma, la policía municipal y sus fobias le dieron al incipiente espíritu de diálogo de Cancún un final de garrotazos.
En el WEF de Cancún se expuso una amplia agenda de desarrollo económico. Una buena parte de las presentaciones sobre la economía mexicana coincidieron en presentar como un éxito el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLC), y de igual manera se mostraron muy optimistas por el tratado con la Unión Europea. Sin embargo, al final de las presentaciones invariablemente emergía la preocupación por los sectores excluidos en condiciones de pobreza creciente.
El gobierno foxista, en voz del secretario de Economía, presentó lo que sería el TLC "plus" de los próximos años, al cual se le añade la preocupación por un beneficio más incluyente y una mejor redistribución del ingreso entre los grupos más vulnerables; las medidas serán capacitación para mejorar salarios, apoyos a pequeña y mediana empresas, alianzas estratégicas entre los tres países en este tipo de empresas; en síntesis, se trata de mirar hacia lo microeconómico. En lo que se refiere a las reformas de la agenda foxista, el secretario de Hacienda anotó en el menú: la hacendaria, la de electricidad, las telecomunicaciones y la del gas. En la parte que tocó a la reforma fiscal se escucharon otras voces, las que ven hacia la necesidad de regular el desarrollo y generar responsabilidad social de las empresas y de los capitales para equilibrar un desarrollo cada vez más polarizado.
Las organizaciones sociales que fueron al WEF se pronunciaron por mantener la inclusión para que la plataforma que constituye este foro pueda volverse plural. El presidente Fox cerró la reunión con una invitación a tender puentes entre el mundo global y el mundo regional, a "democratizar el mercado". El reto es "globalizar el bienestar". Sin embargo, hasta el momento se puede ver que las ideas de "cerrar brechas" son discursos y propuestas, frases y buenos deseos, porque la política económica gruesa no se ha movido.
José Saramago, en la presentación de su libro, La caverna, que se llevó a cabo en el Zócalo de la ciudad de México, expresó uno de los límites de la democracia liberal frente al sistema económico neoliberal de la globalización de la siguiente forma: "Cuando votamos sabemos que podemos quitar un gobierno y poner otro, pero que yo sepa, las multinacionales no se presentan, y no se han presentado nunca, a las elecciones de un país" (La Jornada, 2/3/01). La paradoja que se necesita asumir es que la democracia con todo y sus limitaciones y crisis, es hoy el método para buscar esos puentes y construir acuerdos. La vía que puede ayudar a derribar los fundamentalismos, a favor y en contra del mercado y la globalización, se llama democracia, con todas sus libertades y derechos ciudadanos.