Lunes en la Ciencia, 5 de marzo del 2001
Las leyes de la naturaleza propician en ocasiones que la disputa de comida degenere en crímenes Asesinatos entre aves Juan Meraz En estos tiempos en que la Iglesia parece tener un papel preponderante en el desarrollo de un país como el nuestro, al grado de que la opinión de los líderes espirituales tiene una poderosa resonancia en la sociedad, se hace indispensable hacer un alto y pensar en las implicaciones que ello pudiera tener.
En aras de defender el citado derecho a la vida, recuerdo haber visto en televisión a un sacerdote católico criticar el aborto con argumentos zoológicos (que no zoo-lógicos). Su argumentación se centraba en el hecho de que, según él, no existe ser en la naturaleza (creada por Dios) un animal que mate a sus familiares. El citado sacerdote explicaba al auditorio que la vida de los animales se basaba en la armonía y el respeto mutuo, algo parecido a las películas de Walt Disney, donde el malo presenta el estereotipo obvio. En todo caso, la crueldad se debe a la lucha entre animales que no guardan parentesco entre sí. Independientemente de la posición que se tenga sobre el aborto, para los biólogos (aunque no para todos) los conflictos en la naturaleza se pueden presentar independientemente de la relación familiar. Los especialistas reconocen como me- canismos para reducir el tamaño de una nidada al infanticidio, al suicidio y al fratricidio (o siblicidio). Este último mecanismo, en el que los hermanos se dan muerte entre sí a fin de obtener todos los cuidados parentales, se puede dar incluso bajo la condescendencia de los padres. En teoría, cuando la mortandad por inanición se incrementa, la selección favorece la reducción de la nidada, primeramente por siblicidio. Si bien es cierto que no siempre la agresión entre hermanos llega al extremo de la muerte, como en los siblicidas facultativos, existen especies donde la muerte es el único fin posible (siblicidas obligados). La explicación de este fenómeno resulta simple: si una pareja de padres tiene dos hijos, y sólo es capaz de alimentar a uno, debe favorecer la eliminación del otro (por alejado que parezca a las leyes de Dios). Para este caso en particular, deben ser los propios hermanos quienes compitan en el nido por sobrevivir. En las aves es común que los huevos eclosionen a intervalos de tiempo, lo que hace que hayan pollos de diferentes edades y tamaños. Esta diferencia en talla y peso favorece que los más grandes picoteen y lastimen a los pequeños, quienes adoptarán una actitud sumisa subordinada. Si bien es cierto que la agresión puede llegar a lastimar seriamente al hermano pequeño, la muerte le llegará por falta de alimento (que es finalmente el recurso en disputa), más que por efecto de las lesiones. En situaciones extraordinarias, por el contrario, el hermano menor podrá invertir la dominancia, relegando al mayor y ganándole en la disputa por el cuidado paterno. Estas situaciones podrán presentarse en caso de malformación o enfermedad del primogénito.
Sobre este tema se han escrito miles de hojas en libros y artículos especializados. Los expertos tratan de entender las condiciones y las variables bajo las cuales el siblicidio se presenta. Muchas son las preguntas que quedan por responder a este respecto. Sin embargo, ante la percepción del ciudadano común, este tipo de sucesos no tienen cabida en un mundo creado por Dios. Resulta pues que, no sólo la religión descarta la posibilidad de que fenómenos de este tipo existan, sino que incluso la armonía natural se pone de modelo a seguir en la vida de la sociedad humana. Este hecho causa preocupación, desde la perspectiva de que la opinión de los jerarcas católicos ha tomado relevante importancia, toda vez que la ciencia ha sido literalmente abandonada en nuestro país. Ahora habrán de decirnos que la muerte entre hermanos, en aves, es un fenómeno que se debe al hecho de que Dios así lo dispuso. El autor es profesor-investigador del Instituto de Recursos de la Universidad del Mar y director de la revista Ciencia y Mar |