Lunes en la Ciencia, 5 de marzo del 2001
La distinción Harrell L. Strimple 1999 fue concedida a la familia Aranguti Cantera Tlayúa, maravilla paleontológica Jerjes Pantoja Alor
La historia de la barranca de Tlayúa se inicia en el año de 1959, cuando don Miguel Aranguti, con el apoyo de sus hijos Félix, Faustino, Sebastián, Ranulfo y Benjamín, decidió explotar una cantera de lajas rojizas expuestas en el arroyo de Tlayúa, inmediatamente al noreste de Tepexi de Rodríguez, estado de Puebla. En ese entonces, don Miguel no sabía que estaba contribuyendo en uno de los mayores descubrimientos paleontológicos de Norteamérica. Con el desarrollo de sus trabajos, los Aranguti observaron que algunas lajas contenían "mojarras petrificadas", las cuales fueron posteriormente obsequiadas a coleccionistas o a personas interesadas en su estudio. La primera noticia de una cantera de la que se obtenían peces fósiles fue publicada por Harry Möller, en 1980. Con esta información, los paleontólogos del Instituto de Geología de la UNAM visitaron la localidad y se interesaron en la abundante fauna ahí encontrada. A partir de ese momento han aparecido numerosas publicaciones en la literatura geológica sobre la paleobiota de esa cantera y de los alrededores de Tepexi de Rodríguez, cuyo descubrimiento ha enriquecido considerablemente el acervo de las colecciones del Instituto de Geología.
Mi relación con la familia Aranguti data de finales de la década de los 80, cuando elaboraba el mapa geológico de la Cantera de Tlayúa. Y hoy quiero reparar la omisión mencionada líneas arriba con este pequeño artículo que se suma al reconocimiento Harrel L. Strimple 1999, cuya presentación y respuesta fueron realizadas, respectivamente por el doctor Dante J. Morán, director del Instituto de Geología de la UNAM y por Félix Aranguti, el mayor de los hijos de la familia Aranguti-Contreras. La Cantera de Tlayúa es considerada, por su riqueza fosilífera, como uno de los descubrimientos paleontológicos más significativos en nuestro continente. Por un lado, la preservación de paleobiota es excelente, y por otro, la diversidad de organismos es enorme e incluye plantas, invertebrados y vertebrados. Sin embargo, de todos los grupos taxonómicos, el mejor representado es el de los peces, los cuales han sido estudiados por Shelton P. Applegate, Katia González Rodríguez y Luis Espinosa-Arrubarena, paleontólogos del Instituto de Geología, de la UNAM, quienes han identificado numerosos grupos de holósteos y teleósteos. Los equinodermos del Miembro Medio fueron estudiados por Blanca E. Buitrón, y están representados por crinoides, conocidos comúnmente como lirios de mar (Asteroidea) estrellas serpientes (Ophiuroidea), erizos (Equinoidea) y, el hallazgo de una holoturia (Holoturoidea), el quinto de esos especímenes en el mundo, resalta la importancia de Tlayúa a nivel mundial.
La importancia de la Cantera Tlayúa estriba en la diversidad de ambientes locales que la originaron, así como la conjunción que se dio en el Cretácico medio -hace unos 105 millones de años- de ciertos factores casuales y coincidentes, de escasa probabilidad de repetición o de ocurrencia simultanea dentro del registro geológico y entre ellos están: un ambiente somero de depósito con sedimentos calcáreos de grano fino; la presencia y abundancia de organismos vivos; fenómenos de muerte masiva de los organismos (tanatocenosis); acciones que favorecieron la conservación de los fósiles y, finalmente, una meteorización reciente, que permite la separación de la roca en lajas, sin destruir los ejemplares fósiles. Debido a las características de las facies y a las condiciones ambientales, los invertebrados no son muy abundantes; entre ellos han sido colectados gasterópodos (casiopeidos) y cefalópodos entre ellos amonitas de los géneros Hystoceras, Mortoniceras y Anisoceras, así como belemnites del género Neohibolie que permitieron la determinación de la edad del Miembro Medio. Para el desarrollo de la cantera y de las investigaciones paleontológicas realizadas a través de estos años, se ha contado con el financiamiento de la National Geographic Society, de la National Science Fundation, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y de la Universidad Nacional Autónoma de México y se ha contado, desde luego, con la plena colaboración de la familia Aranguti. El autor es investigador del Instituto de Geología y profesor de Geología Ambiental de la Facultad de Ingeniería, ambas instituciones de la UNAM
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