Oreja para Alfredo Lomelí en la última y desairada corrida de la temporada
Ť Bien presentado pero manso el de Malpaso Ť Otro cartel ocioso Ť La peor entrada
LEONARDO PAEZ
"A mi juicio -le decía Juan Belmonte al periodista Manuel Chaves Nogales- no hay más que dos salidas: o el público sigue siendo partidario de las corridas vistosas y la lidia afiligranada, exacta e igual, a que se ha llegado, o hay que volver atrás, dar armas al enemigo, acumular dificultades en el toro en vez de quitárselas...".
El Pasmo de Triana hacía esta observación allá por 1934, cuando en España imperaba el toro fuerte y fiero de la Preguerra civil. Luego de casi un cuarto de siglo en que los taurinos mexicanos han preferido darle coba a las masas, con el argumento de que al público hay que darle lo que pida, y teniendo buen cuidado de no enseñarlo a pedir, la fiesta de toros camina rumbo a su desaparición.
Qué interesante hubiera sido, por ejemplo, ver a los Ponces y a los Julis alternar con nuestros toreros jóvenes y enfrentar ganado como el de Malpaso, común y corriente en la península, por lo demás. Salvo uno, manso sin discusión -como la inmensa mayoría de las reses lidiadas en esta y en anteriores temporadas-, pero con la presencia y los problemas propios de la edad, esos que dan trascendencia a lo que con ellos haga su matador.
Pero no, los criterios maternalistas y colonizados de la empresa siguen siendo servir novillotes a los ases de importación, que luego de torear en su país cien o más corridas vienen a tentar de luces y con vacaciones muy bien pagadas, en esa siniestra política de que más vale importar caro que producir bueno.
Si la temporada 2000-2001 en la Plaza México -octava que organiza Herrerías- empezó por presentar un elenco y unos carteles antojadizos, poco imaginativos y de espaldas a la afición, ésta no tuvo inconveniente en abstenerse de asistir al coso, salvo cuando en el cartel se anunció a los Ponces o los Julis, únicas figuras con que cuentan los esforzados empresarios taurinos del país, aún sin un código de ética profesional que los comprometa, si no con las utilidades siquiera con el servicio.
Más oportunidades sin sentido
En la última corrida de tan siniestro serial, la empresa, en represalia, ofreció un cartel por demás absurdo, si bien a los precios de siempre, aunque sin el aumento efectuado en los festejitos de aniversario, pues entonces ni los amigos de los alternantes habrían ido.
Tres toreros con muy pocos festejos toreados durante el año pasado pero deseosos de salirle a lo que fuera con tal de recuperar un tiempo que ya no volverá: el tapatío Alfredo Lomelí, el jalisciense Humberto Flores y el regiomontano Enrique El Cuate Espinoza, otro de los protegidos de Manolo Martínez, para estoquear un bien presentado pero débil y manso encierro de la ganadería de Malpaso.
En juego no estaba el futuro profesional de ninguno de los diestros, sino su eventual inclusión en la corrida de la Oreja de Oro que la Asociación Nacional de Matadores efectuará el próximo domingo con objeto de recabar fondos. Felizmente hubo un triunfador que completará el modesto cartel: Alfredo Lomelí, quien no acaba de decidirse por lo menos a asumir su alopecia, raparse por completo y anunciarse como el otro divino calvo.
Sin aprovechar del todo el buen lado derecho de su primero, de impresionante encornadura y por lo mismo pésimamente lidiado por la cuadrilla, Lomelí tuvo la suerte de encontrarse con Jibarito, de 517 kilos, quien salvó el honor de la divisa y lo catapultó al cartel de la Oreja.
Fue un trasteo de calidad por ambos lados, en los que el matador tardó en calentarse, ya que hasta el final afloraron los muletazos con sentimiento y hondura, no sólo con postura -¡aquel cambio de muleta!-. Como matara de tres cuartos fue premiado con un apéndice y con la posibilidad de llevarse el trofeo en disputa el próximo domingo.
Por lo que se refiere a Humberto Flores y a Espinoza, pecharon con lo más malito del encierro, y salvo un quite de Flores por aragonesas y su empeño pundonoroso con la muleta, así como el toreo permanentemente eléctrico -acelerado, nervioso, sin temple- de El Cuate, sobre todo con su primero ?tercero de la tarde?, el otro menos malo de los de Malpaso, su actuación no añadirá ningún lauro a sus inciertas carreras.