LUNES Ť 5 Ť MARZO Ť 2001
Leon Bendesky
Escenario económico
El escenario económico en México para este año está cambiando de manera rápida y en un entorno de incertidumbre. Las proyecciones de crecimiento de 4.6 por ciento, que se hicieron a fines de año, se han ajustado ya hasta 3.1 por ciento. Esto se debe al cambio en la tendencia del crecimiento del producto en Estados Unidos, pero también al propio comportamiento de la economía nacional. Hay evidencia de una efectiva desaceleración de la actividad económica estadunidense, la producción crece a un ritmo menor y se teme que puede ser fuerte la caída del consumo. La Reserva Federal (FED) está actuando en sentido contrario a como venía haciéndolo, es decir, ahora disminuye las tasas de interés para contrarrestar el efecto adverso de un menor gasto en inversión y consumo.
En la economía no se sabe con certeza cómo se va a desenvolver un proceso como éste. Las medidas de política económica intentan modificar los movimientos cíclicos, pero distan mucho de ser una cuestión exacta. El influyente presidente del FED, Alan Greenspan, dice que las medidas para enfrentar la desaceleración son las correctas y estima que para el segundo semestre del año las cosas mejorarán; esta idea la adoptó ya el Banco de México.
El premio Nobel Paul Samuelson escribió recientemente que la baja en las tasas de interés es una medida oportuna para provocar la recuperación, y si esto no se logra, entonces la propuesta de reducción de impuestos del presidente Bush puede ser un estímulo alternativo. Termina su nota diciendo que hay que mantener la confianza. La veladora está encendida.
Lo que pase en la economía de Estados Unidos es crucial para México. Durante los pasados diez años, esta economía se benefició de la larga expansión productiva de ese país y, especialmente después de que entró en vigor el TLC, las exportaciones han sido un factor esencial de la recuperación después de la crisis de 1995. Una disminución de la demanda tendrá un impacto negativo y directo sobre esas exportaciones con un efecto en los sectores que las concentran y en los estados del país donde se ubican las empresas exportadoras. Esto quiere decir que se afectará la actividad de los sectores automotriz, electrónico, eléctrico y textil, y en términos regionales a los estados de la frontera norte y unos cuantos más que participan del auge exportador, incluyendo las maquiladoras, que hacen que un estado como Yucatán se comporte como una entidad del norte.
Hay diferencias que atender en cuanto a las medidas de ajuste que se impulsarán ante la desaceleración. Allá, la FED tiene un control más flexible y efectivo sobre las tasas de interés que usa como un instrumento de ajuste. Aquí, ellas responden básicamente a la gestión del tipo de cambio y tienen una resistencia a bajar. El peso sólo puede mantenerse barato mediante la entrada de dólares, lo que es imprescindible para mantener baja la inflación. La FED no tiene como una limitación el resultado de la balanza comercial, pero para México es esencial mantener un cierto equilibrio en las cuentas externas.
A este respecto los datos oficiales muestran que el producto creció el año pasado 6.9 por ciento en términos reales, o sea, descontando la inflación y el déficit comercial (la diferencia entre las importaciones y exportaciones) creció 44 por ciento, lo que indica varias cosas. Uno, que las exportaciones son el componente más dinámico de la producción y representan 30 por ciento de la misma, pero la parte importada de ellas es muy alta y se añade a la de la producción interna. Las importaciones representaron otra tercera parte del producto y el déficit comercial alcanzó 1.4 del PIB. Dos, esta cifra no parece muy elevada, pero indica una forma de comportamiento de la economía que se asocia con los patrones de inversión y de consumo. La industria manufacturera representa 88 por ciento del total de las exportaciones y tiene ya un déficit, que es compensado por las maquiladoras. Si la demanda de productos exportados en Estados Unidos se reduce, ocurrirá lo mismo con el volumen total del comercio, pero no necesariamente se eliminará el déficit o bajará su proporción con el producto. Si esa caída se compensara con una mayor producción para el mercado interno habría un efecto sobre las importaciones que acrecentarían el déficit. Esto es a lo que se refiere la noción de un problema estructural del comercio al que debería estar enfocada la política industrial.
Por otra parte, la importación de bienes de consumo, que aunque representa 9 por ciento del total, creció el año pasado 37 por ciento, 15 puntos porcentuales más que los insumos y 19 puntos más que la maquinaria. Eso indica que cuando aumenta el nivel de consumo de la población, como ocurrió en 2000, hay una demanda mayor de bienes importados. Este es, también, un indicio de que la producción interna puede sustituirse fácilmente por productos importados. Este es el sentido de la competitividad que hoy es todavía un punto débil de la política y del discurso económico. Hay muchos elementos que apuntan a la corrección de las pautas de gestión de la economía y no hacerlo puede volver a llevar a que el peso no resista la presión y los naipes se vuelvan a caer, como ha ocurrido ya tantas veces desde 1976.