lunes Ť 5 Ť marzo Ť 2001

Iván Restrepo

Granjas destructoras en Oaxaca

Especialmente durante los dos últimos sexenios priístas, los tecnócratas responsables de cuidar nuestros recursos pesqueros alentaron la construcción y operación de las llamadas granjas camaronícolas, so pretexto de elevar la producción de ese crustáceo y los niveles de vida de la población costera. Sin embargo, la experiencia internacional (Ecuador, Panamá, Honduras, por citar ejemplos cercanos) muestra que son mal negocio para la población local y para la biodiversidad.

Por principio dichas granjas generalmente se instalan en sitios privilegiados en cuanto a recursos naturales y sufren una transformación radical a fin de poder cumplir sus nuevas funciones. Lugares que antes eran claves como proveedores de alimentos, reproducción y refugio de especies, purificadores de contaminantes, y muchas ventajas más, terminan destruidos. Es el caso de los manglares, de tal importancia que hoy en México están protegidos por una norma oficial. Aun así, el turismo, la industria y los asentamientos humanos continúan arrasándolos.

Por otro lado, el funcionamiento de las granjas exige sumas importantes de dinero del que carecen los lugareños en su inmensa mayoría dedicados a la pesca tradicional y la agricultura. Así, son inversionistas foráneos los que aprovechan ciertas zonas por sus ventajas geográficas y la pobreza local para hacerse de terrenos, montar sus granjas y comercializar el camarón obtenido. Además, el paquete tecnológico requerido por las granjas ocasiona serios desajustes en los ecosistemas locales en perjuicio de la pesca tradicional y demás riqueza biótica litoral.

Conocedores de estos problemas, varias organizaciones sociales del municipio Unión Hidalgo, Oaxaca, denunciaron ante las autoridades ambientales los trabajos para establecer una granja camaronícola en la Laguna Superior, en la zona denominada Mar Muerto. Los responsables de este proyecto conformaron la Sociedad de Solidaridad Social Camarón Real del Pacífico, que cuenta ahora con 45 socios, cada uno de los cuales ha aportado 15 mil pesos. Con el dinero reunido compraron ya 100 hectáreas de terreno donde comenzaron tareas de desmonte y a abrir brechas. La intención es llegar a 500 este año. Los quejosos afirman que las tierras adquiridas por la sociedad citada son comunales por lo que su venta es ilegal.

En el centro de la preocupación de los defensores del ambiente, está la afectación que la granja causará a diversos ecosistemas litorales. Denuncian que está en una zona donde existen manglares y selva baja caducifolia, destruidos por las incipientes obras. Agregan que esa parte de la costa oaxaqueña reúne una variada e importante riqueza pesquera, como camarón, tiburón, lisa, mojarra, guachinango, pargo, curvina, robalo, barrilete, sierra, jurel, atún y sardina.

Por si no bastaran los argumentos anteriores, Camarón Real del Pacífico no ha cumplido con los requisitos legales necesarios para establecer una explotación como la mencionada. Dos son indispensables en estos casos: el estudio de impacto ambiental correspondiente y el permiso de uso del suelo por estar en la zona federal marítima.

Buena parte del capital para echar a andar esta nueva empresa en la costa sur de Oaxaca proviene del exterior. El principal propiciador de éste y otros proyectos semejantes en Sonora es un diputado del PRI, quien a su vez tiene como contacto para la pretendida granja camaronícola en la Laguna Superior al líder de ese partido en Unión Hidalgo. Ambos están propiciando la violación de varias normas legales.

La costa oaxaqueña, y muy especialmente la parte sur que corresponde al Golfo de Tehuantepec, reúne una enorme riqueza biológica y variados ecosistemas que, pese a la presencia de asentamientos humanos y a la industria petrolera, todavía se encuentran en buen estado. En el caso de la pesca, su diversidad la hace muy atractiva desde el punto de vista comercial y fuente de ingresos para los pobladores de la región. Pero requiere apoyo, acciones claras que garanticen su utilización racional en vez de ser arrasada so pretexto de una falsa modernidad.