CHIAPAS Y EL PLAN PUEBLA-PANAMA
Los recientes ensayos declarativos del gobierno federal por
ubicar la solución al conflicto chiapaneco en el marco del Plan
Puebla-Panamá, o por vincular ambos asuntos, han dado lugar a nuevas
escaramuzas verbales con los zapatistas que marchan al Distrito Federal.
Ayer, el canciller Jorge G. Castañeda insistió, en Madrid,
en el asunto, en un afán por clarificar lo expresado la víspera
por el presidente Vicente Fox en la reunión de Cancún del
Foro Económico Mundial.
La idea de enfrentar los rezagos sociales y económicos
de los estados del sur y sureste de México en forma paralela a los
que padecen las naciones del istmo centroamericano en el contexto de un
programa internacional de cooperación e integración económica
es, ciertamente, audaz y novedosa y, en principio, plausible. Pero ha de
señalarse, también, que esta iniciativa deberá recorrer
mucho camino para convertirse en un proyecto viable: se requiere delimitar
sus alcances, objetivos y métodos en el marco de un complejo proceso
de consultas y negociaciones, tanto entre el Ejecutivo federal y las entidades
que podrían participar en ella, como entre nuestro país y
las naciones hermanas y vecinas.
Habida cuenta de la condición embrionaria y todavía
incierta del plan mencionado, el hecho de traerlo a colación en
las referencias oficiales al conflicto chiapaneco se convierte en un factor
de confusión adicional a los muchos que existen entre las autoridades
federales y la organización rebelde de los indígenas chiapanecos.
En esa medida, la vinculación declarativa entre
la necesaria pacificación en Chiapas y la iniciativa regional del
presidente Fox, lejos de esclarecer y facilitar el surgimiento de condiciones
propicias para la reactivación del diálogo, se convierte
en un obstáculo más para la difícil construcción
de la confianza que permita restablecer la mesa de negociaciones.
Los pasos necesarios para ello están a la vista:
si los gobiernos federal y estatal excarcelan a los zapatistas que aún
se encuentran presos, si se verifica el retiro de las posiciones militares
que todavía permanecen en posición de cerco contra las comunidades
zapatistas, y si el Poder Legislativo aprueba la iniciativa de la Cocopa
en materia de derechos y cultura indígenas, será posible
reactivar el diálogo entre el Ejecutivo y el EZLN, en ese contexto
podrá construirse la paz con justicia y dignidad que la nación
requiere.
El proceso mencionado es evidente, pero no necesariamente
fácil, y para llevarlo a buen término es necesario que las
partes involucradas ?personas, instituciones y organizaciones? empeñen
toda su serenidad, toda su voluntad política y toda su lucidez.
Desde esta perspectiva, las propuestas de incluir el tema chiapaneco en
una iniciativa de desarrollo internacional que, hoy por hoy, es tan ambiciosa
como imprecisa, alimentan la desconfianza y propician nuevos desencuentros
entre el gobierno y los alzados. |