JUEVES Ť Ť MARZO Ť 2001

Ť Crónica de la variedad underground en el salón Guadalajara Típico, en Autlán

''¿Santana? ¿Quién es ese güey?'', se preguntaban en la calle del vicio

Ť No todo fue el homenaje para el guitarrista, pues los pobladores disfrutaron más del carnaval

Ť Supieron de él hasta hace pocos días, gracias a los cartelones que colocó el ayuntamiento

JUAN JOSE OLIVARES ENVIADO

Autlan, Jalisco, 28 de febrero. No todo fue el homenaje a Santana en Autlán de Navarro. Aunque este año se haya dedicado el carnaval en su honor, un gran santanapueblocongalporcentaje de la población poco conocía del místico guitarrista, lo que habla de una carencia cultural que las actuales autoridades se han propuesto solucionar.

Es que a los autlecos la música que más les importa es la de banda. Días previos al mencionado homenaje, algunas calles del centro de Autlán se convirtieron en antros (en el sentido más chido), ya que algunas decenas de puestos hacen suyas las calles para expender bebidas alcohólicas para acompañar el ensordecedor ruido de las variadas bandas locales que por "una lana" interpretan cualquier clase de rola, hasta danzones y cumbias.

La borrachera es general y la pasarela de bellas mujeres adorna las transitadas calles llenas de vendimia de comida. La poli nomás vigila a los incróspidos que poco saben del ganador de nueve premios Grammy. De hecho, a algunos no les importa mucho; ellos siguen con lo que hacen cada año: embrutecerse con el chupe cualquiera de estos días (a los que su bolsillo les alcance), dar rondines por los dos parques centrales y tratar de ligar a las chavas, que con atuendos apretaditos esparcen la líbido a lo largo del pueblo.

No todo queda en la llamada ''calle del vicio''. Sí, así le dicen los reventados autlecos. La variedad sigue en el underground de Autlán, en el baile del salón SantanapuebloGuadalajara Típico, un antroide con piso de tierra en donde toca el grupo local Estratus, y quienes dijeron desconocer a Carlos Santana. ''¿Santana? ¿Quién es ese güey?'', mencionó el cantante. Y la fiesta continúa con todos los freaks y el bajo mundo: los caras de malandros, las chicas malas, los amantes, las "muchachas de la casa", travestis, hasta niños, niñas y bebés que acompañaban a las mamás solteras.

La música no para y el baile menos. El chupirul recorre toda las mesas y envuelve las cabezas de los distorsionados entes que son felices en su mundo, sin necesidad de que el mentado Santana dé renombre a su ciudad. No les interesa. Al fin y al cabo seguirán haciendo lo mismo. "Poco he oído mencionar a ese Santana", dice un vaquero bailador de quebradita.

Las rolas, desde cumbias y de banda, suenan y suenan. Las broncas por malos entendidos o malas miradas se solucionan con botellazos que controlan rápido los tiras. El reventón perdura hasta las cuatro de la mañana, y los taxistas buscan transportar a los incansables noctámbulos pueblerinos de carnaval, mientras esperan que sea ya el otro año para que vuelva la juerga a las calles y sacar un dinero más. Pero de Santana muy poco conocen: "Hace unos días escuché mentar su nombre por los carteles que pegó el municipio en las calles". Es la otra parte: el verdadero pueblo.