JUEVES Ť Ť MARZO Ť 2001

Ť Revitalizan la actividad con base en la competencia y la colaboración entre barrios

Retornan los purépechas a las raíces comunales

Ť Desde la década de los ochenta retomaron el trabajo gratuito de beneficio colectivo

EUGENIO BERMEJILLO

El territorio purépecha, desde la cañada de los Once Pueblos hasta la zona del lago de Pátzcuaro, ha vivido en las últimas dos décadas un regreso a las raíces comunales. El antropólogo español Luis Vázquez ha dicho que los tarascos se están purepechizando.

Durante la década de los ochenta las comunidades purépechas fueron retomando el trabajo gratuito y para beneficio colectivo, llamado faena, y revitalizando la vida comunitaria con base en la competencia y la colaboración entre barrios. Héctor de Jesús, comunero de Cuácuaro, que participa como asesor de los pescadores de Pátzcuaro, afirma que los mecanismos para llegar a consensos en las comunidades se están modificando y adaptando. "Hay momentos y eventos en los que nos damos cuenta que se está fortaleciendo la identidad. Por ejemplo, antes los norteños (trabajadores que emigran a Estados Unidos) no cooperaban con la comunidad, y ahora sí. En Cuácuaro pusieron más de la mitad del dinero para la construcción de la iglesia. En esta comunidad de 2 mil 500 habitantes hay dos partidos y cuatro denominaciones religiosas, y el único evento que convoca a todos es el Año Nuevo Purépecha"

Durante el Primer Encuentro de Comunidades Purépechas, realizado en diciembre de 1991 en Cherán, con una fuerte participación del magisterio, se emitió el Decreto de la Nación Purhépecha (NA), que durante los primeros meses de 1992 fue ratificado por los representantes y jefes de tenencia de prácticamente todos los pueblos purépechas. En el decreto se desconocen las reformas al artículo 27 constitucional promovidas por el presidente Carlos Salinas.

El documento trascendió rápidamente, al nivel nacional e internacional, gracias a la fuerza que tomaba la oposición a la celebración del Quinto Centenario. El 12 de octubre de 1992, mientras los indígenas zapatistas -aunque todavía no se daban a conocer con ese nombre- derribaban la estatua de Diego de Mazariegos en San Cristóbal de las Casas, una marcha de comuneros y maestros purépechas echó al suelo la estatua del primer virrey, Antonio de Mendoza, recientemente estrenada en la ciudad de Morelia. Días después del levantamiento chiapaneco, como tantas otras organizaciones indígenas nacionales, la NA haría público su apoyo total a la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) "por dignificar la situación de los indígenas y campesinos del país".

La NA retomó la iniciativa que años antes había lanzado un grupo de profesionistas indígenas, de celebrar el Año Nuevo Purépecha cada 2 de febrero, y adoptó la Juchari Minda como bandera. Günther Dietz recogió en 1993 el testimonio de un participante sobre la estructura de esta organización: "No tenemos dirigencia, Nación Purépecha tiende a romper las estructuras occidentales. Los problemas se atacan en base a comisiones que surgen dentro de nuestras reuniones. No estamos registrados ante notario público". (Principios que más tarde retomaría el Congreso Nacional Indígena [CNI] para su organización.)

Con estos antecedentes no sorprende que Melesio Zacarías prepare a marchas forzadas el tercer congreso del CNI: "nos estamos preparando para una fiesta, una que no habrá otra igual". Tampoco asombra que Héctor de Jesús prepare un grupo de pescadores que participará en el CNI: "los purépechas hemos estado muy olvidados. El congreso de Nurío nos va a permitir decirle al mundo: estamos aquí, seguimos vivos".