MIERCOLES Ť 28 Ť FEBRERO Ť 2001
TEATRO
Venecia
Ť Raúl Díaz
EN EL MUNDO globalizado que nos está tocando vivir, el mercado y la mercadotecnia lo abarcan todo, penetran y pervierten todo y, en ese todo; el teatro no es la excepción. Esta es la primera reflexión que se antoja al presenciar Venecia, la más reciente producción de Ocesa a esta obra original de Jorge Ascame.
SE ANTOJA ASI porque uno ve cómo un magnífico elenco se desperdicia en aras de llevar "nombres" a la cartelera y que éstos sirvan como imán de público, aunque ya en escena poco partido se les saque o, inclusive, se desvirtúen totalmente sus capacidades individuales, su talento y experiencia personales.
PERO VAYAMOS POR PARTES. En primer lugar hay que decir que Venecia es una obra muy, muy floja; prácticamente no hay en ella tensión dramática y su desarrollo es absolutamente lineal y predecible de principio a fin, tanto que cuando llega la escena final el público sabe, mucho antes de que concluya, que necesariamente ésa es la última porque la ramplona historia no da para más.
ESA HISTORIA NOS habla de una vieja matrona, La Gringa, quien ha perdido la vista y la razón, y cuyo único motivo de vida es llegar algún día a Venecia, para ella mítica ciudad en la que habrá de encontrar "al caballero italiano" que alguna vez le entregará su amor y a quien, en reciprocidad propia de su oficio, no sólo no le correspondió sino que, además, le robó dinero, mismo con el que compró la casa en la que ahora, muchísimos años después y en otro pueblo, habita en unión de sus pupilas, tres putitas jóvenes que son todo corazón y que tan pendientes están de la felicidad de quien las "recogió y dio refugio" (seguramente en forma totalmente desinteresada y en un plan puramente altruista), que se esmeran en cumplirle a la vieja su último deseo.
IGNORANTES PLENAS, COMO son estas jóvenes meretrices, no tienen idea de qué es exactamente Venecia ni donde queda y, menos aún, de los costos de pasaje, idioma y demás, así que cuando medianamente se hacen cargo de todo eso, la conclusión es fácil: no podrán llevar a La Gringa a Venecia, pero sí podrán darle la ilusión de que la llevan. Podrán, bondadosas como son, engañarla beatíficamente haciéndole creer que han llegado, por fin, a la ciudad de los canales.
NATURALMENTE HAY QUE urdir todo un plan para engañar a la vieja, y en eso y la "ilustración" del supuesto viaje se va toda la Ƒcomedia?, sin que se llegue jamás a nada sustancial.
ES AQUI CUANDO uno lamenta el desperdicio de recursos ya que se cuenta, en primer lugar, con dos auténticas "primeras actrices", Ana Ofelia Murguía y Marta Aura, quienes inexplicable, injustificada e innecesariamente alternan el papel de La Gringa, haciéndola una semana Ana Ofelia y otra Marta, de suerte que si usted es lo suficientemente masoquista como para querer comparar trabajos y echarse la obrita dos veces, pues tendrá que acudir dos semanas seguidas.
EL RESTO DEL ELENCO femenino cuenta con toda la experiencia y talento de Leticia Huijara y Gabriela Roel, más Vanessa Bauche, mientras la parte masculina se integra con Alfredo Escobar y José Manuel López Velarde, todos bajo la dirección de Francisco Franco.
ELOGIABLE DIRECTOR EN escenificaciones como Un tranvía llamado deseo, Franco se presenta aquí carente de ingenio y recursos, desperdicia un elenco que ya quisieran reunir otras producciones y, lo que es peor, consigue hacer ver mal y hasta caricaturescas a esas grandes señoras del teatro que son Murguía y Aura quienes, la verdad, no entiendo cómo aceptaron tal situación.
ASI, UNA PRODUCCION en la que, siguiendo los lineamientos del mercado, lo artístico pasa a un segundo plano y lo que predomina es la posible obtención de la ganancia. Lástima.
VENECIA SE PRESENTA en siete funciones a la semana en el Teatro Lídice (antes San Jerónimo), jueves a las 20:30, viernes a las 19:30 y 21:30, sábados a las 18:00 y 20:00 y domingos a las 17:30 y 19:30 horas.