Ť Mensaje del EZLN a los habitantes de Puebla de los Angeles
Sólo nos queda escoger: aprendemos juntos a ser dignos, o solos morimos e indignos
Discurso pronunciado por el subcomandante Marcos, en nombre del EZLN, el 27 de febrero del 2001 en Puebla, Puebla.
Hermanos y hermanas indígenas que hoy se congregan en Puebla de los Angeles, Puebla:
Hermanos y hermanas de la sociedad civil poblana:
Hermanos y hermanas obreros y campesinos:
Hermanos y hermanas del Barzón:
Pueblo de Puebla:
Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Queremos decir que es un honor para nosotros los zapatistas el poder poner nuestro pie sobre el digno suelo poblano.
Porque en los suelos de Puebla florece la sabia lucha de los indígenas, de los obreros, de los campesinos, de los maestros, de los estudiantes, de las amas de casa, de los colonos, de los religiosos y religiosas honestos, de los profesionistas, de los empleados, de los pequeños y medianos propietarios, de los deudores, de los artistas e intelectuales comprometidos, de los homosexuales y lesbianas, de las mujeres, de los ancianos, de los jóvenes, de los niños.
Tanta sabiduría y tanta dignidad nos hará sin duda mejores a nosotros los zapatistas. Porque a eso hemos venido a Puebla, a aprender de ustedes.
Gracias por permitirnos ser alumnos de la gran lección que dan a quienes caminamos estos suelos y estos tiempos. ¡Gracias Puebla!
Queremos saludar la memoria de dos poblanos que murieron hace tiempo por darnos voz a los que no teníamos voz. Se trata de Julieta Glockner y Francisco Cabrera Huerta.
Hermanos y hermanas:
Hemos llegado a las puertas del Valle de México. A partir de aquí, nuestra marcha, la marcha de la dignidad indígena, la marcha del color de la tierra, empieza a describir un círculo en torno al valle donde vive el poder.
Este círculo se tenderá desde estas tierras
poblanas y, dibujando su arco de dignidad por los estados de Tlaxcala,
Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y el estado de
México, habrá de cerrarse en las tierras de nuestro general
Emiliano Zapata, en el estado de Morelos. Completado el círculo,
haremos nuestra entrada a la ciudad de México.
En Puebla inicia pues el círculo final de la marcha
de la dignidad indígena, la marcha del color de la tierra. Por eso
hemos elegido que, al inicio del círculo final, sea dicha una palabra
que mira muy adelante. Palabra que tal vez no encuentre en lo inmediato
su verdadero sentido. Palabra que requiere del tiempo y del viento para
encontrar su lugar en el corazón de los todos que somos. Palabra
que habla mañana. Palabra que viene de muy atrás y por eso
camina muy delante nuestro. Palabra que es más grande que nosotros
y que, sin embargo, debe ser dicha. Palabra que sólo se habla en
común, que exige el andar de todos para poder ser pronunciada. "Dignidad",
así habla esta palabra.
Y la dignidad es un puente. Quiere dos lados que, siendo diferentes, distintos y distantes, se hacen uno en el puente sin dejar de ser diferentes y distintos, pero dejando ya de ser distantes.
Cuando el puente de la dignidad se tiende, se habla el nosotros que somos y se habla el otro que no somos nosotros. En el puente que es la dignidad hay el uno y el otro. Y el uno no es más o mejor que el otro, ni el otro es más o mejor que el uno.
La dignidad exige que seamos nosotros. Pero la dignidad no es que sólo seamos nosotros. Para que haya dignidad es necesario el otro. Porque somos nosotros siempre en relación al otro. Y el otro es otro en relación a nosotros.
La dignidad es entonces una mirada. Una mirada a nosotros que también mira al otro mirándose y mirándonos. La dignidad es entonces reconocimiento y respeto. Reconocimiento de lo que somos y respeto a eso que somos, sí, pero también reconocimiento de lo que es el otro y respeto a lo que es el otro.
La dignidad entonces es puente y mirada y reconocimiento y respeto. Entonces la dignidad es el mañana. Pero el mañana no puede ser si no es para todos, para los que somos nosotros y para los que son otros.
La dignidad es entonces una casa que incluye al otro y a nosotros. La dignidad es entonces una casa de un solo piso, donde nosotros y el otro tiene su propio lugar, que eso y no otra cosa es la vida, pero la misma casa.
Entonces la dignidad debiera ser el mundo, un mundo donde quepan muchos mundos.
La dignidad entonces no es todavía. Entonces la dignidad está por ser. La dignidad entonces es luchar porque la dignidad sea por fin el mundo. Un mundo donde quepan todos los mundos.
Entonces la dignidad es y está por hacer. Es camino por recorrer. La dignidad es el mañana.
Hermanos y hermanas:
Cuando hablamos de la dignidad indígena estamos hablando de lo que somos como indígenas y de lo que es el otro que no es como nosotros. La dignidad indígena no es dominar al otro que no es indígena, someterlo, destruirlo, humillarlo, ignorarlo, olvidarlo. La dignidad indígena es un puente que necesita de otro lado al cual tenderse, un otro para mirarlo y ser mirados.
Cuando hablamos de la marcha de la dignidad indígena, hablamos de los indígenas que nos vemos a nosotros mismos como indígenas, sin vergüenza, sin pena, sin dolor, sin muerte de lo que somos.
Cuando hablamos de la marcha de la dignidad indígena, hablamos también de los indígenas que somos mirados, es decir respetados, por los no indígenas. Cuando hablamos de la marcha de la dignidad indígena, hablamos también de que los indígenas que somos vemos y miramos a los no indígenas, es decir, los respetamos.
La marcha de la dignidad indígena no puede ser sólo de indígenas. La marcha por la dignidad indígena tiene que ser la marcha de los indígenas y de los no indígenas.
Sólo así podremos construir la casa, que así llamaban antes al mundo, donde quepamos los todos que somos iguales porque somos distintos.
Hermanos y hermanas:
Cuentan los más antiguos indígenas muchas historias sobre el pasado del mundo. Una de ellas nos dice que, en el inicio, cuando el tiempo no era aún tiempo en la cuenta del tiempo, todo era tinieblas y oscuridad y silencio y tristeza en el mundo.
La gente de aquel entonces estaba ya acostumbrada a vivir así. Pero entonces se llegó ahora sí el tiempo en que el tiempo empezó a caminar y se nacieron el Sol y la música.
En ese entonces, en veces el Sol se ponía su cobija para no pasar frío y, como muchos agujeros tenía su cobija del Sol, pedazos de luz punteaban.
Nuestros más pasados antepasados llamaron "día" a cuando el Sol desnudo andaba. Y "noche" llamaron a la agujereada cobija que del frío protegía al Sol. Y "estrellas" llamaron a los muchos agujeros que en la noche punteaban.
Con el día y con la noche llegó la música y con ella la alegría. Eso pasó, según cuentan nuestros más pasados antepasados. Y cuentan también que, cuando eso pasó, hubo gente que mucho miedo tuvo y se puso a cavar hoyos profundos o se rodeó de grandes piedras.
Así hicieron para que sus ojos, acostumbrados a las tinieblas y a la oscuridad, no se lastimaran con la luz. Así hicieron para que sus oídos, acostumbrados al ruido de la tristeza, no se dolieran con la alegría de la música.
De esta gente que así hizo, cuentan los antepasados más pasados, alguna murió por fin de tristeza, escondida como estaba en sus agujeros. Otra murió cuando las grandes piedras de su soberbia cayeron encima de ella, en lugar de protegerla.
Sin embargo, hubo también quienes aprendieron a ver y a escuchar no lo nuevo, porque ya de por sí estaba ahí, sino lo bueno. Porque el mundo enseña que las cosas no son buenas ni malas, sino que, al tocarlas nosotros, buenas o malas las hacemos.
El hombre nuevo en realidad es el mismo hombre viejo, pero que se hace bueno tocando las cosas con dignidad, es decir, con respeto.
Hermanos y hermanas:
La marcha de la dignidad indígena ha provocado que algunos se pongan a cavar hoyos profundos o se quieran proteger encerrados y rodeados de grandes piedras. Es que están acostumbrados a no mirar al otro que somos nosotros. Y entonces, cuando nos hacemos luz de la sombra que somos, les dolemos los ojos y es nuestra palabra música que hiere sus oídos.
Pero hay quienes aprenden a ver lo bueno que esta marcha camina. Aprenden y aprendemos a mirar y mirarnos, a hablar y a escuchar, a hablarnos y a escucharnos. Aprenden y aprendemos pues, a ser dignos.
Así que sólo queda escoger: o aprendemos juntos a ser dignos, o solos morimos e indignos.
Nuestro más sincero pésame a quienes eligen no mirarnos y no escucharnos. Larga vida a quienes, juntos todos, aprendemos a vivir. Porque vivir sin dignidad es estar bien muertos.
¡Salud a nosotros y al otro! ¡Salud Puebla!
Desde Puebla de los Angeles, Puebla.
Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.