LUNES Ť 26 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť El artista es autor de la Sala de Conciertos de Lucerna

El fin de la arquitectura, capturar sentimientos y emociones: Nouvel

Ť Destaca la integración de naturaleza y entorno urbano

PABLO ESPINOSA ENVIADO

Lucerna, Suiza. El convencimiento de Jean Nouvel: "un arquitecto es un magnificador, alguien que captura sentimientos y emociones, y se pregunta: Ƒqué hago con ellos? Si tal material es lo suficientemente fuerte en mi caso, lo que hago es cristalizarme detrás de esa emoción y ese sentimiento para amplificarlos, de manera que no pasen desapercibidos para nadie: lo que me interesa, entonces, es obligar a todo el mundo a contemplarlos".

Más: "Si todo el mundo los contempla, deberán parecerle bellos, simplemente porque me han tocado, me han conmovido esas emociones, esos sentimientos. Desde luego que habrá muchas personas que los hallen carentes de completo interés. Pero no tengo vocación de consenso cultural; nadie puede abrigar la pretensión de gustarle a todos".

lucerna-2 Junto a la estación de trenes de Lucerna se yergue el Centro de Congreso y Cultura, una de las obras maestras de Jean Nouvel, maestro representativo de la gran arquitectura contemporánea planetaria.

El caminante que desciende del vagón ferroviario tiene ante sí un paning cósmico: primero la cámara, es decir, sus ojos, captan la magnificencia de la fachada tranviaria, la monumentalia europeística, el paisaje urbano de una ciudad breve pero intensa en sus encantamientos. Enseguida, los ojos se deslizan hacia una masa fractal, una mole fragmentaria, uniforme y al mismo tiempo modular, que constituye el Centro de Congresos y Cultura, caracterizada por su apariencia liviana, el cristal espejeante en mate y un aire intergaláctico de contundencia irresistible. Mientras avanza en sus pasos el viajero, los ojos se le llenan de agua. Y cisnes blancos.

Aun para los visitantes de otros planetas el Lago de Lucerna es referencia cultural obligada. Desde un ovni, un helicóptero, o bien a plan de tierra, desde sus orillas circulares, el efecto es devastador: por encima del lago se levantan, en su máxima expresión, los alpes suizos, nevados e insondables. Mientras más avanza uno, más se abre la panorámica y la sensación, el sentimiento al que se refiere Jean Nouvel, estallan por dentro y toman su lugar en el espacio. Una sensación de eternidad entra por los ojos, un sentimiento de plenitud invade los sentidos. Eros y Thanatos juntos, la misma fuerza en sentidos opuestos. Epifanía.

El Centro de Congresos y Cultura conforma una unidad también en dos mitades, gemelas. La de la derecha es la unidad de congresos, la izquierda es un prodigio: la Sala de Conciertos de Lucerna, bella de formas, inagotable de contenido. Su acústica es perfecta; habitarla es privilegio; verla, tocarla, un sueño.

La perspectiva, a lo lejos y a lo cerca, es la de un edifico moderno que, al igual que el aeropuerto de Zurich, también de la autoría del arquitecto Jean Nouvel, y otras obras maestras, como el Centro Cultural Cartier, Les Thermes, la Lyon Opera House y el Instituto del Mundo Arabe en París, despierta la sensación de una nave espacial.

Cuando los hombres suizos del dinero lanzaron la convocatoria para el concurso que finalmente ganó el nuevo Nouvel, éste había propuesto en un primer intento edificar el Centro de Congresos y Cultura con la forma de un gran barco, estacionado junto al resto de las embarcaciones -veleros, yates, botes, cruceritos- que forman parte del paisaje, junto a los patos verdes y los cines blancos del Lago de Lucerna.

Pero los de los dineros dijeron que no querían un barco y el arquitecto dijo ni modo, no hago un barco, pero qué les parece que la sala de conciertos tenga forma de violín; perfecto, dijeron los de los dineros, y entonces el visitante tiene, hoy, ante sus ojos, lo que algunos suizos dicen que es un violín, pero la verdad, lo juran mis ojos, mis sentimientos y mis emociones, que eso no es otra cosa, aquí y en China, que un barco, me cae.

Eso sí, la madera no es la que se usa para construir los barcos sino los violines, y está tamizada de rojo, como solían hacerlo Guarnieri, Stradivarius y varios lauderos legendarius.

Entre los varios prodigios que pueblan la Sala de Conciertos de Lucerna, donde una noche el cuarteto español de guitarristas Los Romero brindaron un concierto de esos que hacen saltar en maromas a los suizos y que sirvió para que confirmáramos que la acústica es perfecta, está la manera en que ella se relaciona con nosotros.

Seduce, acaricia, dialoga, se deja habitar. La penetración es -no podría ser de otra forma- acto recurrente y renovado en todos los sentidos. El de la vista es la apariencia mayor: la forma de barco es interior, pues el vestido del edificio es de cristal, mientras que las curvas de madera roja se van delineando en cuanto uno asciende y desciende por su superficie.

lucerna-1 La piel de la sala encierra secretos mayores: una caja de resonancia, o cámara acústica, que recuerda el pecho de una soprano. A diferencia de otros sistemas sonoros, la Sala de Conciertos de Lucerna ofrece variantes irresistibles, ideadas tosas por el especialista Russel Johnson, quien ubicó tal cámara en donde suelen aposentarse las recámaras: en la parte alta e íntima de la sala, con un sistema regulatorio de afinaciones diferentes, a través de gruesos cortinajes que se abren o cierran dependiendo del concierto en turno: para una gran orquesta sinfónica, la cámara acústica está completamente abierta, si de sesión camerística se trata, la cámara es discreta.

Un plafón pendiente del techo del escenario forma parte de los elementos acústicos móviles y es similar a la referencia que tenemos en México: la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, cuyo plafón es también regulable en sus alturas para finar la acústica dependiendo del concierto en turno, si bien su cámara acústica en este caso está ubicada en el suelo bajo sus pies (diría Salman Rushdie). El piso que lustran los músicos en Lucerna es móvil, es decir, tiene un sistema de rampas mediante el cual, por ejemplo, el piano que sonó hace un rato ahora está, ahora no está (diría Alfred Hitchcock) porque desapareció en el suelo bajo sus teclas. Esas mismas rampas pueden, empero, elevarse, para subrayar, por ejemplo, la contundencia de la sección de percusiones, allá al fondo, o bien la naturaleza eréctil y contráctil del contrato social (diría el suizo Rousseau) de los trombones, ora para doren las flautas sus enhiestos efluvios, bien para que el mal que quiso Mussorgsky dibujar Una noche en la árida montaña aparezca peludo y muy uyuyuy en las notas graves de fagotes, cornos y trompas de falopio de las trompas, o cornos franceses, que por obra de las rampas y gracia de la tecnología, se han ubicado en las alturas.

El artista, que es igual que decir arquitecto, Jean Nouvel empezó a transformar emociones y sentimientos en 1992 con la idea en mente de esta sala de conciertos, cuya última fase culminó apenas en diciembre de 1999, así que su sonido virginal está en proceso natural de afinación, aun cuando su acústica es perfecta ya. Los mil 900 asientos son contadísimos porque menos o más no coincidían con los cálculos de matemática diferencial e integral y humana de Russel Johnson para garantizar una acústica perfecta, es decir, similar a la del cuerpo humano.

La arquitectura, ese arte tan humano, profundamente humano.