LUNES Ť 26 Ť FEBRERO Ť 2001
 
OFICIOS DE LA CRISIS
 
Reflexión final
 
Es domingo por la mañana y a don Filiberto no le sobra el tiempo. Con manos temblorosas --quizá por la edad o tal vez a consecuencia de una embolia que sufrió hace 17 años--, barre el espacio elegido para trabajar, accede a la entrevista y cuando se le pregunta el número de años que ha vivido su respuesta es lapidaria: "ya estoy muy quemado, imagínese, nací en 1928... nada más saque cuentas".
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Fue peón, maestro albañil, bodeguero en una panificadora de Azcapotzalco y cuando empezaba a aprender el oficio de panadero la obstrucción de un vaso sanguíneo y su posterior recuperación le obligaron a dejar de trabajar durante más de siete meses. Cuando intentó regresar a la panadería lo desconocieron, le negaron su derecho a reincorporarse y no le quedó otra que sumarse al comercio informal.

Ahora don Fili vende globos y raspados en la Alameda del Sur, y cuando hay dinero suficiente compra una rejilla de refrescos embotellados para revenderlos, aunque ahora la mayoría de los envases se encuentran vacíos. Los fines de semana llega a ganar entre 50 y 70 pesos por jornada.

"Saco poco, pero no me queda de otra, tengo que pagar la renta y la comida. La única manera que tengo para sobrevivir es ésta y además pues ni modo que desaproveche el permiso que me dieron en la delegación", dice.

Vive en San Francisco Culhuacán, tiene ocho hijos, "ya casados todos, cuatro hombres y cuatro mujeres".

Aún tiene la fuerza suficiente para pedalear su bicicleta, convertida en un puesto ambulante multicolor por las decenas de globos y las botellas que contienen los extractos de grosella, limón y tamarindo.

"Veo a mis hijos y nietos de vez en cuando, en las ocasiones que de a tiro me va muy mal me ayudan con algunos centavos, pero tampoco puedo pedirles que me mantengan, sería injusto, ellos ya tienen sus propias obligaciones", afirma don Filiberto.

Relata que desde hace más de 14 años vende en el mismo lugar: "empezamos como 60 y de esos ya nada más quedamos cuatro, al principio el parque estaba solo pero de unos años par acá vienen familias enteras a pasear aquí".

Para finalizar reflexiona en voz alta: "lo malo es que nunca aprendí a leer, capaz y si supiera hacerlo me hubiera ido mejor". AGUSTIN SALGADO