LUNES Ť 26 Ť FEBRERO Ť 2001
Luis González Souza
Choque de culturas: dignidad versus soberbia
La milagrosa marcha del EZLN al Distrito Federal sigue produciendo milagros. Entre los más recientes destaca la unión de los jerarcas de la televisión mexicana para anunciar el gran concierto de desconciertos (confusiones) múltiples, pomposamente llamado Unidos por la paz: Ƒunidos o simplemente arrejuntados por un momento? ƑPor cuál paz? ƑLa de los sepulcros mediáticos? ƑLa pazburguer o la paz-McDonalds, tan rápida y mal cocinada como los alimentos chatarra? ƑO acaso la paz verdadera, es decir, la que sólo puede construirse con mucho, muchísimo trabajo de dignidad, justicia y, por supuesto, honestidad?
También destaca estos días la fundación del Aguascalientes en la UNAM. Ni el CGH, ni toda la burocracia universitaria, incluyendo sus huestes porriles y su vasto aparato de "comunicación" han sido capaces de abrir un espacio para la reunión de tantos y tan diversos pensamientos, como el que se está gestando en el Aguascalientes unamita. Y gracias al cual nuestra universidad podrá reconstruir y reivindicar no digamos sus apellidos "Nacional", "Autónoma" y "de México", sino la esencia plasmada en su primer nombre: "Universidad", espacio para la unión de lo diverso. Y gracias a lo cual por fin podremos hacer una invitación al EZLN lo suficientemente plural y representativa para que la mayor universidad de Latinoamérica no quede al margen del mayor acontecimiento del México contemporáneo: la marcha zapatista.
Y por lo que toca al milagro del esclarecimiento, particularmente por la vía del desenmascaramiento masivo, la marcha zapatista vuelve a esclarecer la naturaleza profunda del conflicto chiapaneco como un choque entre las culturas indias y no indias de México. Lo que también vuelve a esclarecer el largo, pero seguro camino de la paz verdadera: el frondoso bosque de la interculturalidad, es decir, no sólo el respeto sino el enriquecimiento recíproco y constante de todas nuestras culturas.
Dignidad vs. soberbia podría intitularse el expediente más actual y revelador del rezago intercultural que aún padece nuestro país. Sus páginas centrales tienen que ver con el empantanamiento de la marcha zapatista en sus aspectos de seguridad y "logística", así como en el lamentable papel de la Cruz Roja. Haya sido o no una "tormenta en un vaso de agua", lo cierto es que si la interculturalidad no resuelve nuestra guerra de culturas, continuaremos expuestos a iguales o peores tormentas en vasos, botellones o hasta en "caballitos" tequileros.
Si en verdad se quiere un concierto por la paz, primero hay que unirnos por la verdad. Y la verdad número uno es que el EZLN ha vuelto a abrir una nueva oportunidad para la paz justa y digna en México. Dignamente, sin embargo, no lo ha hecho olvidando ni el guerrerismo ni las traiciones del Estado mexicano. Por ello, para recuperar algo de confianza (del gobierno de Fox o de cualquier otro, para el caso) se han solicitado dos "señales", que fácilmente pudieron ser 20. No menos cierto es que el gobierno foxista pareció sensible a esas exigencias. Mas aun, después de la tormenta neorracista y neoguerrerista desatada sólo por el anuncio de la marcha zapatista, el propio Fox optó por darle la bienvenida.
Todo iba viento en popa, pues, hasta que apareció el "problema" de la seguridad de la marcha. Pero incluso en esto la dirección del EZLN ideó una alternativa: la participación de la Cruz Roja. Y es cuando apareció la tormenta de los dimes y diretes en un vaso por demás liso: si en verdad el gobierno foxista no se opone a la participación de la Cruz Roja, Ƒpor qué no la solicita de manera pública, sincera y de inmediato antes de que la "tormenta" sea incontenible?
Desde un principio y en consonancia con la vieja politiquería, el gobierno de Fox se muestra obsesionado en salirse con la suya y obtener el reconocimiento inmediato e incondicional del EZLN. De ahí las insistencias de sus funcionarios (ya incontables e imprecisables) en hacer algún tipo de contacto con dirigentes zapatistas. El problema es que para los zapatistas no habrá reconocimiento ni contacto alguno, hasta que el nuevo gobierno --por más democrático y legítimo que se sienta-- no cumpla con las tres señales de confianza exigidas. No sólo por aquello de que la "burra no era arisca..., las traiciones la hicieron" (desde Chinameca 1919 hasta San Andrés 1996). También, porque los horizontes del gobierno foxista son todo, menos claros (y no sólo para los indígenas).
El hecho es que la marcha zapatista se debate entre las amenazas abiertas de muerte, como la del diputado panista de Cuernavaca (con nombre irrecordable, pero con su impunidad intacta) y las amenazas de linchamiento mediático, si el EZLN "osa" terminar su marcha sin firmar la paz foxiana, es decir, tal como la imagina y la exige Fox.
Estamos ante un crudo (pero aleccionador) choque entre la cultura de la dignidad indígena y la subcultura de la soberbia politiquera. Imposible no asociar esta última con la soberbia de los papás supermachos. Estos que se largan de su casa sin siquiera reconocer a sus hijos y que luego de varias décadas de ausencia, regresan por un poquito de amor y reconocimiento. El hijo abandonado se resiste a aceptar al supermacho como si fuese un papá ejemplar. El niño está urgido de apoyos por parte del papá. Y éste, más macho que Juan Camaney, no atina a imaginar más que una propuesta de reconciliación: te doy tu domingo, pero con la condición de que me digas "papá". Dejo en paz (mediática) tu marcha, y hasta te consigo a la nana Cruz y a su hermana Roja para que te acompañen, pero entra en contacto directamente conmigo. Dime Papá Gobierno.
Claro que bajo los valores de la cultura criolla, la perseverancia zapatista en no reconocer a quien ni siquiera ha cumplido con tres señales mínimas de confianza, aparece como una necedad. Acostumbrados a negociarlo todo --desde la madre Tierra hasta las culturas madre de nuestro país-- les suena absurdo no aceptar la protección de la marcha por parte del enorme aparato disponible para ello.
No menos claro es que mientras la cultura de la dignidad no se imponga a la cultura de la soberbia jamás se alcanzará una paz verdadera ni en Chiapas ni en ningún otro lado. Es más, nunca la transición democrática de México será durable o creíble mientras prevalezca la soberbia que tanto ha dañado al país desde su nacimiento, es decir, desde la soberbia "conquista" de los españoles.
Ante el pleito dignidad vs. soberbia siempre hemos apostado, y seguiremos haciéndolo, por la primera. Si no nos equivocamos, eso mismo se verá en el propio "concierto por la paz" del Estadio Azteca, entre otras cosas, porque los integrantes de Maná y Los Jaguares están y estarán del lado de la dignidad. Aunque no existe aún, son ya arquitectos del Palacio de las Dignas Artes, Palacio por construirse, sin importar el sitio, mientras la cultura de la soberbia no aparezca y nos deje en paz. En paz verdadera, no mediática.