DOMINGO Ť 25 Ť FEBRERO Ť 2001

Adelfo Regino Montes

La marcha por los derechos indígenas

Según la filosofía y cosmovisión de numerosos pueblos indígenas de México, el espacio y el tiempo existen transcurriendo en forma de espiral y en constante ascenso. Así, el creador y dador de vida nos ha dado fuerza y aliento para caminar este mundo en medio de las alegrías y adversidades que son comunes para todos. Dicen entonces que la ruta de la justicia y de la esperanza es precisamente una espiral que gira sobre su propio eje, contrario a las manecillas de un reloj.

Este pensamiento está vigente en la marcha que han iniciado diversas comunidades y pueblos indígenas de Chiapas, representados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en su recorrido por 12 estados de la República y su arribo a la capital del país, con el propósito de lograr el reconocimiento constitucional de los derechos indígenas en los términos pactados en San Andrés, y concretados en la iniciativa de reformas constitucionales de la Comisión de Concordia y Pacificación.

En su marcha, el EZLN no va solo. Lo acompañan numerosos representantes de los pueblos indígenas del país, articulados básicamente en el Congreso Nacional Indígena (CNI), así como una sociedad civil preocupada por la paz en México. En este marco, el Ejército Zapatista sostendrá un encuentro inédito con diversos pueblos indígenas del país. Más allá del encuentro físico, habrá un encuentro de realidades y esperanzas. Una realidad llena de marginación, pobreza, exclusión, explotación y colonialismo aberrante, situaciones que viven día con día nuestros pueblos. A la par, el paso de los zapatistas por nuestros pueblos y regiones, dejará un manto de esperanza hacia un futuro con vida digna para todos.

Especial importancia tendrá la realización del tercer Congreso Nacional Indígena, en la comunidad de Nurio, Michoacán. Ahí se reunirán numerosos representantes de nuestros pueblos indígenas para refrendar los acuerdos de San Andrés, como el programa de lucha fundamental de los indígenas mexicanos, y dar apoyo pleno a la iniciativa de ley de la Cocopa.

Este encuentro, entre el EZLN y los pueblos indígenas de México, volverá a poner en la conciencia nacional e internacional, la necesidad de una nueva relación entre los pueblos indígenas y el Estado mexicano, basado en el reconocimiento del derecho a la diferencia, en el respeto a la autonomía, la libre determinación y los sistemas legales de los pueblos, en el cuidado de los recursos naturales y territorios indígenas, y en general, hacia todo aquello que cimiente la verdadera reconstitución de los pueblos indios y del país mismo.

Estos principios, que se encuentran plasmados en los acuerdos de San Andrés y en la iniciativa de ley de la Cocopa, constituyen la verdadera esencia de la movilización en torno a la cual la sociedad civil y la opinión pública deberán manifestarse pacífica y respetuosamente. Así lo hemos constatado en la marcha de los mil 111 zapatistas, realizada en septiembre de 1997, y en la Consulta Nacional por el Reconocimiento Constitucional de los Derechos Indígenas y el fin de la Guerra de Exterminio, realizada en marzo de 1999, en el que emitieron su opinión aproximadamente 3 millones de mexicanos y mexicanas.

A esta exigencia ciudadana deberán atender los diputados y senadores del Congreso de la Unión, a fin de saldar la deuda histórica que tiene el Estado mexicano con los pueblos indígenas. La sociedad en general, y en especial el gobierno federal, deben entender que la paz no se realiza con una simple firma, sino debe ser un proceso en el cual se deben ir construyendo las condiciones generales para que los pueblos indígenas tengamos una vida justa y digna.

Mientras tanto, es la hora en que todos debemos abrir nuestros pensamientos y corazones para sumarnos a la movilización pacífica que han iniciado nuestros hermanos del EZLN, evitando todas las actitudes que pudieran obstaculizarla. En el círculo del tiempo de nuestros pueblos algo nuevo ha iniciado, por eso, apostemos a la paz.