SABADO Ť 24 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Amonites, dinosaurios y laboratorios acompañan al visitante

Dos Saltillos conviven en el desierto: un museo interactivo y la zona roja

Ť Más de 30 controlados congales, a la orden las 24 horas del día

FABRIZIO LEON DIEZ ENVIADO

Saltillo, coahuila. En medio del desierto se encuentra un museo. El Museo del Desierto contempla desde su soledad los cactus, un cielo azul y los rayos quemantes del sol. Adentro atesora una impresionante colección de objetos que atestiguan la historia de la humanidad a partir de lo que fue mar y donde ahora, en medio de dunas y tierra ajada, se ha levantado uno de los museos más importantes de México en el mundo.

Con tecnología de punta y una museografía imaginativa, interactiva y por demás didáctica, el Museo del Desierto en Saltillo, Coahuila, se revela como un viaje único, que bien vale la pena conocer y difundir.

Este es un viaje a Saltillo.

Uno

El desierto chihuahuense es el más grande de Norteamérica y diez estados de la República se inscriben dentro. Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro, Aguascalientes y los estados gabachos de Nuevo México y Texas. A diferencia de otros, este desierto tiene más vida que aridez y de esto trata el museo. En cuatro grandes salas sintetiza toda la vida.

Entrando nos saludó un enorme fósil de un caracol, según dice la placa es el Amonite más grande de México. Data del cretácico superior y fue encontrado en Jiménez, Coahuila. Un aire fresco con hermosos sonidos sorprenden los primeros pasos, luego la fulminante idea de José Emilio Pacheco, incrita en enormes letras: "El desierto en el fondo de un mar ausente... en vez de agua, peces. Huellas de naufragio... las dunas son montañas de un día". Por una rendija de la pared, a manera del mejor vouyerismo, al asomarse se ve un espejismo. En una imagen insólita observamos el agua que al fondo de cualquier carretera se ve, cuando uno viaja por el desierto. A un lado se ve por una vitrina la animación perfecta en tercera dimensión, de una lluvia nocturna. El personaje es como un títere de verdad.

Dos

MuseodesiertoLa sala principal no tiene madre, perdón. Quise decir que es impresionante. Dos esqueletos perfectos de dinosaurios y un ave enorme queriendo volar. Al bajar por la rampa para observarlos de cerca, otra vitrina intima con un laboratorio de paleontología donde los investigadores trabajan a los ojos de los visitantes. Luego el big-bang. La explicación histórica del tiempo. ¿Sabe usted desde hace cuanto existe todo lo que existe? La gran explosión de toda la materia del universo. Luego las tinieblas sin fecha (sólo hace millones de años) y de ahí la era paleozoica (245 millones de años) explicada paso por paso. Alucinante saber que de ahí viene la formación del oro, la plata y el cobre, los tres metales que marcan nuestra época cuaternaria (los últimos 10 mil años) y dan sustento a la base monetaria, al lucimiento de joyas y al avance de la medicina.

Sigue el museo gritando en su soledad. No acaba uno de salir de la sorpresa de estar abajo de las fauces del famoso tyrannosaurus rex y a unos centímetros de las garras del esqueleto del "primer dinosaurio de Coahuila", un kritosaurus, encontrado en la presa San Antonio, cuando entramos a la modernidad. Bueno, es un decir, porque a manera de impronta sobre yeso, se muestran una huellas de un hombre o mujer (a las huellas no se les ve el sexo) que están fechadas como 10 años antes de Cristo. ¿Y el desierto?, pues ahí está. Todo eso ha pasado en el desierto de Coahuila, todos son vestigios de coleccionistas particulares que donaron a esta excelente producción cultural sus tesoros. También intervino el INAH y varios museos regionales, pero no se sabe mas de la idea, porque no hay ficha que muestre quien organizó esto. Sólo están los productores. Todos los industriales de la zona y los apellidos de abolengo: están los Garza y los Sada en varias modalidades. Y sus firmas públicas: Chrysler, Peñoles, Altos Hornos, Domos, Vitro y Teksid. La Universidad Autónoma de Coahuila y el gobierno del estado. ¿Pero quién lo ideó, quién hizo la investigación, la técnica y el diseño?, pues no se sabe. No lo dice el catálogo, ni el tríptico. O por lo menos no es notable, cuando debería serlo.

Tres

Al final de otra duna, en el museo se encuentra un cosario del siglo pasado. Mantequilleras, cilicios (esos extraordinarios chicotes de varias puntas para autoflagelarse), arados de rama de árbol de una sola pieza, molcajetes deliciosos, un teodolito de antología, pero no tienen ficha ¿dónde se encontraron? En un rincón de la historia moderna del desierto nacional, se encuentra un homenaje animado a la película Viento Negro, gran detalle. Todo el tiempo nos recuerdan los tiempos milenarios. Hace 145 millones de años era el jurásico, ahora estamos en la segunda etapa del cuaternario que se llama holoceno y creemos que ya sabemos todo por Internet. Nada, hay que seguir caminando por el Museo del Desierto y llegar a las imágenes que a ritmo de hip-hop nos muestran la industria del desierto. De repente aparece el correcaminos (geococcyx velox). Pastizales postizos, cactus de vidrio y nidos de hormigas nos explican que la vida es un etcétera recomendable.

Al salir del museo del Desierto el paisaje es interrumpido por una fresca brisa de sol. Es la sed.

Cuatro

La ciudad de Saltillo está rodeada por zonas áridas y cordones de miseria. Al centro de la capital, decenas de centros comerciales se disputan a un público pudiente que se emplea en las cientos de industrias. Una ciudad limpia y con altos niveles de seguridad vive sus tardes entre la luz quemante del sol y el paso cansino de sus habitantes. La oferta gastronómica es amplia pero se imponen los tres restaurantes donde el cabrito rifa. Uno de ellos es El Principal, por demás recomendable. Antes había que viajar a Monterrey, a escasos kilómetros, para conseguir todo y para divertirse. Ahora no. Saltillo es para orgullo de sus habitantes toda una ciudad, donde dos museos son muestra de su cultura y esfuerzo. Uno, el que ya reseñamos, el Museo del Desierto y otro que se llama el Museo de las Aves de México. Una donación de dos mil aves disecadas que el señor Aldeguno Garza de León coleccionó y que ahora es un acervo "de la riqueza natural de la patria".

Al principio nos dijeron que en Saltillo el gobernador había prohibido los "antros de encueradas" y que había muy pocos y controlados congales. Pero en la noche los taxistas desmintieron la versión oficial y nos aseguraron "aquí lo que sobran son congales, hay un chingo". Y así es. El Conejo Loco, donde está establecido un table de primer nivel. Otro llamado El Botánico, donde la discreción es parte de la bruma sexual y otros.

Pero lo que es de llamar la atención es la zona roja de Saltillo.

Cinco

ZonarojasaltilloPor cincuenta pesos cualquier taxista lo puede llevar a la zona de tolerancia. Esta se encuentra a las orillas de la ciudad, por la avenida Vicente Guerrero, para ser exacto. Al llegar a la puerta del predio, dos amables policías lo reciben y lo esculcan minuciosamente para localizar armas de fuego, cuchillos, navajas, botellas, grandes hebillas, o cámaras fotográficas, como fue el caso de quien escribe. De manera inaudita explican su proceder y remiten a la comandancia los casos que ellos no pueden resolver. A un lado está la casa donde el comandante juega relajadamente dominó con sus compañeros y aceptan cuidar las pertenencias de valor que no pueden ingresar a la zona. La experiencia cora indica que siempre hay que llevar otra cámara.

Una calle principal divide a un pueblo pequeño que consiste en más de 35 antros divididos en cuatro bloques. Cantinas, taquerías, bares, tables, cabarets, cervecerías. Marquesinas con títulos notables como El Foco Rojo, La Estrella, Cariñosas, etc. Murmullos de música popular a tono con la noche y un fuerte olor a vida y pantaletas. Medio iluminada la calle, invita al sueño de la película que no se ha filmado. Menudas y regordetas luciérnagas deambulan de bar en bar. Fuman y piden cigarros... lo normal. No hay cover ni derecho de admisión, estando adentro de la zona roja mas organizada del país. La mas vigilada y recomendada por todos los noctámbulos norteños.

Nada como beber bebidas frías y platicar con mujeres que no conoces. Inigualable las notas de La cumbia de los pajaritos. Borrachera segura si bailas Chambacu. Desvelada a morir si en el momento culminante de la platica Las nieves de enero de Chalino Sánchez nos mojan. Noche de triunfos si los Barón de Apodaca nos acuchillan y nos señalan con Y por esa calle vive, la que a mi me abandonó.

Pero como no se puede cambiar de vida, cambiemos de bebida y de lugar. Cualquiera es bueno. En cualquiera seremos bien atendidos. No hay que salir de la zona de placer para encontrar lo que buscamos.

Pequeños cuartos al fondo de los bares donde por unos minutos puedes ser feliz. La sanidad te la aseguran las tarjetas que las muchachas muestran si la pides. Que pueden decir los sellos que no te ofrezcan ellas. Doscientos, trescientos, cuatrocientos y quinientos pesos. Veinticinco pesos la cerveza, treinta la cuba. Cuarenta el whisky... pero hay cosas que el dinero no puede comprar.

Si de nostalgia se trata, no hay como caminar por esta pequeña ciudad de perdición ordenada. Limpia y divertida. Dicen que si te pones loco, la policía no te retira. Habla contigo y si estás agresivo te sacan, pero si sigues de necio, te detienen. Pero de eso no hay, dice Don Juan.

Las muchachas te acompañan por un trago o dos. Pueden llevarte a conocer otros bares, sólo hay mas de treinta. Bailan y te piden una propina. Prefieren decirte que sí, a contarte su historia.

Si de plano tus necesidades son otras, hay oferta. Un grato equipo travestí tiene su lugar apuntalado. Si prefiere su casa de citas, la de Panchita es la que se impone. Uno pregunta y el taxi dispone. Por setenta pesos cualquiera te regresa, en perfecto orden a tus aposentos.

Seis

Bien vale Saltillo por su desierto en museo y el dulce de membrillo, su pan de pulque, la platica de los oriundos, los centros comerciales, las oportunidades de trabajo, su industria floreciente, los bajos precios y la zona roja.