SABADO Ť 24 Ť FEBRERO Ť 2001
Alejandra Moreno Toscano
Que la bandera mexicana cubra a todos
En una declaración reciente de Vicente Fox al Wall Street Journal Americas, que reprodujo el periódico Reforma el 22 de febrero, el Presidente dijo: "Creo que estará absolutamente claro en unas pocas semanas quién es el que desea la paz, y si vamos a obtenerla... Si no, la opinión pública estará conmigo ya que yo estoy proporcionando todo lo que Marcos ha solicitado. Así que para mí, ésta es una buena jugada".
Me llamó la atención esa nota, porque coincidió con la lectura que acababa de hacer de un documento histórico: el decreto firmado por Venustiano Carranza, el 12 de diciembre de 1914, que modificó el Plan de Guadalupe para que subsistiera hasta el completo triunfo de la Revolución. Entre los argumentos con que se justificó la continuación de la guerra civil está el siguiente: "que esta primera jefatura no puso ningún obstáculo a la traslación de la convención militar a la ciudad de Aguascalientes, aunque estaba íntimamente persuadida de que, lejos de obtenerse la conciliación que se deseaba, se había de hacer más profunda la separación entre el jefe de la División del Norte y el Ejército Constitucionalista, porque no quiso que se pensara que tenía el propósito deliberado de excluir a la División del Norte de la discusión sobre los asuntos más trascendentales, porque no quiso tampoco aparecer rehusando que se hiciera el último esfuerzo conciliatorio, y porque consideró que era preciso, para bien de la Revolución, que los verdaderos propósitos del general Villa se revelasen de una manera palmaria ante la conciencia nacional, sacando de su error a los que de buena fe creían en la sinceridad y el patriotismo del general Villa y del grupo de hombres que le rodean". Dicho en otras palabras: no tengo nada personal contra Francisco Villa; quiero que quede claro que deseo la paz y que he hecho todo por conciliar; espero que la opinión pública me dé la razón y se convenza de que Villa es un intransigente. La estrategia de Carranza era nítida y el texto es una declaración de guerra. Los ciudadanos armados que luchaban contra la usurpación de Huerta se habían dividido. Deslindados los campos, de un lado quedó el primer jefe; del otro, Francisco Villa y su aliado ocasional, Emiliano Zapata. Comenzó así la etapa más sangrienta de la guerra civil (o segunda fase de la Revolución mexicana).
Lo que dijo Fox también es parte de su estrategia, pero Ƒcuál? Porque decir que sí desea la paz, mientras mantiene dudas acerca de la intención del otro... es el camino más corto para retroceder. Anticipar que la opinión pública acabará convenciéndose de que él sí quiere la paz, pero los otros son unos intransigentes... revela que ha diseñado una operación de imagen y medios para convencer a la sociedad. Pero convencerla Ƒde qué? ƑCon qué propósito?
ƑQué pasaba en 1914 cuando Carranza firmó el decreto citado arriba? Cinco meses antes, en junio, una conferencia telegráfica con Villa produjo la ruptura. El núcleo de la discusión fue la decisión sobre quién comandaría la toma de Zacatecas. Esa plaza podía asegurar la derrota del Ejército porfirista o bien, perder la guerra frente a Huerta. Carranza ordenó que tomara la plaza Pánfilo Natera. Villa conocía a su subalterno y sabía que era mal estratega. Pidió ir personalmente a dar la batalla. "Es una orden", le contestó el primer jefe. Villa renunció a seguir encabezando la División del Norte. Sabía, porque Felipe Angeles lo tenía claro, que el resultado de Zacatecas era el destino del constitucionalismo. Como militar, sabía también que no se debe dar batalla sin calcular previamente la posibilidad de ganarla. A Carranza, con su visión jerárquica de la política, le importaba más ser obedecido. Ante la cerrazón de Carranza, el resto de los generales de la División del Norte también desconocieron al primer jefe. Los generales de la División del Norte le renunciaron a Carranza y, de hecho, el Ejército constitucionalista se escindió. Natera fracasó. Y Villa, "sustraído por completo a la obediencia del cuartel general constitucionalista", tomó Zacatecas y derrotó a Huerta. Demostró a Carranza que no había tenido razón militar. A partir de entonces, Carranza impidió, por todos los medios a su alcance, que Villa llegara a la ciudad de México antes que el jefe de la División del Noroeste, Alvaro Obregón. Cuando el 15 de agosto Obregón llegó a la ciudad de México y firmó en Teoloyucan los tratados de disolución del Ejército porfirista, el constitucionalismo carrancista se adjudicó el triunfo y desató otra guerra. Las facciones revolucionarias se dividieron sin remedio. Ya no pudieron organizar un nuevo gobierno. La convención de jefes revolucionarios de octubre, en Aguascalientes, tampoco llegó a nada. En diciembre se publicó ese acuerdo en Veracruz. La visión de Villa como bandolero movido por la reacción, data de esa época. La derrota de Villa en Celaya sería en abril de 1915, tres meses después. El protagonista de ese episodio no fue Carranza, sino Alvaro Obregón.
ƑQué ha pasado entre el 94 y el 2001 en Chiapas? De manera demasiado frívola el secretario de Gobernación dijo en una entrevista con La Jornada que está facilitando las cosas porque los zapatistas "están apoyando una iniciativa del Presidente". ƑA eso se limita la estrategia del gobierno? Quienes tomaron las armas hace siete años ahora marchan hacia la ciudad de México, con el propósito de presentar sus argumentos políticos ante el Congreso de la Unión. Han tomado esa decisión después de reflexionarla largamente. Están construyendo un nuevo discurso sobre los espacios de su participación política, muy complejo y difícil de procesar para cualquier Estado político centralizado. Están construyendo, a su manera, la esperanza de que van a ser escuchados por el Congreso. Lo dicen con sus palabras: quieren que la bandera mexicana cubra a todos.
ƑPor qué hacer este contraste de circunstancias tan alejadas en el tiempo? Porque el episodio de la escisión de los revolucionarios prefiguró la naturaleza del nuevo régimen que entonces comenzaba a formarse. La centralización de funciones que anticipan los artículos 2Ɔ y 3Ɔ de ese decreto perfilaron lo que después conocimos como las reglas "no escritas" del presidencialismo mexicano. La Constitución de 1917 suavizó algo el personalismo de la etapa preconstitucional, pero surgió de esa matriz. El triunfo de una facción y la exclusión de las otras está en la naturaleza profunda del régimen naciente. Un régimen faccioso se sustenta en una simulación: decir que es para todos, pero reservarse el derecho de señalar quiénes son "todos". De esa exclusión sistémica se derivan las decisiones concretas: los adversarios políticos son tratados como enemigos; la lucha social no administrada puede ser rechazada tachándola de oposición subversiva. Un sistema así polariza a la sociedad como estrategia de gobierno. Expulsa de la idea de nación a quienes le incomodan o a quienes excluye. Precisamente ese es el régimen que la sociedad mexicana quiere cambiar. Ahora los ciudadanos no están en armas, se han propuesto reorganizar el régimen político por vías democráticas.
El nuevo régimen político en formación no puede basarse en el retorno a la visión facciosa. Por el contrario, debe basarse en la inclusión de los ciudadanos en la construcción de un marco de leyes que nos permitan convivir y desarrollarnos, reconociendo diversidades y diferencias. No es una "paz de a mentiritas". El nuevo régimen de convivencia política puede construir una paz verdadera. De eso se trata.
Hasta el momento, las indecisiones del gobierno de Fox frente a Chiapas han tenido más impacto que sus decisiones positivas. Su gobierno no parece haber entendido el significado de las tres señales que demandó el EZLN para continuar el diálogo. Ha dicho que quiere la paz, pero no ha mostrado contundentemente que puede dejar atrás los instrumentos de la guerra; ha liberado presos, pero con resquemores. Y si se necesitaba una estrategia de medios y de creación de imagen, hubiera sido mejor dirigirla a debatir el significado de los acuerdos de San Andrés. Como en el gobierno hay posiciones distintas, la sociedad tiene dificultad en distinguir entre quién habla con autenticidad y quién disimula.
La marcha zapatista es una oportunidad que no podemos echar a perder. Si el régimen político que se está formando deberá ser democrático e incluyente, tendremos que ser congruentes. El EZLN, siete años después, se está decidiendo por una opción política. Debemos entender que pasar a sostener una lucha por la igualdad de derechos civiles no será fácil (porque nunca lo ha sido) ni eliminará tensiones ni dejará de plantear el riesgo de la confrontación. Debemos entender que una lucha por el reconocimiento de la diversidad, sobre todo cuando está planteada como derecho cultural, llevará a situaciones inéditas; nos obligará a repensar cosas que antes habíamos considerado normales. Ese es el reto que nos plantea la marcha zapatista. No lo plantea sólo al gobierno, sino a la sociedad, a la nación.