VIERNES Ť 23 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Leonardo García Tsao

Tacos de ojo y otras menudencias

¿Quién hubiera pensado hace unos años que uno de los héroes más populares de ficción sería un asesino múltiple, dado a comerse a sus víctimas? En su tercera aparición cinematográfica ?segunda con el rostro de Anthony Hopkins? el psiquiatra Hannibal Lecter se ha convertido no sólo en el protagonista sino también en el galán de una perversa historia de amor.
anthony hopkins
Dirigida por Ridley Scott y adaptada por David Mamet y Steve Zaillian de la novela homónima de Thomas Harris, Hannibal no puede evitar las comparaciones con su antecesora, El silencio de los inocentes, de Jonathan Demme. Pero la película de Scott funciona en sus términos pues no intenta emular esa complejidad moral ni tampoco el simétrico juego de personajes equivalentes hecho por Demme; trata simplemente de la persecución del asesino titular a cargo de tres personajes: Clarice Starling (Julianne Moore), la esforzada agente del FBI con quien Lecter había establecido una especial relación la vez anterior, ahora ordenada por sus superiores a capturarlo para recuperar el prestigio perdido en una fallida redada contra narcotraficantes; el millonario pederasta Mason Verger (Gary Oldman, sin crédito inicial) que busca vengarse del psiquiatra por haberlo persuadido a deformarse su propia cara a rebanadas; y el policía italiano Rinaldo Pazzi (Giancarlo Giannini), quien ha localizado a Lecter en Florencia y desea cobrar la recompensa ofrecida por Verger, para mantener contenta a su joven y suculenta esposa (Francesca Neri).

Nuevamente situado entre el thriller policiaco y la película de horror, el enfrentamiento entre Starling y Lecter tendrá esta vez una resonancia diferente, más emparentada con el romanticismo de la Bella y la Bestia en versión torcida. En este caso, la Bestia es un irónico ángel exterminador que asesina a quien se lo merece; mientras la Bella es un caso límite de rectitud, fascinada por el genio del mal que se ha prendado de ella quizás a primera vista, según cita a Dante. Los dos constituyen un yin y yang de pureza en un contexto de corrupción dominante, donde un insufrible funcionario del departamento de justicia (Ray Liotta) es capaz de actuar según los intereses de un verdadero monstruo como Verger, cuyo aspecto evoca al Grinch después de un baño de ácido sulfúrico.

Scott supera en destreza visual a Demme, por lo que Hannibal es un ejercicio mucho más admirable en la estética del horror. De hecho, desde Alien, el octavo pasajero el cineasta no había hecho chocar su elaborada artesanía con una violencia gráfica tan visceral. Las secuencias en Florencia le permiten crear una atmósfera de amenaza en la penumbra, digna de los Borgia. Mientras la media hora final despliega una refinada crueldad ?la que le faltaba a Gladiador, precisamente? que hará relamerse a los seguidores pubescentes del gore.

Por su parte, Hopkins ha decantado a su personaje. Este Hannibal es menos siniestro y más seductor, un caballero culto, de elegantes modales que cualquier anfitrión estaría gustoso de invitar a cenar, si no fuera por sus peculiares apetitos. Aunque Moore no posee esa mirada de férrea inteligencia, distintiva de Jodie Foster, es una actriz de mayor rango y aquí sugiere el desgaste emocional que sobre Starling han provocado diez años de estar sumergida en la violencia (el libro Guinness la nombra la agente con la cifra récord de muertos en su haber), y en un ambiente discriminante, donde el ser mujer y de origen humilde sigue siendo un estigma. Ambos intérpretes se encargan de escenificar con convicción la cena de cortejo más depravada en la historia del cine. La resolución, sin embargo, queda interrumpida. Otra secuela es obligatoria.

NOTA: No sólo los asesinos múltiples son culpables de mutilaciones escandalosas. Hace tres semanas se publicó en esta sección mi crítica sobre la cinta A sangre fría, que no resulta válida por el simple hecho de que la distribuidora ArteCinema ?según comprobé después? le ha cortado casi veinte minutos de metraje. Obviamente, la versión exhibida en México no es la pensada por su director Christopher McQuarrie, y es un atentado contra sus derechos de autor y los nuestros como espectadores. No es la primera vez que ArteCinema mutila una película por intereses puramente comerciales y alguna autoridad debería intervenir para evitar se sigan cometiendo ese tipo de fraudes.

 

HANNIBAL

D: Ridley Scott/ G: David Mamet, Steve Zaillian, basado en la novela homónima de Thomas Harris/ F. en C: John Mathieson/ M: Hans Zimmer/ Ed: Pietro Scalia/ I: Anthony Hopkins, Julianne Moore, Ray Liotta, Frankie R. Faison, Giancarlo Giannini/ P: Scott Free Productions en asociación con Dino de Laurentiis, para Universal. EU, 2001

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