VIERNES Ť 23 Ť FEBRERO Ť 2001
José Cueli
Genocentrismo
De entre las noticias que en los últimos días acaparan la atención mundial, sismos, bombardeos, amenaza de recesión en las economías y demás nuevas poco alentadoras, destaca el hecho (anunciado meses atrás) de que los científicos disponen ya de un catálogo virtualmente completo de los aproximadamente 30 mil genes humanos. La gran expectativa que esto ha despertado apunta a la posibilidad de contar con la información del secreto para construir el órgano más especializado con que cuenta el ser humano, el cerebro, sede de las capacidades cognoscitivas y creativas.
Pareciera que los años por venir serán los propios del genocentrismo. Se piensa que pasarán décadas hasta tener un desciframiento completo. El genoma humano está formado, aproximadamente, por 3 millones de pares de bases químicas. Traducido al lenguaje común, esto significa algo así como 6 millones de letras. De hecho, en la compañía estadunidense Celera Genomics dos científicos españoles se han dado a la tarea de implementar una herramienta informática capaz de integrar 6 millones de letras en una única figura, la cartografía del genoma.
De entre las muchas esperanzas e inquietudes que un hallazgo de tal magnitud ha despertado, una se relaciona con el comportamiento humano y la posibilidad de predecirlo de acuerdo con un desciframiento de bases genéticas. El asunto del determinismo biológico está en cuestión. Sin embargo, sería reduccionista pensar que la herencia pueda condicionar en forma determinante el comportamiento humano. Si bien es cierto que existe cierto grado de predisposición genética para ciertas conductas (por ejemplo las tendencias adictivas) y algunas enfermedades (no muchas) estrictamente genéticas, los genes no hacen sino trazar ciertos marcos generales cuyos contenidos finales dependerán siempre del entorno y de lo impredecible de las circunstancias individuales de la ''historia" personal.
El ser y su devenir, sus contenidos inconscientes escapan a todo intento de plasmación cartográfica. Si la cantidad de letras, como se dice de 6 millones aproximadamente, pueden ser concentradas en una imagen, las letras que dan paso a la escritura interna están, como dijo Freud, en constante juego de traducción y transcripción para propiciar nuevas significaciones. La psique humana está en permanente escrituración lo cual genera nuevos sentidos que se despliegan en un espaciamiento y en una temporalización (atemporal) que poco o nada tienen que ver con los conceptos convencionales de tiempo y espacio conocidos.
De hecho, es con Freud que la temporalización pasado-presente-futuro deja de ser un parámetro útil para explicar las manifestaciones de la conducta humana cuyos determinantes, verdaderos enigmas individuales por descifrar, tienen su origen en los sustratos más profundos del inconsciente humano.
Los avances acerca del mapa genómico tienen o podrán tener beneficios sorprendentes y valiosísimos en la detección y prevención de trastornos genéticos y en la cura y la prevención de enfermedades que hoy nos aquejan y contra las cuales aún no hay tratamientos posibles para evitar el deterioro severo de las condiciones de vida y/o la muerte.
Sin embargo, en cuanto a la conducta humana los alcances y las pretensiones de decodificación de la psique deberán ser más humildes. A final de cuentas, en lo que al comportamiento se refiere ''somos humanos, demasiado humanos".
Por tanto, debido a nuestra insoslayable carga de ''humanidad" deberíamos tener en cuenta que conforme el hombre avanza en sus logros científicos, reaparece, con mucha frecuencia, el narcisismo y la omnipotencia infantil y con ello la parte oscura de la persona.
En días recientes un interesante editorial del diario El País, en torno de este asunto, alertaba sobre el riesgo de que ahora las aseguradoras podrían ejercer presión para que, en su momento, se les revelaran datos, con base en la posibilidad de predicción de enfermedades futuras y la factibilidad de adquirir hábitos perniciosos para la salud.
Una tarea apremiante, sin duda, será impulsar legislaciones que preserven la ética médica, al individuo y sus derechos y no, como suele suceder, privilegiar los intereses económicos de unos cuantos.