viernes Ť 23 Ť febrero Ť 2001
Jaime Martínez Veloz
La guerra de la propaganda
l denunciar la autocensura británica, George Orwell afirmó: "Lo ominoso de la censura literaria en Inglaterra es que en gran parte es voluntaria. Las ideas impopulares pueden silenciarse y los hechos inconvenientes mantenerse en la oscuridad, sin necesidad de ninguna prohibición oficial". El inglés se refería a sus dificultades para encontrar editor de su sátira antiestalinista Rebelión en la granja, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando resultaba inconveniente criticar al aliado soviético.
Orwell alertó sobre los sutiles mecanismos perversos de manipulación lingüística como poderosa herramienta de propaganda y desinformación, tesis desarrollada en su libro 1984. Su brillante capacidad de análisis ha quedado de manifiesto en toda su obra. Estupendo crítico de la intelligentzia de su tiempo, les reprochó su oportunismo para evitar la difusión de doctrinas equivocadas, según los deseos desde el poder. Tal vez previó que estos nuevos mandarines se someterían gustosos al nuevo amo, y de servir al Estado, pasarían a subordinarse a los intereses de las corporaciones privadas.
Las corporaciones privadas requieren del discurso ideológico por el cual propagar su "verdad" y construir la ingeniería del consenso social para hacer coincidir los intereses populares con los privilegiados intereses clasistas, económicos y políticos, que defienden. Un ejemplo muy claro de la mezcla de trabajo intelectual y burda propaganda es la farisaica actitud de las poderosas televisoras, cuya cobertura del conflicto chiapaneco, por lo menos en uno de los casos, ha sido abierta y cínicamente sesgada, haciendo pasar como noticias lo que en realidad es propaganda y desinformación.
Aprovechando la noble disposición de rockeros, las corporaciones privadas Tv Azteca y Televisa diseñaron todo un aparato propagandístico y desinformativo para crear un ambiente paranoico, sin analizar las causas del conflicto indígena en el sureste, todo ello con tal de implantar en el imaginario colectivo nacional la consecución de la paz como la gran "solución" a los problemas en Chiapas. Sin embargo, no es la paz lo que está a discusión en el país. De hecho, antes de la comprensible sublevación comunitaria étnica de 1994, había paz en México. También hubo paz en el porfirismo.
Lo que las corporaciones privadas pretenden es eliminar toda discusión seria y profunda sobre las raíces complejas de un movimiento social justo y por ello peligroso para sus intereses. De esta forma, Chiapas es reducido a un regordete pichón bien maiceado y a un ridículo y baboso moñito verde, como si para resolver problemas bastase un masivo ejercicio kalimanesco de concentración simultánea, como reza el cretino mensaje televisivo: "La paz es posible si todos la deseamos al mismo tiempo". Asimismo, se deforma el significado de Woodstock y Avándaro, demostraciones contra el establishment, no a favor del status quo, como se advierte en el acto frívolo del 3 de marzo, cuya propaganda se abstiene de mencionar las causas del conflicto indígena nacional.
Perversamente, Fox manipula la información, pretendiendo que es la paz el punto nodal del momento. El EZLN ha mantenido congruencia, pues desde la administración zedillista dejó en claro las condiciones indígenas mínimas solicitadas para comprobar la verdadera voluntad federal: retiro de los militares de las comunidades zapatistas; liberación de presos políticos vinculados al movimiento; aprobación de la iniciativa de Ley sobre Derechos y Cultura Indígenas.
Sobre este último punto, los ideólogos al servicio de las corporaciones privadas, que se hacen pasar por "analistas", han estado a punto del soponcio. Temen, según ellos, una amenaza a la libertad, implícita al garantizar a los inditos los derechos hasta ahora reservados a la gente de razón. Las corporaciones privadas defienden "su" libertad para, por ejemplo, transmitir por televisión basura en cantidad industrial porque, dicen, eso es lo que entretiene a la gente. Pretextan cínicamente que la función televisiva es divertir. Tienen todo el derecho de transmitir lo que les plazca. Lo que no deberían hacer es mentir, como la corporación que filmaba asaltos actuados y los transmitía como "noticias". Asimismo, disfrazaba a sus empleados como "estudiantes" para protestar contra funcionarios desagradables. Ahora se disfrazan ellos de pacifistas en un ejercicio refinado de desinformación y tergiversación de los hechos. Es lógico que defiendan sus privilegios, pero podrían ser más honestos.
The Teletubbies, una formidable serie televisiva infantil de la BBC, fue rechazada por nuestra corporación. La razón fue que los ingleses pidieron la transmisión continua, sin comerciales, del programa. La corporación rechazó esta amenaza a la libertad. Plagió literal y mediocremente, como es su costumbre, la serie inglesa, e incrustó sus inefables comerciales para que los niños mexicanos gozaran de la libertad de elegir.