Ť Programas y temporadas son definidos por un consejo de 13 personas
La participación democrática, germen del calendario anual del Gran Teatro de Ginebra
Ť Su genealogía se remonta a la primera sala de espectáculos, en 1738, de esa urbe suiza
Ť Políticos y administradores respetan las decisiones artísticas de Renée Auphan
PABLO ESPINOSA ENVIADO
Ginebra, Suiza. En la temporada actual y actuante del Grand Théâtre de Genève, apunta el responsable de Asuntos Culturales de esta breve urbe cosmopolita, Alain Vaissade, ''uno encuentra el fruto de las opciones fundamentales que delinea el rumbo artístico de esta institución, dirigida por Renée Auphan: un equilibrio remarcable entre los pilares del repertorio, la música del siglo XX y la producción barroca".
En el primer rubro que menciona Vaissade figuran óperas de Mozart (El rapto del serrallo), Puccini (Tosca), Wagner (Sigfrido) y Bizet (Carmen), mientras que el siglo XX está representado por el checo Leos Janacek (Jenufa), el francés Jean-Michel Damase (Madame de) y Alberto Ginastera (Beatrix Cenci), autor argentino que vivió sus últimos años en esta ciudad, donde reposan sus restos flanqueado por las tumbas respectivas de Borges y de Ansermet. El ámbito barroco está cubierto por Platée, la bella ópera de Rameau de cuya puesta en vida dimos cuenta ayer en este espacio.
Se trata, califica Alain Vaissade, de una programación caracterizada por ''puestas en escena inventivas y en ocasiones audaces, elegidas por Renée Auphan".
Interacción binacional
El diseño de política cultural que encabezan la dama Renée Auphan y el señor Marcel Quillévéré es sujeto actual de un intercambio artístico de Suiza con México. Quillévéré, cantante de ópera, hombre de cultura, estuvo en este último país durante dos meses, trabajando las primeras disposiciones técnicas de montaje, en lo que constituyó el primer capítulo de esta relación binacional.
Un grupo de periodistas suizos, a su vez, llegará a nuestro país junto con la troupe entera para las cuatro grandes producciones, dos óperas y dos ballets (La Jornada, 19 de febrero) que se presentarán en el Teatro de Bellas Artes. Además de los cantantes, músicos, bailarines, viajarán también los técnicos del Grand Théâtre de Genève.
¿A qué genial genealogía responde esta institución de cultura democrática? La primera sala de espectáculos de Ginebra se remonta a 1738. Allí se ejercitaba la comedia, la tragedia y la poesía lírica. Pero en 1762, Jean Jacques Rousseau publica El contrato social y Emilio, ambas obras perseguidas al igual que el filósofo ginebrino.
Frente a los gobiernos aliados de Zurich, Berna y Francia, los ciudadanos de Ginebra defienden a Rousseau. En modesto local construido con madera recibe su bautizo en honor de su público: La Grange des Etrangers. Tres pisos que alojaban hasta 800 personas como público. Allí, en El Granero de los Extranjeros se estrenó Isabelle et Gertrude, ópera de Grétry con libreto de Voltaire.
La noche del 29 de enero de 1768 ese teatrito es consumido por el fuego. El incendio, protestó airadamente Voltaire, fue a todas luces y fuego intencional.
La tolerancia llegó luego de aquel Siglo de las Luces. Hoy día, el Grand Théâtre de Genève, cuya construcción se terminó en 1879, es una institución subvencionada en 69 por ciento por la ciudad que lo acoge y está confiado a una fundación de derecho público, constituida por una ley cantonal (en Suiza un cantón es equivalente a un estado en la República mexicana) votada por el Gran Consejo en 1964.
''Organo de interés comunal''
Sin embargo, es el consejo administrativo del municipio de Ginebra el que funge como autoridad, con una firme base democrática, pues todos los partidos políticos están representados en el Concejo Municipal y la Fundación del Grand Théâtre es a su vez un ''órgano de gestión de interés comunal público".
El consejo de esa fundación está compuesto en la actualidad por 13 miembros, de los cuales seis son designados por el Concejo Municipal, representando cada uno de ellos a un partido político. Otros cinco de esos miembros (personajes de alta calificación social) son designados por el consejo administrativo sin atender, en este caso, a criterios políticos.
La responsabilidad del consejo de la fundación que sostiene al Grand Théâtre de Genève, entonces, atiende a la cuestión de subsidios, presupuestos, mientras que la gestión artística se delega por completo al director general del Grand Théâtre, en este caso una dama, Renée Auphan.
La legislación establece que la fundación es solidaria con la programación artística, delegada a la directora general y en todos los casos cada temporada anual se establece, programa, financia y se lleva a cabo de común acuerdo. Es el caso de la programación artística descrita párrafos arriba y que está en funciones esta temporada y de entre ella cuatro producciones especiales son materia de intercambio cultural con México.
Alta tradición teatral
Una de esas producciones, la ópera de Tania León con libreto del premio Nobel Wole Soyinka, El maleficio de los jacintos, fue construida escénicamente por uno de los genios de la escena contemporánea, el maestro Bob Wilson, en un teatrito primoroso, de madera, construido en medio del río Ródano, que divide en dos ciudades a Ginebra de manera semejante a como el Sena lo hace con París.
Este teatro fue construido ante la necesidad de los ginebrinos de continuar su alta tradición teatral, pues un incendio, en este caso no intencionado como en la época de Voltaire, destruyó, la noche del 1 de mayo de 1951 una buena parte del Grand Théâtre de Genève. Ese siniestro ocurrió mientras se ensayaba una puesta en escena de Las Valquirias, de Wagner. La reapertura, acontecimiento feliz a todas luces, ocurrió en 1962 con una ópera mozartianísima: Don Giovanni.
El sueño de Bob Wilson
El teatro construido de emergencia quedó, empero, para siempre, pues su encanto es tal que Bob Wilson soñó, habitó esos sueños y los materializó con una puesta en escena prodigiosa, que veremos en México en breve: El maleficio de los jacintos.
Y cómo no va a ser de ensueño tal teatrito, pues está construido, como decíamos, en medio del río que atraviesa Ginebra, como parte de un conjunto cultural alternativo, L'Usine (antigua sala de máquinas generadoras de electricidad a base de la fuerza de la corriente del río) donde por igual hay locales para música underground, como un forito donde uno puede escuchar música electrónica, vivir un rave o bien alucinar a Lou Reed en vivo, que librerías especializadas y espacios de creación colectiva, que este teatro que se le aparece a uno así, como en un sueño: si uno camina por entre las instalaciones culturales de L'Usine, atravesará senderos de cemento, laberintos con afiches, fotos, graffitis varios, siempre rodeado de agua, en medio del río y de la misma manera que en los sueños los escenarios cambian repentinamente, uno se percata que está parado, de repente, en el mismísimo escenario de este teatro de madera, alternativo, donde Bob Wilson concibió, soñó y puso en escena la obra que veremos en el Palacio de Bellas Artes las noches del 6, el 7 y el 8 del próximo marzo.
Porque la verdad no está en uno, sino en muchos sueños.