miercoles Ť 21 Ť febrero Ť 2001
Luis Linares Zapata
La sustancia de la visita
Una vez que la polvareda dejada por la visita de Bush al rancho de Fox se empieza a disipar, puede intentarse una revisión de la sustancia. No es ocioso reprocharse la intensa difusión de los detalles de forma y los significados por demás triviales que se destacaron durante semanas enteras alrededor de la primera gira al exterior del presidente estadunidense.
Las andanadas de imágenes y comentarios sobre la naciente amistad entre los dos actores principales sepultaron los resultados diplomáticos de real trascendencia para la nación. Así, la inclusión del tema migratorio, en sus distintas modalidades y alcances, no ha podido ser apreciada como corresponde a su dignidad. Los sombreros de charro, los caballos que no fueron montados, el brócoli que tanto disgusta a Bush y que siembra Fox, lo desplazaron de los espacios de difusión. Tampoco se le dio el lugar que merece a la declaración conjunta de los dos gobiernos tendiente a "consolidar una comunidad económica de América del Norte que beneficie a las zonas menos desarrolladas de la región y a los grupos sociales más vulnerables". Las bombas sobre Irak también le cayeron encima a los esfuerzos de la cancillería por incluir en las negociaciones aquellos temas que le faltaron al TLC original.
Trabajar, de manera conjunta, para elaborar "un esquema ordenado de flujos migratorios que garanticen trato humano, seguridad jurídica y condición de empleo dignas a los migrantes" es el paso que se requería para mejorar las relaciones comerciales que tanto han florecido en años recientes. Sin un acuerdo semejante la tragedia en que se ha convertido el éxodo de los mexicanos al norte continuaría siendo la pesadilla que la frontera atestigua todos los días. Ojalá y los publicistas de Los Pinos se concentraran en comunicar, con la amplitud requerida, estos aspectos y no en tratar de apantallar al mundo limpiando algunas calles de Guanajuato o insistiendo, hasta el cansancio, en la famosa "química" entre los mandatarios campiranos.
La muy conocida oposición del secretario Castañeda, cuando era crítico del TLC, precisamente puntualizaba la exclusión de la migración y el no reconocimiento a las diferencias en el desarrollo de los socios firmantes. Ahora, al destacar la existencia de zonas atrasadas como un factor que impide o condiciona los propósitos de avanzar hacia una prosperidad compartida, se introducen los correctivos que tanta falta hacían en los intercambios meramente económicos. Y, al poner énfasis en los grupos vulnerables, pueden comenzarse los tratos compensatorios que se reclamaban desde un principio y que muchos se empeñan en ignorar dejándolos a la ley de oferta y demanda.
Claro que tales logros de la diplomacia mexicana no se consiguen gratis. Hay que pagar una cuota de cesiones y éstas pueden vislumbrarse en el señalamiento, incluido en el comunicado conjunto, para "desarrollar un enfoque de América del Norte, con respecto al tema de los recursos energéticos". Esto significa atar, aún más, los recursos petroleros a las necesidades del mercado estadunidense.
Nuestros vecinos del norte no están acostumbrados a pensar y actuar respetando las desigualdades. En sus negociaciones tratan siempre de sacar el mayor provecho para sus intereses, por más rapaces que éstos puedan ser. Sin dar concesiones al rival ni tener remordimientos por su conducta. De ahí el mérito de lo que la cancillería logró al incluir la migración como un fenómeno que merece un trato humano, digno y justo. Pero quizá más importante resulte encontrar mecanismos mutuos para aliviar las disparidades, pues significa, si se invierte lo suficiente, detener el éxodo de millones para sobrevivir. Y mucho de ese éxito, que a tantos mexicanos habrá de beneficiar, tiene que ser atribuido a la manera de pensar y decisión del canciller.
Los europeos han actuado de manera similar a los estadunidenses, pero entendieron, un tanto antes, las responsabilidades de la sociedad y por eso inyectaron, en todas aquellas zonas retrasadas de su comunidad, los recursos suficientes para mitigar las diferencias entre los países y sus regiones de mayor avance respecto de los de menor desarrollo. Portugal, España, Irlanda, el sur de Italia y Grecia se han beneficiado de tales políticas. Con ello queda demostrado, además, que las personas no emigran sólo para mejorar un tanto su calidad de vida. Menores oportunidades en tierra propia son preferibles a otras mejores en lugares extraños. A menos que se sea un aventurero, que los hay por miles, la gente emigra por imperiosas necesidades que no pueden ser superadas en una vida.