miercoles Ť 21 Ť febrero Ť 2001
José Steinsleger
Mi reino es de este mundo
A mitad de camino entre Yucatán y las Islas Caimán, en un arrecife de coral llamado Misteriosa Bank, empezó la construcción del principado de Nueva Utopía, regido por el monarca Lazarus Long y un consejo de "ministros" propietarios dispersos por el mundo. Lazarus Long, personaje de ciencia-ficción creado por el escritor estadunidense Robert Heinlein, existe.
El Lazarus de mentira tiene siglos de edad y vive en un mundo donde no envejece. El de verdad se llama Howard Turney, millonario de Arizona que a la muerte de Heinlein (1988) decidió fundar el principado caribeño y se autocoronó con el nombre de Lazarus I. La firma New Utopia Development Trust, ubicada en Belice, se encarga de recolectar los fondos y las oficinas centrales quedan en un edificio de Tulsa, Oklahoma.
El rey de Misteriosa Bank ya estableció contacto con otras familias reales, tales como la del brasileño Pedro de Alcántara de Orleáns y Braganza (bisnieto del emperador Pedro II y heredero natural en la línea dinástica de sucesión) y su esposa, María Esperanza de Borbón y Orleáns (tía del rey Juan Carlos I de España), que el 21 de abril de 1993 vieron renacer la esperanza monárquica.
Ese día los brasileños concurrieron a un referéndum para elegir si retornaban a la monarquía o continuaban con la forma republicana de gobierno. En 1988, al redactarse la Constitución democrática que reemplazó a la de la dictadura militar, un diputado consiguió que se aprobase la realización del referéndum, por lo que la monarquía en Brasil ya no es imposible.
Tras el fracaso del Imperio de Iturbide y Maximiliano de Austria en México, los proyectos monárquicos tuvieron poca suerte en América Latina.
Aprovechando el caos creado por la invasión del filibustero esclavista William Walker a Nicaragua, los ingleses lo intentaron, en 1858, en la Costa de los Mosquitos (actual Departamento de Zelaya y parte del territorio de Honduras).
Los indios mosquitos tuvieron doce reyes bajo normas de sucesión dinástica. Sin embargo, el segundo monarca mosquito fue depuesto por favorecer la causa española, el séptimo tenía 15 años, y el décimo fue envenenado por un patriota nicaragüense. Hasta que, en 1894, el presidente José Santos Zelaya consiguió acabar con los reinos mosquitos al servicio de la pérfida Albión.
Distinta fue la suerte del rey de Araucania y Patagonia. En Chile, con el apoyo del todopoderoso cacique Quilapán, el francés Orelie-Antoine de Tounens (1825-1878) organizó una confederación de 17 tribus. El reino fundó un diario, acuñó moneda, creó condecoraciones, tuvo himno nacional y una ópera en la que Orelie-Antoine I aparece sentado sobre un trono de pieles de guanacos (1864).
En noviembre de 1860, el rey de la Patagonia gestionó ante Napoleón III el reconocimiento de la monarquía, que duró exactamente un año y días porque hubo problemas. En el marco de una auténtica intriga de tolderías, Orelie-Antoine I fue traicionado por su valet araucano y, tras ser detenido por el ejército, fue internado en el Hospital de Alienados de Santiago.
Con menos glamour, las Islas Galápagos también tuvieron emperador.
En 1879, el ecuatoriano Manuel J. Cobos se trasladó a la isla San Cristóbal. Allí construyó un ingenio de azúcar con esclavos que eran obligados a trabajar 20 horas diarias todos los días del año, excepto tres: martes de carnaval, día del patrón y el año nuevo.
El rey Cobos acuñó moneda propia, duró tres décadas y, en 1904, sus esclavos lo desollaron vivo.
En el Buenos Aires de 1882, un grupo de obreros genoveses se reunió en la Sociedad Italiana, decidiendo en asamblea que el gobierno argentino no podía "meterse en asuntos de genoveses". Izaron la bandera de Génova, constituyeron la República Independiente de La Boca y firmaron un acta en la que informaron de los hechos al rey de Italia.
Enterado del intento separatista, el presidente Julio A. Roca pegó una puteada y se dirigió al cuartel de los alzados. Al día siguiente, un grupo de genoveses disidentes bautizó "Julio A. Roca" una calle del barrio y hubo paz.
En 1925, instigados por un tal Marsh, aventurero de Estados Unidos, los indios kunas de las islas San Blas se levantaron contra el gobierno de Panamá y proclamaron la República de Tule, cuya bandera llevaba la cruz gamada, o swástica, adoptada por Hitler en 1932. La revuelta fue sofocada. Pero la bandera quedó y en la Segunda Guerra Mundial los kunas estuvieron a punto de ser masacrados por los aviones de Estados Unidos en la zona del Canal.
Volvamos al príncipe Lazarus Long I. A diferencia de otros gobernantes, la filosofía "libertaria moderada" del monarca parece más honesta: "...los impuestos no se recaudan en beneficio de quienes los pagan"; "...la naturaleza de la democracia consiste en que el número de personas desposeídas sea superior al número de personas que son propietarias".
El flamante principado caribeño ya cursó una solicitud formal a Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, quien respondió que se debe esperar a que Nueva Utopía se convierta en realidad.