Ť Participaron en talleres impartidos en México y EU
Compilan en el libro Desde dentro fotos hechas por niños
Ť Rebeca González Rudo impulsó el proyecto binacional
MERRY MAC MASTERS
Hace nueve años, Rebeca González Rudo, sicóloga especializada en estudios de la imagen, trabajó con un grupo de personas que producía la revista México Indígena ?transformada en Hojarasca?, lo cual le hizo "abrir los ojos" a una realidad distinta a la suya. Entonces, se le ocurrió hacer un proyecto de impartir tres talleres de fotografía para niños de México y Estados Unidos, con la idea de hacer una comparación binacional.
En este país, el par de talleres se hizo en San Francisco Oxtotilpan, estado de México, con niños de la etnia matlatzinca, y en el Pedregal de Santo Domingo, de la ciudad de México. Respecto a EU, González Rudo, quien vivió varios años en Vermont, quiso trabajar con el grupo indígena al abenaki, de la isla de Swanton, ya que la comunidad vive dispera y no en una reservación. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados.
Para la realización de los talleres contó con la asistencia de Adriana López Boyer, Ireri de la Peña, John Puleiro y Jesús Martínez; este último, de San Francisco, quien fue capacitado para que le diera continuidad. También tuvo apoyos del Fideicomiso para la Cultura México-EU, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y de una compañía farmacéutica.
El proyecto ahora se cierra con la publicación del libro Desde dentro, recientemente presentado, el cual contiene una selección de imágenes producto de los talleres mexicanos.
Como los niños por lo general no tienen acceso a tomar ellos mismos fotografías, González Rudo dice que se entusiasmaron mucho y lo tomaron como un juego.
"En el caso de San Francisco, al principio encontré que había mucha dificultad para encuadrar. Eso lo atribuí a que su mundo es muy abierto. Aunque viven en espacios demasiado cerrados, quizá con una apertura muy pequeña, realmente las únicas ventanas son las de la escuela. En aquel momento tenían pocos televisores; entonces, tampoco existía este formato cuadrado de ver el mundo.
"Por otro lado, hubo una diferencia muy clara de género. Los varones de inmediato agarraron la onda y empezaron a tomar fotos, muy aventados. Las niñas, en cambio, al principio sacaban unas figuritas lejanas, lejanas, que apenas se distinguía quién era. Poco a poco se fueron acercando, hasta que al final son tomas incluso distorsionadas en primerísimo plano.
"Los niños de la ciudad, por su parte, estaban mucho más acostumbrados a la imagen, de modo que mucho más rápido lograron moverse con las cámaras, aunque también con mucha timidez al principio. Luego, hasta se aventuraron a retratar al futbolista Jorge Campos. En cuanto a lo técnico, aprendieron a revelar e imprimir su mismo material".
González Rudo siente que manejar la cámara les quitó a los niños el miedo a la tecnología, y que después algunos se pasaron a la computación.