domingo Ť 18 Ť febrero Ť 2001
Horacio Labastida
ƑSaldremos de la caverna?
En el libro VII, parágrafo 514 de La República o politeía, quizá redactada como la conocemos hoy en una segunda edición que apareció en Atenas alrededor de 370 aC, se alude al mito de la caverna, donde los hombres viven encadenados a contraluz, de manera que al frente sólo ven sombras de las cosas y no las cosas mismas, situación que el propio Platón (c. 428-348 o 347 aC) describe en estos términos: "... imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras... de hombres y otros animales... y entre los que pasan unos hablan y otros callan", relación que el interlocutor Glaucon comenta diciendo: "extraños son esos prisioneros"; "pero son como nosotros -contesta Platón-, que sólo miramos ficciones y no verdades en caso de no romper las trabas, ascender hacia la luz, resistir la ofuscación del deslumbramiento y contemplar al fin las ideas supremas, cuyas sombras son meras apariencias del mundo espiritual presidido por el Bien, cuyo conocimiento muestra el camino de redención del hombre y la República amenazados por cataclismos traicioneros". Así es como el discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles aconseja eludir los riesgos que rodean a la clásica Atenas, destruida 70 años después por los espartanos en la Guerra del Peloponeso (431-404 aC).
ƑY qué es lo que sucedería si ninguno de los encavernados logra soltarse de las amarras y cambiar la mentira de las sombras por el resplandor axiomático del Bien? La respuesta está implícita en el propio mito al suponer que uno de los liberados regresa, cuenta lo que vio y nadie lo oye ni desea canjear las falacias que lo rodean, porque el encierro purga la capacidad de pensar y de negar en consecuencia el statu quo prevaleciente. Pensar, recuerda Herbert Marcuse en Reason and Revolution (1954, 2a. Ed.), es sin duda, como lo define Hegel, esencialmente negar lo que está ante nosotros, y también "una crítica del estado dado de los negocios y de sus propias bases; del sistema establecido de vida que rechaza sus propias promesas y potencialidades". En otras palabras, aquellos prisioneros renuentes a despejar el engaño e inclinados a aceptarlo sin más simbolizan al hombre unidimensional, modelado por las cascadas mercadotécnicas que llegan a su conciencia desde los centros mediáticos de la sociedad industrial avanzada, que a partir del mediodía del pasado siglo invade al país con la ideología neoliberal del capitalismo trasnacional, a saber: mercado libre, inversión extranjera sin límites y privatización de la riqueza nacional, estructura ésta que determina la supeditación del poder político al poder económico junto con la extinción, en la comunidad oprimida, de negar el imperio de las elites hegemónicas sobre su juicio moral. Y esto es precisamente lo que ocurre a Marcial Gacho, esposo de Marta, la hija de Cipriano Algor, alfarero pueblerino que vende sus productos al complejo monopólico comercial e industrial de la gran ciudad, cuando en su modesto papel de guardián residente del faraónico negocio se entera del hallazgo de una gruta en las entrañas del centro mercantil, donde están encadenadas numerosas momias que fijamente miran un acantilado donde nada se refleja. El suegro Cipriano, escribe José Saramago en su más reciente novela La caverna (2000), se da cuenta al mirar las extrañas figuras que son hombres víctimas de la tremenda sugestión en que se vieron envueltas por una propaganda fabril que absorbió su calidad humana hasta cosificarlos de manera irremediable. Y entonces la modesta familia rural de Cipriano y Marcial, sin olvidar por supuesto a la vecina y viuda Isaura Madruga, advirtió que en sus corazones florecía el amor, y confiados en la nobleza del sublime sentimiento abandonaron los atractivos aparentes de la mecánica moderna y se lanzaron en pos de la alegría y la libertad que perfecciona las virtudes del alma.
Estas reflexiones se me vinieron encima al enterarme de que al consejo de Pemex ingresaron prominentes y selectos empresarios dispuestos a convertir el patrimonio nacional que rescatara Lázaro Cárdenas de manos extranjeras hace más de medio siglo, un maravilloso 18 de marzo, en una próspera compañía igual a cualquier corporación privada, con ganancias seguras, eficacia de punta y despreocupada de un país acosado por el hambre, la salud menguada y el porvenir incierto de las incontables masas que no tienen niveles de vida compatibles con la dignidad mexicana. Una cosa es clara. En el mito de Platón y en La caverna de Saramago, el pueblo es el único que escapa de la prisión, y nosotros, Ƒsaldremos igualmente de la oscuridad para contemplar el sol que ilumina a la patria?