domingo Ť 18 Ť febrero Ť 2001
Néstor de Buen
El viejo tema: la reforma a la LFT
Carlos Abascal Carranza se está haciendo un hombre popular. Su vocación religiosa, respetable y lo que es más, auténtica, lo ha hecho motivo de comentarios. El problema, me parece, no es su manera de pensar que coincide con la gran mayoría de nuestro pueblo, sino la manera en que hace notar que piensa así lo que a veces parece no corresponder a la acción de un funcionario público tan relevante. Pero tiene ideas y eso es lo importante.
Entre esas ideas ocupa un lugar muy especial su promesa de que más o menos en dos años construirá, por consenso, una nueva Ley Federal del Trabajo. Y en segundo lugar, una afirmación: el gobierno no tiene proyecto.
Permítaseme que invierta el orden del comentario. Porque aparentemente se olvida que desde principios de 1995 el PAN presentó una iniciativa ante el Senado, aprobada rigurosamente por unanimidad por su grupo parlamentario y que detuvo su marcha por el hecho simple de que el PRI, con su mayoría, no permitió que se le diera trámite. Los intereses corporativos que el PRI representa se asustaron ante la idea de una iniciativa que recuperaba la libertad sindical, la negociación colectiva para los trabajadores, no para los líderes, y el derecho de huelga, eliminando las cláusulas de exclusión y, por lo mismo, mandando a la basura al corporativismo.
Si se parte del supuesto de que el PAN llevó a Fox a la Presidencia, la afirmación del secretario del Trabajo carece de sentido. Pero si, como es en realidad, el PAN no fue otra cosa que un prestamista de sus siglas, Abascal tiene razón. Lamentablemente es cierto que el gobierno no tiene proyecto.
El problema del consenso. Si atendemos al que presidió la obra personal de Carlos Abascal, la nueva cultura laboral, no resultará difícil llegar a la conclusión acerca de cómo se podrá componer ese consenso: los señores empresarios, antes corporativos pero que actúan como si aún lo fueran, como en los buenos tiempos de la Ley de Cámaras y su Coparmex preferida, serán siempre partidarios de una nueva ley que para promover el empleo -Abascal dixit- elimine las incomodidades de los derechos de los trabajadores, establezca abundancia de contratos temporales, flexibilidad absoluta y la obra maestra del pago del salario por hora, eso sí, manteniendo incólume el control estatal sobre los sindicatos, contratos colectivos y huelgas y las muy famosas Juntas de Conciliación y Arbitraje que tanto les favorecen. Y del otro lado aparecerán los decadentes miembros del Congreso del Trabajo, que saben obedecer respetuosamente las órdenes de arriba, PRI o Fox, es lo mismo a esos efectos, y cumplen de la mejor manera su deber corporativo. Firmarán lo que les pongan, siempre y cuando respeten su negocio fundamental: el control de los trabajadores a como dé lugar, con sus premios políticos, consecuencias económicas y discrecionalidades fiscales. ƑEse será el consenso?
Pero el problema es que esos personajes no podrán superar a la representación partidista en el Congreso de la Unión. Allí los corporativos ocupan muy poco espacio. El PAN, ya lo ha dicho Diego Fernández de Cevallos, no estará dispuesto a cumplir las instrucciones del Presidente, y por supuesto que el PRD tampoco. Y no creo que el PRI, viniendo la iniciativa del Presidente, se muestre muy dispuesto a secundarla.
Hay un hecho importante. Nada menos que el abogado del Presidente es Juan de Dios Castro, quien con Gabriel Jiménez Remus, hoy brillante embajador en España, inició las tareas para la formación de la iniciativa panista cuando eran diputados federales y luego ratificaron como senadores. Y no creo que a Juan de Dios le haga mucha gracia recomendar la aprobación de una ley que no sigue las líneas de aquella a la que él le dio el visto bueno y a la que aportó una intensa revisión y cosas importantes.
Por lo pronto todo parece indicar que nuestro secretario del Trabajo viajará a España en unos días más a buscar inspiración, y que muy poco después organizará por aquí un coloquio con muy serios especialistas españoles. Será interesante. Sobre todo porque la fórmula del Estatuto de los Trabajadores de España sí reconoce plenamente la libertad sindical y el derecho de huelga como prerrogativas de los trabajadores, no de los líderes