VIERNES Ť 16 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť José Cueli

Genoma, filosofía y psicoanálisis

El 12 de febrero de 2001 será recordado como una fecha trascendental para la humanidad por ser el día en que se anunció la confirmación de la secuencia del mapa del genoma humano. Noticia alentadora para la ciencia en la línea de la posible cura e incluso prevención de muchas enfermedades, pero las consecuencias de esto en lo psicológico, social, ético y político apenas si pueden imaginarse.

En su interesante reflexión, Javier González Rubio enlaza tan deslumbrante descubrimiento científico con el psicoanálisis (La Jornada, 12/02/01). Compara el hallazgo del código genético con una de las obras más importantes de Sigmund Freud, La interpretación de los sueño, con la que el psicoanalista encontró la clave y los códigos para intentar descifrar la conducta humana.

El descubrimiento del inconsciente humano, sus modos de funcionamiento, las formas como se oculta y manifiesta y cómo condiciona hasta los actos más nimios no deja de sorprendernos. Nos constituye y nos rige sin contar con nuestra voluntad. Freud lo supo pronto. Ya desde su obra El proyecto de una psicología para neurólogos, escrita en 1895, plasma de manera sorprendente el funcionamiento del aparato psíquico. Texto complejo, escrito como una metáfora neurológica, contiene ya el germen de lo que sería el posterior edificio del psicoanálisis. Allí coloca el acento en el desamparo originario que nos acompaña a los seres humanos. Incompletud de origen que nos deja una marca indeleble y nos impele a fantasearnos, narcisísticamente, como si fuesemos seres completos, que nos impele a soñar, aun a sabiendas, como diría Nietzsche, de que sólo estamos soñando. Como defensa ante tal herida primigenia el hombre apela al narcisismo y a la omnipotencia, en ocasiones de forma patológica y extrema, en intentos desesperados, a veces con repercusiones desastrosas para intentar conjurar el dolor.

Ahora que la ciencia parece decirnos cómo están codificados nuestros genes, valdría la pena recordar que la conducta humana, el inconsciente, es algo más complejo que admite desciframientos parciales pero que, como dijo Freud, justamente en la interpretación de los sueños, el centro del sueño representado por lo que denominó el ombligo del sueño, el nudo donde se alojan sentido y sinsentido y que nos habla de las profundidades del inconsciente, es insondable, incongnoscible. De ahí la complejidad de la conducta humana y el deber de considerar, como él señalo en su concepto de las ''series complementarias", la influencia de los aspectos constitucionales y del medio circundante.

Tal vez sea posible conocer en detalle nuestro mapa genético, pero las profundidades de la psique humana no son encasillables en mapas ni reproducibles en laboratorios. Desde y gracias a Freud sabemos que somos escritura interna, movimiento y juego incesante entre energía (catexias) y representaciones mentales, enigma, ocultamiento y develación, Eros y Tánatos. Dolor del desamparo original.

Para Freud, la vida psíquica se origina a partir del instinto (de orden biológico) que al ''apuntalarse" en otro semejante (la madre) pasa a ser pulsión y con ello el individuo transita de la pura dimensión biológica a la dimensión psíquica, pero dejando una huella originaria irrecuperable, que deja la marca de la incompletud. Asunto de huellas mnémicas que se reescriturarán a lo largo de toda la vida. Búsqueda de lo que se perdió y resulta irrecuperable y nos conduce a una búsqueda incesante del origen. Pero quizá, como afirma Jacques Derrida, no hay origen, lo único originario es lo no originario, hay huella pero bajo tachadura, la archihuella es justamente la no huella.