Ť Dolor y belleza incluye texto de Fernando Ortiz Monasterio y fotografías de su hijo Pablo
Tagliacozzi, cirujano innovador que pugnó por una ''estética de la razón''
Ť El médico boloñés transformó un oficio que era practicado en secreto por los barberos
Ť Coeditado por la Ssa y Landucci, el libro será presentado en el Palacio de Bellas Artes
MONICA MATEOS-VEGA
En la culta Bolonia del Renacimiento, surgió la cirugía estética en el siglo XVI ''como producto de la imaginación y de los avances técnicos de uno de los cirujanos más famosos de su tiempo", Gaspare Tagliacozzi, quien ''transformó un oficio practicado en secreto por barberos-cirujanos en un procedimiento quirúrgico-artístico bien sistematizado" que dio a conocer al mundo médico.
Tras la pista del galeno, emprendieron un viaje en los años setenta el doctor Fernando Ortiz Monasterio y su hijo Pablo, fotógrafo, quien captó imágenes que reflejan la eterna preocupación del ser humano por el dolor y la belleza.
Con motivo de la Quinta Conferencia Mundial de la Salud que se realizó en México, en junio del año pasado, la Secretaría de Salud auspició una edición de lujo de Dolor y belleza, a cargo de Landucci Editores, con el material fotográfico y un texto de Fernando Ortiz Monasterio en el que reflexiona acerca de la obra de un profesor de anatomía que implementó técnicas quirúrgicas aún utilizadas.
El volumen será presentado el martes 20 en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes, por Elena Poniatowska, Hugo Hiriart y los autores.
Precursor de la ciencia moderna
A la par de las ricas expresiones artísticas en la renacentista Bolonia, los científicos perseguían con fervor la verdad, ''con métodos que fueron precursores del sistema científico moderno. Al mismo tiempo, paradójicamente, seguían respetando los conceptos de autores clásicos".
Gaspare Tagliacozzi nació en el seno de una familia acomodada de tejedores de seda. Entra a la universidad para estudiar medicina alrededor de 1565; como todos los alumnos de su época, adquiere conocimientos de filosofía natural y moral, de astronomía, humanidades, lógica y teología. Practica la técnica del discurso, la argumentación y la discusión; y planea obtener los grados de medicina y filosofía.
Para 1570, una vez concluidos sus estudios de doctorado, es designado profesor de anatomía, lo cual ''llevaba implícita la obligación de llevar a cabo las disecciones en cadáveres proporcionados por las autoridades. La fuentes de abastecimiento eran los criminales muertos o personas fallecidas que hubieran habitado más allá del perímetro de tres leguas de la ciudad, por lo tanto, no considerados ciudadanos de Bolonia", narra Fernando Ortiz.
El estudio de cadáveres, contra lo que hoy se piensa, ''era bien aceptado en las universidades desde el siglo XV. Las disecciones de anatomía eran acontecimientos importantes en la vida social de Bolonia a los que asistían las gentes principales ataviadas con sus mejores galas".
Como cirujano, se especializó en restaurar deformidades nasales, operaciones hechas en Sicilia ''y muchos siglos atrás en la India, donde la amputación nasal era un castigo corporal relativamente común"
Juicio postmortem
En la Italia de aquellos años, el interés por la cirugía plástica se debía a la frecuencia de las heridas producidas en duelos, las mutilaciones nasales y auriculares que se imponían como castigo y a los estragos de la sífilis. Tagliacozzi consideraba un arte reconstruir narices, orejas y labios mutilados y criticaba su práctica con métodos ''irregulares y riesgosos no basados en la razón".
En 1597 se publica la primera edición del libro De Curtorum Chirugia, que incluía no sólo un amplio texto sino estupendos dibujos elaborados por Tagliacozzi, quien falleció dos años después. En su escrito, el autor analiza las cualidades estéticas de la cara, la nariz, los labios y las orejas y su relación con la raza, el sexo, el temperamento y la posición social de las personas. En particular, explica sus procedimientos quirúrgicos sin dolor, toda una innovación en esa época.
Meses después de su muerte, el Santo Oficio desentierra el cadáver de Tagliacozzi del convento de San Juan Bautista, acusándolo de haber violado las leyes de la naturaleza al restaurar órganos destruidos y realizándose un juicio postmortem. Sus colegas y discípulos lo defienden y se ordena devolver sus restos a su sitio.
Pablo Ortiz Monasterio recrea en sus imágenes la Bolonia del siglo XVI, la ciudad amurallada, los ornamentos de las iglesias, los detalles de las columnas, así como las figuras talladas en madera con las que se enseñaba anatomía.