JUEVES Ť 15 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť En agosto de 2000, el texano enfrió los planteamientos del guanajuatense

Los empeños foxistas y las convicciones de Bush, en un segundo encuentro de marketing

Ť Mañana, ya como presidentes, abordarán la problemática de una siempre difícil vecindad

ROSA ELVIRA VARGAS Y GEORGINA SALDIERNA

Cuando Vicente Fox y George W. Bush se encontraron por primera vez, los planteamientos que el ganador del 2 de julio había llevado en toda su gira por Estados Unidos recibieron un desaire de quien hoy ocupa la Casa Blanca. Apertura paulatina de las fronteras, pidió Fox. Cumplimiento enérgico de la ley en la línea divisoria, respondió Bush.

Ese día de agosto de 2000, en Dallas, las amplias sonrisas y el intercambio de regalos dieron un marco escenográfico, de foto del recuerdo, muy distinto a lo que significó un discurso inamovible, sin contemplaciones ni diplomacia por la parte estadunidense.

Ambos políticos se reencontrarán este viernes, ya como presidentes de países con una siempre conflictiva vecindad. Por cinco horas, Fox abrirá las puertas de su casa -el rancho San Cristóbal, en Guanajuato- a su invitado, con tiempos previstos en la agenda tanto para una reunión privada como para una de trabajo, lo mismo que almuerzo y recorrido a caballo.

Pero ahí está, en los archivos periodísticos, la respuesta que el día de su presentación diera Bush a su huésped mexicano: ''Yo estoy de acuerdo en que la meta debe ser reducir las diferencias, y qué bueno que el señor Fox procure el bienestar de su pueblo. Es mucho más fácil venir aquí a ganarse el pan; yo le agradezco su visión optimista y su intención de estrechar, reducir esas diferencias, pero también le digo que en materia fronteriza hay leyes que cumplir''. Sin embargo, Fox, a quien al parecer siempre le han merecido muy poca consideración los desaires, ya sean elegantes o francos, no se amilanó: ''Nos han escuchado; hemos planteado nuestras ideas y expuesto nuestra visión de futuro. Eso es lo importante. Hablamos de tú a tú, de igual a igual, con la autoridad moral de ser presidente electo democráticamente; viene lo más difícil, vendrán pláticas y negociaciones intensas, y estamos seguros de que al final vamos a conseguir nuestros objetivos''.

Dos ex gobernadores...

Empeños y convicción. Personalidades y marketing. Ex gobernadores de reciente arribo a la Presidencia por partidos distintos a los de sus predecesores. Y una vecindad difícil y con una agenda que ''la verdad, cambia poco, que desde hace varios años es la misma con distintos énfasis; con temas agradables y desagradables'', opina el investigador de la relación México-Estados Unidos, Jorge Chabat.

El mismo analista tiene muy presente la iniciativa que Fox llevó a Estados Unidos, lo mismo que la respuesta que Bush le dio entonces. ''Si se trata (el viernes) ese tema de la apertura de fronteras, aunque no se concrete nada, será como una cortesía de Bush, pues nadie está pensando que esa medida se dé para mañana. Pero en algún momento se hará, probablemente en la primera mitad del siglo XXI; no creo que sea antes de 30 años''.

Ciertamente aquella vez, y dada su condición de presidente electo, Fox no acudió a Estados Unidos a negociar nada. En todo caso, subrayaron sus asesores en materia internacional, fue a plantear sus ideas. Destacaron que en su propuesta de apertura de fronteras, México no estaba pidiendo que Estados Unidos o Canadá realizaran aquello que toca, ante todo, realizar al país.

''Como gobernantes -dijo entonces el guanajuatense-, sabemos muy bien cuál es la tarea que nos corresponde: primero tendremos que mejorar adentro, garantizar bienestar y mejores condiciones de vida de nuestros trabajadores, y sabemos que eso sólo lo vamos a lograr mejorando salarios y creando mayores empleos; así pues, ciertamente, en nuestra propuesta de fronteras abiertas no estamos contemplando que otros hagan lo que nos corresponde''.

Aunque algunos congresistas trabajan en el diseño de proyectos de mediano plazo para aumentar el número de ''trabajadores huésped'' mexicanos, y tal vez conceder una amnistía a indocumentados, en el tema migratorio la cancillería mexicana tiene una preocupación en lo que el canciller Castañeda define como una ''intolerable'' violencia en la frontera y por la cual ''demasiados mexicanos están muriendo''.

Tal interés, reiterado por el canciller a su homólogo Colin Powell en Washington, obtuvo de nuevo un marcaje a los límites de aquello que los estadunidenses han establecido como su política respecto a la línea divisoria: ''Tenemos que trabajar en cooperación para proteger esta región, controlar el flujo de gente a través de esa frontera y utilizar actividades de policía o cualquier otra cosa apropiada para no permitir que exista ese tipo de violencia y que estas condiciones causen devastación a las vidas de la gente que intenta ingresar a Estados Unidos'', respondió Powell.

La parte mexicana sabe exactamente a lo que se refiere su denuncia sobre la violencia fronteriza: en 2000, en su intento por llegar a Estados Unidos murieron más de 400 personas, de las que 278 fallecieron en el primer semestre.

Sin embargo, es en Arizona donde la violencia se ha convertido en práctica organizada y alentada contra los indocumentados, pues a partir de 1999 un grupo de rancheros se dedica literalmente a cazar a quienes atraviesan sus propiedades. Con el nombre de The Ranch Rescue, y dirigidos por los hermanos Barnet, han tomado la justicia en sus manos, porque los mexicanos que cruzan por sus ranchos -argumentan- cortan tuberías de agua, roban vehículos y ganado, irrumpen en los hogares y asaltan.

Estas acciones, que entre enero de 1999 y mayo de 2000 provocaron 32 incidentes -27 de ellos en Arizona-, suscitaron en la pasada administración una amplia movilización diplomática con la presentación de notas de protesta ante el Departamento de Estado, y fue tema de agenda en las binacionales México-Estados Unidos. No se conoce de casos recientes protagonizados por estos granjeros, pero no por ello ha cesado su actividad, como tampoco se han terminado otras formas de violencia contra migrantes en varios estados fronterizos.

Narcotráfico y certificación representan, desde hace varios lustros, temas de conflicto entre México y Estados Unidos. Cuando Fox y Bush los abordaron en su encuentro de agosto, lograron mayores coincidencias que respecto a migración. ''Se requiere una lucha intensa contra el consumo'', dijo el hoy presidente mexicano. Bush, por su lado, coincidió en que el proceso de certificación ''no es justo y debe ser revisado para encontrar mecanismos más eficientes contra el flagelo de las drogas. Nuestro país tiene que hacer un mejor papel para combatir el consumo, y mientras la certificación siga siendo unilateral, seguirá siendo injusta. De eso no me queda la menor duda''.

En la visión de Chabat, a los presidentes de Estados Unidos desde hace muchos años ''no les gusta la certificación porque les complica la relación bilateral''. Cada año -indica- el jefe en turno de la Casa Blanca debe convencer a su opinión pública que México merece ser certificado, pero además es algo que a él no le corresponde decidir, sino al Congreso, el cual determina con base en lo que el investigador denomina un ''diagnóstico erróneo'' de la opinión pública y que plantea que el problema del narcotráfico se origina porque existe producción y tráfico de drogas en otros países.

Añade que dicho diagnóstico lleva al Congreso a emitir esta ley de certificación que, a su vez, hace que el presidente de Estados Unidos presione a los países de Latinoamérica, pero sólo hasta cierto punto. En su análisis, el presidente estadunidense no puede oponerse a las leyes del Congreso, y en la lógica externa no puede presionar demasiado a México, porque también le traería graves costos. ''El resultado es que siempre nos certifican (y) que en este juego cada año el gobierno de México tiene que hacer esfuerzos para darle argumentos al jefe de la Casa Blanca para justificar la certificación''.

Pero este año -y como en casi todos los anteriores-, nuevos elementos pueden complicar una vez más ese proceso: la fuga de El Chapo Guzmán, y lo que ello implica en términos del poder de corrupción que mantienen los cárteles prácticamente en todos los niveles de la función pública, incluido el de seguridad. A esto hay que añadir el asesinato, el pasado fin de semana en esta capital, de la turista estadunidense Hellen Joeboth Darnell, durante un asalto.

Si bien los términos de intercambio se han elevado desde la entrada en vigor del TLC, cuando Fox y Bush se encuentren este viernes sin duda saldrán a la discusión asignaturas que permanecen en debate de ese acuerdo, tales como el azúcar, las telecomunicaciones y el transporte. En este último, el panel de controversias ha fallado a favor de la causa mexicana y estaría por tener una salida definitiva. Empero, ese no es el único motivo de divergencia; varios litigios siguen vigentes.

Sin duda, la desaceleración de la economía estadunidense y sus efectos hacia el sur tendrán que estar en la agenda de ambos presidentes. Fox ha insistido en que su visión de una comunidad norteamericana llevará entre 25 y 30 años, y de ello le gustaría hablar con Bush y también con el premier canadiense Jean Chrétien.

La crisis energética en California, y el respaldo que ha dado México, pese a no tener excedentes de electricidad, constituye un punto que ambos mandatarios llevarán a la mesa, pues no está definido por cuánto tiempo se dará esa asistencia, máxime que en México está a debate el tema de que la iniciativa privada se incorpore a la generación, distribución y venta de la energía eléctrica.

Por último, un diferendo que podría alcanzar dimensiones mayores se refiere al proyecto estadunidense de suspender el envío de excedentes del río Colorado al valle de Mexicali, ante lo cual México ha alertado sobre un desastre ecológico, agrícola y económico, si esto llega a ocurrir.

Chabat dice que la relación entre México y Estados Unidos se encuentra en una etapa en la que, al igual que un tren, ''ya va sobre la vía y ya sabemos a dónde va a llegar. Los presidentes pueden acelerar el tren o detenerlo un poco, pero no se pueden salir de la vía, y una buena relación entre los mandatarios ayuda a que las cosas vayan más rápido y sin muchas fricciones''. Concluye que ya no hay mucho espacio ni margen para cambiar el proceso de integración de los dos países. La historia del mundo es una historia de integraciones, y más allá de que a muchos sectores en México y Estados Unidos esto no les guste, ''yo veo que esto no lo detiene nadie''.