miercoles Ť 14 Ť febrero Ť 2001

Enrique Montalvo Ortega

Yucatán: anacronismos políticos en conflicto

El gobernador hablaba a su pueblo, le explicaba las causas de la grave situación, el riesgo de ocupación, la amenaza del centralismo y el imperialismo. Ellos intentan "dividirnos y ponernos de rodillas", y no respetan el derecho que corresponde a los yucatecos a través de su Congreso.

Todo va bien, y el observador se emociona ante la arenga. De pronto no entiende nada, el defensor de la soberanía de Yucatán se queja: "tal parece que es más fácil platicar con encapuchados que con los que damos la cara (...) aquí no están metidos extranjeros ni manos de otro tipo".

Algo hace corto circuito. Es el mismo lenguaje de Diego, de Bartlett, casi el de Loyola.

Algo no checa, quien dice estas palabras gobierna un estado en plena zona maya, pero es incapaz de entender la significación que para todo el mundo tiene el movimiento zapatista.

Cervera trata de hacer un recuento histórico y acusa a ese funcionario del gobierno federal que desde 1995 crea problemas en Yucatán. Se refiere a Santiago Creel, hoy secretario de Gobernación.

ƑQué sucede realmente en Yucatán? ƑQuiénes se enfrentan? ƑPor qué?

Tras el discurso de la soberanía del gobernador yucateco y tras el manoseo de la ley por ambos grupos, está una enconada lucha por el poder.

El viejo populista que cuando fue necesario se transformó en neoliberal (no hay que olvidar que Cervera Pacheco fue secretario de la Reforma Agraria de Carlos Salinas y se hizo cargo de la "modernización" del agro, esto es de la privatización de las tierras) hoy siente amenazado su poder.

ƑQuiénes son sus adversarios? Si Cervera Pacheco es un hombre de ayer, sus opositores en este conflicto son de anteayer. Contra el hijo corrupto de la Revolución Mexicana están los nietos de don Porfirio. Si Cervera ha hecho todo lo posible por convertir las tierras (que Carrillo Puerto y Lázaro Cárdenas arrancaron a los hacendados para entregarlas al campesinado como ejidos) en espacio para las maquiladoras, o sea para integrarlas al capitalismo trasnacional, hacer de Yucatán un gran Taiwan, los nietos de don Porfirio reclaman ahora la administración de éstas. Nosotros somos los dueños originales de estas tierras, parecen decir los herederos de quienes "hicieron rico" a Yucatán.

Ahí está la fórmula electoral del PAN: Patricio Patrón Laviada (para gobernador), Luis Correa Mena (para alcalde); cuando este último fue presidente municipal de Mérida erigió un monumento a las haciendas yucatecas, una enorme chimenea (acaso la imagen simbólica del falo de un hacendado) en medio de una glorieta que conmemora la época dorada de la oligarquía yucateca.

En los albores del siglo XXI dos anacronismos, uno del siglo XX (el populismo hoy decadente), otro del siglo XIX (la concepción oligárquica que comienza a florecer tras un disfraz democrático), se disputan la dirección del proyecto neoliberal, su integración al proyecto Puebla-Panamá.

Y otro anacronismo del siglo XX, el de un grupo de origen estalinista hoy en la dirección del PRD local, apoya a la facción oligárquica. Su cabeza principal, un ex candidato a gobernador que cuando se iba a postular se dio cuenta que no tenía credencial de elector (para qué, si no creía en la "democracia burguesa"), hoy se ha convertido en un ferviente apóstol del voto útil.

Con la manifestación del 9 de febrero, Cervera Pacheco ha demostrado que controla a sus bases, sobre todo en el campo yucateco, y que tiene capacidad para movilizarlas. Que su edificio clientelar, fundado en la distribución de coas, molinillos, bicicletas, lavadoras, etcétera, es capaz de articularse y aceitar la maquinaria social en función del proyecto neoliberal que está empeñado en impulsar.

Los panistas (hasta hace muy poco acendrados enemigos del centralismo) aspiran a consumar la obra de Cervera, aunque para ello tengan que realizar una guerra santa, guerra en la que por supuesto solicitan a las fuerzas federales, ya que carecen de capacidad de movilización. Tratan de ponerle punto final a una época e instalar una nueva (y a la vez añeja) oligarquía. Al fin y al cabo de sí mismos proyectan la imagen de los buenos, los morales, los cruzados del bien. Ellos tienen los verdaderos valores y van a moralizar la política; encarnan el bien ante la oscuridad.

Todo indica que cuentan con el secretario de Gobernación, pero éste no tiene la luz verde de Fox, quien saca cuentas y evalúa los costos de una intervención policiaca.

Ambos bandos están convencidos de que el que retrocede pierde las elecciones, y por lo tanto el poder para controlar el proyecto neoliberal y orientarlo en su favor.

Lo más grave de todo es que no existe alternativa ante las dos modalidades de la derecha, la del siglo pasado y la del antepasado. En esta coyuntura, el PRD, que hubiera podido perfilarse y consolidar una identidad propia, se ha desdibujado y está entrampado en la ineptitud de sus líderes locales y el juego de las alianzas regionales e intercambios desde su dirección nacional.

Una vez más Yucatán oscila entre los dos polos del bipartidismo, dos polos ubicados en el mismo lado, la derecha. Entre Trastupijes y los descendientes ideológicos o materiales de don Porfirio.