MIERCOLES Ť 14 Ť FEBRERO Ť 2001
Miguel León Portilla
La palabra no se compra
Tiene en sus manos el Congreso la iniciativa sobre derechos y cultura indígenas enviada por el presidente Vicente Fox. Coincide ella con la propuesta formulada por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) con base en los acuerdos suscritos en San Andrés Larráinzar entre representantes del EZLN y el comisionado para la paz.
ƑCuándo se abocará el Congreso a la consideración de esta propuesta? ƑTomará en cuenta la muy próxima presencia en la ciudad de México de los miembros del EZLN para escuchar de ellos y de otros representantes de distintos pueblos indígenas -en un diálogo necesario- sus puntos de vista al respecto? ƑEscuchará en fin su palabra, la de hoy con antigua raíz, de la que un antiguo texto en náhuatl dijo: "la palabra no se compra"?
Si se escucha esa palabra, y hay múltiples voces que lo están solicitando, habrá que atender a los enunciados de todos y cada uno de los artículos de la Constitución que requieren ser reformados o adicionados para dar cumplimiento a lo acordado en Larráinzar. Sin ánimo de enmendar la plana de la propuesta en cuestión, será pertinente tal vez una consideración, dado que en dicha propuesta no se menciona expresamente lo relacionado con el artículo tercero constitucional, o con cuanto concierne a la lengua y la cultura de los pueblos indígenas.
En los acuerdos de San Andrés se estipuló de manera directa que el Estado no sólo debe impulsar políticas culturales nacionales y locales de reconocimiento y ampliación de los espacios de los pueblos indígenas para la reproducción, recreación y difusión de sus culturas y lenguas, sino que también habrá que fomentar un más amplio conocimiento de las culturas indígenas entre toda la población del país, como paso necesario para eliminar incomprensiones y discriminaciones. Esto supone, obviamente, que la educación que el Estado debe impartir habrá de ser intercultural dando cabida a la enseñanza de las lenguas indígenas que se hablen en el correspondiente municipio o región dentro de las distintas entidades federativas.
Ahora bien, en la propuesta de la Cocopa lo tocante a educación, lengua y cultura de los pueblos indígenas se incluye en lo concerniente al artículo cuarto constitucional, siendo que debería centrarse, como es obvio, en el artículo tercero de la Constitución. El que los indígenas vean que sus lenguas y culturas son al fin objeto de atención en el campo educativo fortalecerá la conciencia de su identidad tantas veces en peligro ante incomprensiones y discriminaciones. De manera explícita tendrán entonces plena conciencia de que ellos y sus antepasados han creado expresiones literarias, formas de pensamiento, manifestaciones artísticas y códigos de conducta tan estimables como los de cualesquier otros pueblos.
Respecto de los no indígenas, si en el sistema educativo nacional se ofrece una presentación bien fundamentada de lo que ha significado la presencia indígena en el país, los estudiantes podrán apreciar entonces cómo los pueblos originarios fueron creadores de una civilización extraordinaria. Podrán valorar lo que fue su arte, con grandes monumentos, esculturas y pinturas, en lo que queda de sus centros urbanos, muchos de ellos antecedentes de las modernas ciudades. Se enterarán de que los mesoamericanos descubrieron el concepto de cero antes que ningunos otros en el mundo; tuvieron sistemas cronológicos de gran precisión, escritura, libros y ricas literaturas.
Contrastando todo eso con su situación presente, se percatarán de la verdad notada por el pionero de la antropología fray Bernardino de Sahagún: "no les quedó sombra de lo que fueron", afirmación que, por el sometimiento y exclusión de que han sido víctimas, sigue siendo cierto. Además, los no indígenas habrán de tener a su alcance, si así lo desean, la posibilidad de acercarse a una lengua indígena que bien podrá ser la más hablada por los indígenas de la región donde viven. Acercarse a esa lengua será descubrir cómo puede concebirse el mundo de una forma distinta, llena de sorpresas y atisbos, propios de quienes integran la raíz más honda en el ser de México.
De esto mismo se derivará otro beneficio cuya ausencia ha sido lamentable y ha propiciado la incomprensión. Se refiere éste a la captación por parte de los no indígenas de lo que es el modo de ser de los descendientes de los pueblos originarios. Muchas veces, al tratar con ellos determinados asuntos, se ha supuesto que debían reaccionar de maneras diferentes, interpretando su comportamiento como resultado bien sea de torpeza o indolencia o hasta de mal intencionado, que se escudan buscando procedimientos dilatorios. Quien haya ahondado un poco en la que podría llamarse psicología social de los pueblos indígenas se habrá percatado de que éstos en sus negociaciones con otros y entre sí mismos buscan por encima de todo el consenso. No toman ellos decisiones individualistas ni se precipitan comprometiéndose ante aquello que no les parece suficientemente claro.
La búsqueda del consenso, si es necesario a través de prolongadas consideraciones, muy lejos está de ser síntoma de atraso o primitivismo. Bastará con recordar que precisamente en los modernos organismos internacionales se busca también, como algo de primordial significación, el consenso entre los representantes de los diferentes países. Muy bueno será que en esa educación se den a conocer expresiones del pensamiento indígena como los huehuehtlahtolli, antiguos discursos que en muchos lugares se siguen reiterando, o sus cantos y poemas de gran belleza y hondura. En ellos son patentes las formas de expresión características de hombres y mujeres indígenas, con sus frases paralelas, sus metáforas y otras figuras de dicción. Los pueblos originarios y sus descendientes de hoy han sido y son gente muy refinada. Así como se dirigen a sus interlocutores con respeto y cuidado, así también merecen ser escuchados. Como ya lo mencioné, dejaron ellos dicho que "la palabra no se compra". Ciertamente su palabra, la que habrá que escucharse en el Congreso, no será venal, versará sobre el propio destino indígena que, en fin de cuentas, es también el de México.