MARTES Ť 13 Ť FEBRERO Ť 2001
A Silvestre Mercado no le gustaba ofender a las mujeres
ERNESTO MARQUEZ ESPECIAL
Silvestre Mercado, el cantante del barrio, el de la voz del arrabal, se marchó llevando consigo medio siglo de trabajo musical y toneladas de afecto. Pero antes de alzar vuelo hizo una súplica: "Muchachos, ahí les encargo a la Santanera, no me la dejen morir".
Y es que con el cantante se iba el último de los fundadores legítimos de esa institución musical.
Originario del barrio bravo de Tepito e hijo de un comerciante de calzado, Silvestre Mercado mostró desde muy temprana edad aptitudes para la música. Siendo aún estudiante de primaria ya se reunía con la palomilla para cantar en la esquina o llevar serenatas por tres pesos hasta que un día se enteró que un tabasqueño que vivía por el rumbo andaba con la idea de hacer una orquesta. Fue a entrevistarse con él, éste le hizo una prueba, lo aceptó y así, sin más trámites, comenzó su aventura de santanero.
Mercado impuso un estilo peculiarísimo en la llamada música tropical gracias a una manera de cantar melodramática y quejosa que le dio vida a un repertorio de piezas románticas, alimentó infinidad de sinfonolas de barrio y alivió penurias del corazón empapadas en alcohol.
Sus canciones eran verdaderos retratos del desespero ("No me explico todavía el porqué te has alejado, si bien sabes vida mía que eres tú mi adoración") o fieles confesiones del corazón ("No se burlen si le grito, si entre lágrimas le llamo, todo tiene su razón") que en el marco de la sonoridad emitida por cuatro trompetas, piano, bajo y percusiones afroantillanas se alzaban como banderas ígneas señalando sin pudor: "Aquí estoy entre botellas... celebrando a mi manera la derrota de mi pobre corazón..."
Cantante intenso
Silvestre, como intérprete de boleros, era un cantante intenso, provocador, que sabía cómo manejar esos sentimientos descritos en unas cuantas líneas e impulsar el mensaje hasta hacerlo llegar al destinatario de forma totalizante y madreadora. Su estilo consistía en alargar el tono en las vocales y contener la respiración en las consonantes, en una especie de sublimación emocional, dramatizando la melodía, haciendo énfasis en las frases o en las líneas poéticas que señalaban la queja, el quebranto o el reclamo: "Ya te conocí, ya se muy bien que eres toda vanidad..."
No tenía una voz bonita ni educada porque nunca fue a ninguna academia y ni falta le hizo. El, como muchos cantantes populares, traía el toque divino, el duende -como dicen los gitanos- para cautivar y emocionar, aunque a muchos no les gustaran sus maneras "arrabaleras" y ese tono "chillón". En ese sentido, el del cantante popular, traía la cultura del tango -que además interpretaba muy bien-: el apersonarse del drama para ser emisario del dolor y que su voz sirviera de paliativo al dolor del escucha. Lo de él -al igual que los tangueros- era tan sólo enunciar una frase para denotar el drama contenido en la canción. Y para ello su cara le ayudaba. "Tengo rostro de tragedia, si me río aparece una mueca", decía divertido.
Cuando la gente iba a los bailes en los que se anunciaba a La Internacional Sonora Santanera, era a él a quien esperaban con ansia. "Muchas personas me han confesado que con mis canciones se han reconciliado incluso después de haberse divorciado y yo me alegro, pues algo de utilidad debían de tener estas canciones que sólo hablan de desgarro y desamor", nos decía.
Respeto y admiración para la mujer
Y es que a Silvestre, aunque parezca un contrasentido, no le gustaban muchas de sus canciones, por lo que decían las letras. "No, en realidad no... es que dicen cosas con las que yo no estoy muy de acuerdo. No me gusta ofender a la mujer. Si hay algo en la vida que respeto y admiro mucho es a la mujer. Mira, siempre he estado rodeado de mujeres (šbendito Dios!): mi abuela, mi madre, mi esposa, mis tres hijas... crecí entre mujeres, he vivido entre mujeres y la que me va a llevar será una mujer y... bueno, como voy a decir cosas que le ofendan...
"Yo he cantado todas esas canciones porque desde que iniciamos con la orquesta Carlos Colorado me las impuso: 'Tú vas a ser el bolerista del grupo' me dijo. Y ahí me tienes. A mí en realidad lo que me gustaba eran las rumbitas y las guarachitas, cosas alegres, de vacilón, mi temperamento es así. Pero Colorado decidió que fuera yo el intérprete de los temas románticos, según él, por el color de mi voz y puso a Juan Bustos a hacer lo que yo quería cantar".
Pulcro y elegante en el vestir refrendaba su apariencia en el buen decir. Poco recurría al alarde, a la insidia o el desdén, aun cuando estuviera entre cuates. "Te voy a decir algo, pero apaga la grabadora", señalaba y cuando esperábamos la confesión de algo trascendental venía con un chismecillo inofensivo: "Es que José José y yo éramos terribles šbien briagotes!", ése era el tipo de confesiones que le sonrojaban.
Pero eso sí, no le tocaran el tema de la SS (Sonora Santanera) por que en seguida se ponía tenso y espetaba: "šEs única! šInigualable! šPatrimonio cultural de la nación!". Esto último lo señalaba entre broma y serio: "Bueno, el reconocimiento nos lo ha dado el pueblo, porque a lo largo de cuatro décadas hemos hecho llorar, bailar y cantar a cuatro generaciones".
Y tenía razón. A lo largo de un ejercicio musical que incluye la edición de 53 discos y centenas de bailes y presentaciones públicas, los integrantes de la SS se convirtieron en factor y sostén de la tradición bailable en México a grado tal de ser los únicos representantes de esta identidad nuestra en el mundo.
Embajadores culturales
El último acto protocolar que realizara Silvestre con la Santanera fue en Alemania con motivo de la Expo Hannover 2000. "Que nos tomen como embajadores culturales es motivo de orgullo, sobre todo para nosotros que fuimos considerados músicos arrabaleros", comentaba con un aire de ironía.
"El estilo de la Sonora es único porque nadie como nosotros logró mantener ese equilibrio entre lo tropical y lo romántico. Ese estilo se lo debemos a la intuición y sabiduría de Carlos Colorado. Como agrupación de música romántica y tropical jamás hemos tenido sombra"
Como se ve, su religión era la música y su pasión la Sonora Santanera, de la que mantuvo siempre en alto el nombre, sobre todo cuando la mayoría de sus integrantes se empezó a ausentar: Colorado, fallecido en abril de 1986, en un accidente automovilístico, fue el primero en marcharse; José Bustos y Andrés Terrones decidieron probar fortuna por separado y formar otra agrupación (Los Santaneros); el pianista Antonio Casas, que había sido el punto de amalgamiento tras la desaparición de Colorado, se retiró por razones de salud y en diciembre de 1994 falleció Juan Bustos.
"Me siento obligado no sólo por el nombre, sino por el gran cariño que le tiene el público a esta institución", nos comentaba Silvestre justamente cuando en el Salón México presentaban su disco número 53. "Yo con la Santanera hasta la muerte", afirmaba.
Y lo cumplió. Ahora será responsabilidad de los nuevos santaneros seguir la tradición, como manifestó Silvestre en su último deseo.