La ausencia de públicos para el teatro de arte en México es una problemática que se ha acentuado en los últimos lustros, sin que se vislumbre cómo superarla a mediano o incluso largo plazos.
Sin embargo, no se trata de una crisis exclusiva de nuestro país sino mundial, apunta Víctor Hugo Rascón Banda. La diferencia es que en lugares como Nueva York, París, Montreal o Buenos Aires, las instituciones sí estudian el problema para encontrar soluciones.
El dramaturgo ?en el libro Teatro y públicos. El lado oscuro de la sala, de Lucina Jiménez? subraya que nunca como ahora ''cuando los teatreros han decidido profesionalizar su oficio, vivir del teatro y para el teatro, el público no corresponde a la oferta que se le presenta".
Pero la cuestión va más allá, a criterio del también presidente de la Sociedad de Escritores de México (Sogem), pues también persiste una carencia de estudios que expliquen tal situación y se constituya el primer paso para subsanarla.
Resolver los vacíos en los teatros es una cuenta
pendiente que tienen los teatreros, asienta Rascón Banda: ''Producimos
de espaldas al espectador, sin darnos cuenta que en la generación
del espectáculo se gesta la relación futura con el público".
Para algunos creadores como Luis Mario Moncada, la triangulación
entre el Estado, la comunidad teatral y el público es uno de los
factores que perjudica la captación y la formación de la
audiencia.
''Tenemos que demostrarle a los espectadores que nuestra labor es importante para ellos. El Estado no es quien debe entender que nuestro trabajo es importante para el público, sino que debemos establecer una comunicación frontal con este último. Debemos seducirlo e interesarlo directamente y no decirle a las autoridades que nuestro trabajo es importante, y por ello, pedirle su apoyo", explica.
''Que el público diga cuáles son las propuestas teatrales que le interesan y qué está dispuesto a respaldar para que crezca. En ese sentido, la función que tienen las instituciones o el Estado es la de propiciar esa relación (creador-público), pero nunca debe imponerla ni definirla."
El dramaturgo y titular del Centro Cultural Helénico acepta, sin embargo, que son los propios teatreros los que evaden la relación directa con el público, al demandar la participación institucional:
''Todos los diagnósticos y propuestas que hacemos pasan por fuerza por exigirle al Estado que tenga tal o cual actitud o tal o cual apoyo. Cómo encontrar la manera de crear nuestro público, es algo que nunca nos preguntanos. Estamos acostumbrados a una visión paternalista en la que sólo importa satisfacer una necesidad individual y no si lo que se hace es consumido o no por el público. Nos importa que sea bueno lo que hacemos desde el parámetro de lo que dice la crítica o nuestros colegas, pero no necesariamente de lo que dicen los espectadores. Es ahí donde se pierde la relación entre ellos y nosotros."
Primero la calidad artística
A decir del director escénico y docente Rodolfo Obregón, resulta imprescindible definir cuál es el tipo de público que se quiere recuperar, para no atentar contra la calidad artística de las propuestas en aras de atraer mayor cantidad de personas.
''El público ?asevera? no es abstracto. El teatro universitario, por ejemplo, tiene el suyo, pequeño, pero es uno que vale mucho la pena conservar. No todo tiene que ser en medida de atraer grandes cantidades de espectadores, porque entonces se pierde la calidad y ése (el estadístico) se convierte en un parámetro obsoleto. En ese altar de atraer público hemos sacrificado muchas cosas a costa del discurso artístico, de la calidad y del repertorio".
En México, la crisis de públicos parece estar en función de las buenas y las malas épocas del teatro.
Lucina Jiménez López apunta que este alejamiento de las salas de teatro ''se ha presentado como fénomeno recurrente en diversas épocas, pero en los comienzos de la década de los noventa ha tenido expresiones alarmantes al propiciar el cierre de temporadas, pérdidas económicas y cierto desaliento entre la comunidad teatral".
Datos del INEGI revelan, por ejemplo, que la venta de boletos en los principales teatros de la ciudad de México se redujo más de 40 por ciento, al pasar de 6 mil 679 localidades en 1980, a 3 mil 923 en 1990.
En su libro Teatro y públicos..., editado por Escenología, la investigadora consigna la opinión del director Luis de Tavira acerca de esta problemática:
''Es muy recurrente la frase de que el teatro está en crisis, se dice que siempre está en crisis. Sí, pero lo que tenemos que intentar es discernir responsablemente qué hace a esta crisis actual del teatro ser lo que es, a diferencia de anteriores. Creo que un grave problema es este ir a ciegas en relación con los problemas del quehacer teatral y su relación con la sociedad, lo que nos ha impedido incidir en las causas, que se han ido acumulando y complejizando hasta presentar un cuadro como el que tenemos hoy día."
Sin atisbos de vanguardia teatral
La lejanía del público es un factor que afecta no sólo al teatro de arte, evidencia Jiménez López, sino también al comercial, aunque este último tiene sus excepciones como la prolongada temporada de la obra 11 y 12, de Roberto Gómez Bolaños, o el millón de espectadores que logró en un año en cartelera La Bella y la Bestia.
Múltiples son las razones que tratan de explicar esta indiferencia del público hacia el arte teatral, pero ninguna parece ser realmente válida.
Explica la antropóloga social: ''Hay quienes señalan que las personas no van al teatro porque es muy caro, otros dicen que no asisten porque las funciones son casi siempre de noche y la ciudad se ha vuelto peligrosa. Algunos creen que es consecuencia de que los espacios donde se realizan las presentaciones estén lejos. Otros más afirman que la gente no va al teatro porque generalmente está mal hecho. Finalmente, destacan quienes dicen que el cine, la radio y luego la televisión desplazaron al teatro del lugar que ocupaba en la vida cotidiana del público".
Sin embargo, para cada uno de esos argumentos la especialista encuentra comparaciones que parecen contradecirlos o ponerlos en duda. Por ejemplo, señala que un concierto de rock o las superproducciones de comedia y musicales son más elevados en precio que las funciones de teatro y, sin embargo, generalmente se agotan.
Mario Espinosa, en su calidad de director escénico, señala que es responsabilidad de los teatreros lograr que este arte gane su lugar en la sociedad, pero para lograrlo, dice, la comunidad teatral primero debe congregarse y asumir objetivos comunes.
''La teatral es una comunidad dispersa. Somos comunidad en cuanto que muchos nos dedicamos al teatro, pero no lo somos en el sentido de organizarnos alrededor de fines comunes, lo que es necesario para todos. Espero que muchos coincidamos en lograr un movimiento con base en considerar que existen muchas maneras de entender el teatro y que, al mismo tiempo de esa pluralidad, también hay diferentes tareas y problemáticas por las que se debe trabajar juntos."
En esa atmósfera de pluralidad, advierte Espinosa, no se vislumbra una vanguardia teatral, como ocurrió en los años sesenta.
Entre otros pendientes de la actual situación del teatro de arte en México que deben ser analizados, están los centros de enseñanza y formación, así como el estado de los grupos e instituciones de provincia.
Acerca de la cuestión educativa, Luis Mario Moncada considera que es un rubro que comienza a ser atendido y cuyos resultados se verán a mediano plazo. Subraya que en los últimos años han proliferado las instituciones que imparten la licenciatura en arte teatral.
Por ejemplo, dice, hace 20 años en el país sólo la UNAM, la Escuela Nacional de Arte Teatral y la Universidad Veracruzan ofrecían esta licenciatura. En la actualidad, se imparten 13 en el interior de la República: Sonora, Chihuahua, Guadalajara, Morelia, San Luis Potosí, Nuevo León, Puebla y Querétaro, entre otros estados.
Sin embargo, dice Moncada, tal proliferación no significa necesariamente que exista un nivel de calidad en la enseñanza o que los egresados encontrarán con facilidad trabajo.
La situación del teatro en provincia, por otra parte, despierta opiniones encontradas entre la comunidad teatral. Hay quienes la califican de ''devastadora", como Rodolfo Obregón. Otros, como Moncada, evidencian la irregularidad en la calidad estética.
Y, algunos más, entre ellos José Ramón Enríquez, señalan que ''es muy injusta la crítica que se le hace al teatro de provincia, porque es un ámbito donde se tiene que trabajar contra la corriente".