Lunes en la Ciencia, 12 de febrero del 2001
Pasado, presente y futuro de la ecología en la frontera norte
Un corresponsal ambiental en Juárez
Victoriano Garza Almanza
Abrí el correo electrónico y encontré varios mensajes de procedencia desconocida. Por sanidad, cuando son de origen extraño y pueden cargar algún virus cibernético, los borro sin miramientos. Por el remitente uno de ellos llamó mi atención, era de un tal Gideon Lichfield, corresponsal del semanario inglés The Economist. Escribía que vendría a Juárez y pedía una entrevista, ya que pretendía preparar una crónica sobre la contaminación ambiental en la frontera y el TLC.
Acepté y atendiendo a una segunda petición le mandé una lista de otras personas para entrevistar. Puntualito, como buen inglés, estuvo el día y la hora acordados en el CEMA de la Universidad de Ciudad Juárez. Para entonces ya había hablado con él telefónicamente y a juzgar por su voz esperaba ver a una persona madura.
En el lugar de la cita lo identifiqué de inmediato por su estilo de ropa, evidentemente no americano, y una cara agudamente judía que embonaba perfectamente con su nombre. En la edad fue donde me equivoqué, era más joven en persona que por teléfono.
Lo mismo que por teléfono, durante la
reunión no quiso hablar en inglés; deseaba llevar la
plática en español.
Con estas modernidades de hoy quienes estábamos con él, debo aclarar que yo había invitado a otros investigadores, esperábamos verlo sacar una laptop o una cámara de video de la mochila, mínimo una grabadora. De la bolsa trasera del pantalón desenfundó una libretita, medio achicharrada por el uso y los sentones, que me hizo recordar los cuadernos Polito de la infancia. También le erré con lo de la pluma fuente, lo único que traía era, como dicen los argentinos, un "biromo" ųpues afirman que un tal Ricardo Biromo, špor supuesto, porteño!, inventó los bolígrafos.
Comenzó a preguntar. Como lo sentimos poco claro en su indagación, como universitarios no perdimos oportunidad para darle un breve repaso del estado ambiental fronterizo, primero, y responder a sus preguntas, después. Con una letra apretada y minúscula, tacaña, pensé ųcasi, casi le cabían tres o cuatro líneas por renglón-, comenzó a escribir lentamente. No escribía todo lo que decíamos, sino algunas cosas, se notaba muy selectivo en lo que registraba.
Al término del encuentro se fue por donde vino. Salió de la Universidad para buscar el resto de las entrevistas pactadas. Luego me diría que no consiguió todas, algunos de los ambientalistas de la lista lo dejaron plantado.
A los pocos días me envió su crónica que en esos momentos ya estaba en las páginas de The Economist, se llamaba: A greener, or browner, México?
No era muy extensa, apenas del tamaño de este artículo, pero los ojos del ųprobablemente- más importante semanario del mundo estaban puestos aquí mismo. Los editores tenían interés en que los europeos ųinversionistas y estadistasų supieran, desde la misma línea divisoria del desarrollo y el subdesarrollo, del primer tratado comercial internacional que se preocupaba por el cuidado del medio ambiente.
Tenían curiosidad por conocer del ambiente binacional y de la manera en que México y Estados Unidos estaban abordando los compromisos ambientales del TLC.
Para no ser un periodista especializado en asuntos ecológicos ųcomo los gringos, que por años se entrenan exclusivamente para cubrir PCB's, plaguicidas o cambio climáticoų, sino un corresponsal holístico que agarra la noticia por donde el olfato le dice que está brincando o donde la intuición lo lleva a lo que puede ser una novedad, podemos decir que su artículo ofreció un buen acercamiento a nuestra problemática ambiental.
Pronto será cumplirá un año de la publicación del The Economist, que fue difundida en Estados Unidos, Canadá y traducida por numerosos medios informativos de México. ƑQue ha cambiado desde entonces? Eso lo puede decir usted. Algunos de los problemas ambientales que Lichfield menciona en su crónica, para cuya atención y solución el TLC creó relucientes oficinas internacionales ųllamadas "ecotours", por los constantes viajes de sus funcionariosų y bien redactados acuerdos ecológicos, son como sigue:
* Contaminación del aire. Usted sabe que es un problema que las autoridades miden y miden a diario, pero que cada vez les da un mayor índice y, por ende, más riesgos.
* La inmigración nacional hacia la frontera y el abatimiento de los acuíferos. Eso lo sabemos todos y, a pesar de ello, los industriales de la maquila y las autoridades se empeñan en traer más gente del sur, que no vienen solos, sino con sus familias.
* La falta de drenaje, ya que hay sólo una red para el servicio doméstico, comercial, industrial y pluvial. La red está cada vez más dañada y en cada lluvia ųque no son muchas pero que cuando caen ocasionan problemasų se pierden kilómetros. Para colmo, en algunos lugares se hunde periódicamente.
* Tratamiento de aguas negras. Ahora se anuncia que se ampliará una de las plantas, al cabo que la gente no dice nada y paga con sus impuestos los errores de planeación.
* Los residuos tóxicos y bioinfecciosos. Todo un caso cuya realidad peligrosamente se ha desestimado.
* Los residuos sólidos. Particularmente las llantas, con la cuales se ha hecho de Juárez el basurero más grande de El Paso y Las Cruces.
El artículo de Gideon tiene un valor dogmático. Usted lo pudo haber leído cuando apareció el año pasado, o hace un mes o leerlo la próxima navidad, y le parecerá fresco como si un profeta lo hubiera escrito. La problemática ambiental que aborda se mantiene estable y a la alza.
Pero no todo es lóbrego, concluye Lichfield, las ONG ambientalistas han florecido en este escenario para orientar al público, para proveer a niños y jóvenes de la educación ambiental que las instituciones oficiales no les dan. Y como en los mejores pasajes de la Biblia, profetiza que el esfuerzo de las dos naciones traerá la luz a la frontera para arreglar de una vez por todas el problema de la contaminación y el deterioro ambiental.
Con esperanza y optimismo, los fronterizos podemos ver que hay una luz al final del túnel... sólo que no sabemos si es la de un tren que viene en sentido contrario.
El autor es jefe del Area de Salud Ambiental de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez