DOMINGO Ť 11 Ť FEBRERO Ť 2001
Juan Bañuelos: el traje que vestí mañana /I
Elena Poniatowska
En 1972, Juan Bañuelos, el chiapaneco, fue a Tuxtla Gutiérrez a recibir el Premio Chiapas por su obra poética. Había decidido rechazarlo porque habían matado a machetazos a treinta indígenas en El Paraíso, allá por La Frailesca. "Yo no iba a aceptar el premio -dice Juan- pero mi familia empezó con 'ay, papá, tenemos que cambiar el coche, no digas que no, ay papá nos falta esto y lo otro'". Juan Bañuelos llevaba dos discursos, uno de aceptación y otro de rechazo. "El gobernador Absalón Castellanos era amigo de mi padre. Dije, si habla bien de mi papá me voy a sentir muy mal y no tendré más remedio que aceptar el premio y venirme en el primer avión al día siguiente". El gobernador habló muy bien de su padre, habló muy bien del propio Bañuelos, pero no le gustó que dijera: "De este poeta, deberían aprender estos maestritos, que en lugar de traer la luz como él, traen la noche a Chiapas", refiriéndose a un problema magisterial. Bañuelos se molestó. La suerte estaba echada. Hizo una denuncia de la matanza de El Paraíso y cuando vio que don Samuel entraba al teatro, pensó: "Ah, pues a don Samuel le voy a dar el cheque para que les pase el dinero a las viudas y a los huérfanos de El Paraíso". También tuvo conciencia de que en ese momento los asistentes le dirían hasta de lo que se iba a morir porque todos eran burócratas acarreados. "No hombre, se pusieron de pie y me aplaudieron como dos minutos". El gobernador Absalón Castellanos se enojó: "Yo no voy al banquete de Juan Bañuelos; es un malagradecido". Juan José Bremer intervino: "Perdone, señor, pero esto un acto cultural y Juan Bañuelos le está dando su premio a la gente más desprotegida". "No, se lo está dando al poder eclesial". Cuando los periodistas le preguntaron a Juan: "ƑPor qué le dio el dinero a don Samuel Ruiz? ƑEs usted muy católico?" "No, se lo di porque el obispo ha luchado por los indígenas y además es muy honrado. Sé que él les va a dar el dinero a las víctimas". "Entonces, Ƒconsidera que el gobernador es un ladrón?" "Es el sistema del que desconfío. Si el poder eclesial es progresista, me consta que don Samuel va a entregarlo como acaba de prometerlo en público: Señor Bañuelos, yo hará llegar este dinero y seguiré luchando porque sus hermanos indígenas sean sujetos de su historia. Se lo agradezco doblemente porque sé que usted no es un hombre rico ni mucho menos".
Cuento esta anécdota porque ilustra no sólo al poeta y a su obra completa reunida en el hermoso volumen El traje que vestí mañana sino a la finalidad de su poesía que es el regreso a los orígenes y la defensa de la cultura indígena. Es también el punto de partida de la actuación de Juan, a quien le ofrecieron en 1994:
-Oye, vente a formar parte de la Comisión Nacional de Intermediación.
-ƑYo? ƑPor qué?
-Porque diste tu premio para los treinta asesinados en El Paraíso.
Bañuelos había publicado Espejo humeante, Puertas del mundo, Escribo en las paredes, Destino arbitrario, No consta en actas y por eso mismo andado por los caminos de Inglaterra, Italia, Estados Unidos, Canadá, con los bolsillos de su pantalón llenos de poemas que iba repartiendo a los mirones y que la BBC de Londres había transmitido por radio, también en México Juan era un poeta ambulante que decía su poesía en las plazas públicas y daba talleres a lo largo de la República, había sido maestro (sigue siéndolo) en la Universidad, le había ordenado a su alma que saliera de su cueva a cantar, les había deseado selvas y sobre todo sol a sus amigos, se había reído y peleado con los de a Espiga Amotinada, había abrazado a muchos y les había mentado la madre a otros, había obtenido premios como el de Poesía de Aguascalientes en 1968 por su libro Espejo humeante y de pronto decidió aceptar ser miembro de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) y regresar a Chiapas, a su selva, a la selva que les deseó a otros.
Muy pronto, Juan llegó a la conclusión de que lo mejor que pudo haberle pasado en la vida fue volver a su tierra, que veía como nostalgia y recuerdo. Ver el drama terrible de los mexicanos más pobres resultó definitivo no sólo para su vida de hombre sino para su obra poética. Sufrió por los otros, sufrió con los otros, murió por todos y por su sangre circuló el racismo, el desprecio, el despojo, la desaparición de las lenguas vernáculas, que durante la época de la Conquista eran 170 y ahora no son ni la mitad. Se le hizo evidente que el levantamiento en armas del EZLN y de los pueblos indios había sido justo y necesario. "He mirado la patria largamente/ Se le nota tristeza hasta en el mapa".
Así como lo ven ahora, sesentón y cotidiano, Juan Bañuelos bien podría ser el Comandante Poeta, y aunque ustedes no lo crean, ahora mismo lleva capucha. Vino muy cuidadosamente afeitado a su cita amorosa con todos ustedes para enredarlos en sus lianas, sus tuzas y sus lagartijas. "Mi corazón ya sabe/ su dirección de bala", asegura con su sonrisa de cascabeles y de danza. Poeta del trópico, del verde dolorido de la selva, trascendió escollos para levantar una ola de poesía comprometida y rota, en esta tierra de indios explotados que asombra a tantos. Aunque no conste en actas ha levantado la voz, sólo por gritar su poesía que es la denuncia del dolor de los otros. Con guitarra y vestido de coyote azul, da a conocer los rumbos de los otros, sus caminos al hacerlos canto. Mira atrás y descubre que los versos se hienden a sí mismos, toman otra línea y otra altura, no obedecen a las leyes de la gravedad, "a la circunferencia de la hoja o a la cuadratura de la hora", como dice la poeta Marlene Gómez, y Bañuelos escribe metáforas vivas y con ellas regresa al futuro de su obra, aquella que concibió de niño y después olvidó por andar entre las ortigas del baile y de la fama.
Al ser miembro de la Conai, el poeta fue claro desde un principio: "Chiapas representa un problema muy grande para un presidente tan pequeño". Entregado, Bañuelos recorrió los caminos de la selva de San Cristóbal a Ocosingo, de Tila a Sabanilla una y otra vez. Difundió no sólo las discusiones del conflicto que habría de culminar en la matanza de Acteal, sino que se volvió un paladín del indigenismo y un denunciante de la pobreza que por lo visto camina tomada de la mano del racismo. Así como atravesó los resbaladizos y empapados caminos de la selva Lacandona recorrió las universidades de la República entera y divulgó, indignado, que las demandas de los pueblos indios eran justas y el mal gobierno no había cumplido con los acuerdos de San Andrés.
ƑQué tiene que ver todo esto con el libro de poesía de Juan Bañuelos El traje que vestí mañana? Simplemente, todo. Juan regresó a sus orígenes. Siguiendo las enseñanzas de los griegos contemporáneos Seferis, Odiseo Elytis, Kavafis se preguntó al igual que ellos: "Bueno, Ƒy ahora qué vamos a hacer si ya todo lo escribió Homero?" Los griegos de los cincuenta decidieron volver a los mitos originales del Mar Egeo y con ello adquirieron otra visión de su propia realidad. Al interpretar los mitos hicieron lo mismo que los polacos Wislawa Symborska, Czeslaw Milosz, y los rusos Ana Ajmátova, Tarkowski y Marina Tsvietlaya que volvieron a sus sagas. Lo mismo sucedió en las Antillas, Derek Walcott tomó a Homero y transformó a los héroes de la Iliada en taxistas y en prostitutas para producir el gran poema Homerus. Seamus Heaney, el irlandés, regresó al mundo celta y así también nos dio.