DOMINGO Ť 11 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť Insuficiente, el éxito de instituciones electorales, dicen
Ausente, tradición democrática en México: Krauze y Meyer
Ť Afirmaron: lo conseguido en México es un primer paso
MARIA RIVERA
Después de dar la bienvenida a la democracia mexicana, los historiadores Enrique Krauze y Lorenzo Meyer advirtieron, en su diálogo celebrado el jueves en el Colegio Nacional, los riesgos que la asechan: la ausencia de una tradición democrática y de una igualdad en el área material.
No basta con la democracia electoral, ésta es un primer paso, puntualizó el director de Letras Libres, también falta construirla en la cultura profunda, en las costumbres y en el trato, agregó.
La primera parte de la conferencia a dos voces corrió a cargo del doctor en historia Lorenzo Meyer. Durante su intervención, a la que tituló La democracia mexicana, historia de imposibilidades, desencuentros y Ƒfinal feliz?, hizo un amplio recorrido por la historia de esta forma de gobierno, desde la democracia ateniense, hasta la representativa liberal. En la parte final hizo una minuciosa descripción de las vicisitudes que tuvo que atravesar en México hasta el 2 de julio del 2000. Su conclusión no está exenta de realismo. "Tenemos muy pocas bases, pero también tenemos una sociedad que está en proceso de polarizarse aún más, si le hacemos caso a las últimas cifras del INEGI. Con estas diferencias tan grandes, la democracia política no puede funcionar, tiene sentido pero muy poco. Si el terreno material no está abonado, su debilidad es tan grande que una crisis económica o ecológica puede echar por tierra algo que ha tardado mucho tiempo en darse en el país y que vale la pena insistir en su arraigo y en su defensa".
Durante la sesión de preguntas, Krauze también reflexionó sobre este punto. ƑPor qué tanto interés en la democracia si somos un país tan desigual?, le preguntaron. "Hay que cambiar el sentido de la pregunta, porque implicaría que tener una antidemocracia o un régimen distinto a esta nos acercaría a ser un país más igualitario. Son dos cosas distintas. Tal parece que los diversos modelos de organización política que el hombre intentó en los siglos XIX y XX fracasaron por llevar a cabo sus proyectos de crecimiento, desarrollo e igualdad, pero no se ve por qué la democracia pueda ser un impedimento para lograr esos fines de mejoría económica y social que son los problemas torales en México. Siempre he creído que la democracia no es un fin, es un medio: es el mejor acuerdo para administrar los desacuerdos en torno a los grandes temas de la realidad nacional. La democracia no garantiza la solución de los problemas nacionales, pero desde luego lo asegura mucho más que cualquier otro régimen político".
La democracia como costumbre
Por su parte, Enrique Krauze comenzó su intervención Las costumbres de la democracia y la democracia de las costumbres recordando algunos pasajes del político e historiador francés Alexis de Tocqueville. El consideraba que uno de los fundamentos de la democracia en lo que ahora es Estados Unidos se debía a que la Iglesia y el Estado habían nacido separados, y la religiosidad se concentraba en el ámbito de la conciencia individual.
En cambio en México, recordó Krauze, el espíritu de la religión y el de la libertad marchaban en sentidos opuestos. Sobre las conciencias individuales pretendía reinar hasta avanzado el siglo XIX la religión católica. Uno de sus prelados señalaba por entonces que lo que ella no enseñaba no era verdadero, y lo que a su enseñanza se oponía era herejía y error.
"El rasgo específico que distingue al liberalismo mexicano es la necesidad de limitar primero el poder de la Iglesia, para poder después construir un orden democrático y liberal. La democracia como costumbre tuvo una dificultad histórica de arraigar en México no sólo por las razones ya antes mencionadas por Lorenzo Meyer, sino también por esta característica histórica que es un contraste muy claro respecto a EU: el liberalismo democrático mexicano tardó mucho tiempo en lograr una cabal separación entre la Iglesia y el Estado".
El historiador planteó la necesidad de implementar la democracia de las costumbres. "Tenemos rasgos que provienen de un legado de intolerancia muy antiguo, y que aunque ya avanzamos en la construcción de una democracia electoral, todavía nos falta construir esa democracia en la cultura profunda, en las costumbres, en el trato". La intolerancia, empezó a enumerar, es uno de ellos.
Ligado a ese problema, continuó, está nuestra dificultad de dialogar, de escuchar.
Otro rasgo es que tendemos a subsumir al individuo en una especie de nosotros, comentó. "No un nosotros que no es la suma de las libres voluntades individuales como debería de ser en toda democracia, sino una especie de voluntad general de Rousseau". También apuntó que en México la crítica es sinónimo de desautorizar y descalificar.
"Debemos estar orgullosos de lo que hemos logrado, concluyó, pero estar conscientes también de que es sólo un primer paso".
Llegó la participación del público, que se centró en los temas que están actualmente en la agenda nacional: Chiapas y el caudillismo de Fox; algún asistente calificó así las actitudes del Presidente.