jueves Ť 8 Ť febrero Ť 2001
Sergio Zermeño
ƑSociedad civil o lucha de clases?
La anunciada marcha zapatista ya dio su primer fruto: ponernos a pensar intensamente en quiénes somos los mexicanos, cuáles son nuestras distancias y nuestras semejanzas. Llama inmediatamente la atención un cambio en nuestra retórica política: hoy, cuando la sociedad es más desigual que hace treinta años, nadie habla de clases sociales: hay malvados que habitan en el firmamento de la globalidad y tienen construido un búnker en algún lugar entre Los Pinos, la bolsa, las televisoras y Almoloya. Hay, por otro lado, excluidos, pobrecitos, indígenas e indigentes, damnificados, desalojados, niños de la calle... Y luego, al enorme hueco existente entre esos dos hemisferios, le llamamos sociedad civil, cuyo principal adversario, dejando de lado a los gigantes de la globalidad, son los políticos y sus partidos.
La magnificación de ese hueco llamado sociedad civil se evidencia cuando escuchamos a dirigentes e ideólogos de las luchas y organizaciones sociales: los asesores del CGH denuncian a los partidos (en particular a uno) y depositan su esperanza en el ascenso de la sociedad civil; los movimientos urbano populares se autodenominan "la sociedad civil" y dirigen su furia contra el Gobierno del Distrito Federal y su partido cada vez que no demuestra en los hechos su opción por los pobres; el zapatismo acepta que se equivocó en su beligerancia inicial y fue reeducado el 14 de enero de 1994 por la sociedad civil, y con ella se encontrará en su marcha hacia la capital; el PRD se lamenta de no haber fortalecido sus lazos con la sociedad civil y de haberse encerrado en una guerra de facciones; Fox y el PAN inauguran un cuasi ministerio dedicado a la sociedad civil y a la participación ciudadana.
Para qué abrumar al lector recordándole que en el mundo moderno la sociedad civil organizada está compuesta en 98 por ciento de los casos por asociaciones deportivas, culturales, de recreación, técnicas, económicas, de salud, de servicios sociales... y que, en resumen, la voz sociedad civil hace referencia a un espacio que se confunde con el universo difuso de la opinión pública o, más sencillo aún, de lo que hemos llamado sociedad o pueblo.
Vayamos mejor directamente al grano: lo que en el 2001 mexicano se está entendiendo por sociedad civil es una amalgama de ONG, organizaciones urbano populares, sindicatos, jornaleros y maquileros golpeados por la globalización, movimientos y organizaciones indígenas, estudiantiles, magisteriales... un abanico de actores y grupos víctimas del modelo imperante de desarrollo que hoy comienza a adquirir una identidad: la globalifobia.
Una serie de opiniones, corrientes y fuerzas sociales intuyen que el escenario político puede condensarse en estos términos y, en el santuario de llegada de la peregrinación zapatista, legisladores priístas y panistas declaran que no existe compromiso para apoyar las reformas constitucionales en materia de derechos y cultura indígenas de la Cocopa. El peor de los escenarios podría entonces estar montado: un plantón indefinido en las afueras de San Lázaro y en el Zócalo como forma de presión para la solución íntegra de las demandas. El encanto cohesionador del referente sociedad civil puede entonces venirse abajo y la opinión de una ciudad como la nuestra (por no hablar del país) quedar fuertemente dividida siguiendo contornos de clase, como sucedió en el conflicto de la UNAM.
No cabe duda de que muchas de las organizaciones que estarán respaldando al EZLN, las del movimiento estudiantil o las urbano populares, por ejemplo, son las que buscan desesperadamente para sus seguidores, en medio de la precariedad, un terreno para vivir, una banqueta para sus puestos cerca de un paradero, una ruta de bicitaxis... Las clases medias en sus colonias intentan defenderse de estas masas, producto de la injusticia, que tratan de ganarse la vida a costa de lo que sea. Quien apela a la sociedad civil pensando en un espacio unificado que comparte una concepción de justicia, no está midiendo los peligros de la confrontación social (parece un presagio la broma de dos horarios de verano, según el ingreso socioeconómico y la filiación partidista de cada delegación: Ƒel poniente rico y alto contra el oriente lodoso?). ƑPara qué polarizar a la sociedad? ƑPor qué mejor no seguimos recreando la imagen idílica de esa sociedad civil cordial y unificada?
El zapatismo tiene irremediablemente la razón, hay que cumplir sus demandas y concentrarnos entonces en cómo, en medio de la globalización, podemos lograr una sociedad más justa. Creo que el discurso de Fox del 5 de febrero iba en esta dirección.