MIERCOLES Ť 7 Ť FEBRERO Ť 2001
Carlos Martínez García
Fe religiosa o propaganda política
Con la idea de que es necesario superar polémicas religiosas decimonónicas, diversos partidarios de lo que denominan libertad religiosa, la que evitan definir, parecen estar añorando la época de la Colonia, cuando el monopolio de la Iglesia católica dominaba la cultura nacional. Sobre los debates dice el subsecretario de Asuntos Religiosos, Javier Moctezuma Barragán, que es "hora de mirar hacia el siglo xxi y no continuar con discusiones y polémicas propias del siglo xix" (entrevista con José Antonio Román y Alonso Urrutia, La Jornada, 2 de febrero). Al respecto es necesario recordar que si resurgió la cuestión del laicismo del Estado mexicano, tema álgido que denodadamente argumentaron los liberales del siglo xix, fue porque un importante sector foxista quiso retrotraer la historia del país al siglo xvi.
Considera el funcionario que en la actualidad las relaciones iglesias-Estado se encuentran en un nivel óptimo, "no obstante las luchas, incluso cruentas, que se dieron en el pasado". Cabe mencionar que esas luchas fueron única y exclusivamente con la Iglesia católica, las otras (protestantes/evangélicas y de otros credos) fueron ajenas a la disputa. Y lo fueron porque simple y sencillamente les estaba vedada la presencia y trabajo en México. La causa es bien conocida: el predominio excluyente de la Iglesia católica sobre la vida privada y pública de los ciudadano(a)s. El control de las conciencias dejaba muy pocos resquicios de expresión a los heterodoxos, y para ampliar esos limitados espacios fue necesario que la libertad de creencias y culto se instalara en México mediante la gesta liberal. Este hecho histórico tratan de invisibilizarlo hoy los que reclaman mayores libertades para las corporaciones eclesiásticas, mayoritariamente católicas, y prefieren echarle paladas con ánimos sepultureros.
Para Moctezuma Barragán en el siglo xix y en el xx se "cometieron excesos", afirma que fueron "lacerantes para los ministros de culto, como el no poder votar, o prohibir peregrinaciones, no usar hábitos". De acuerdo, hubo excesos de los anticlericales que trataron a sus adversarios con los medios a los que se recurre en una guerra, y al vencerlos les impusieron legislaciones restrictivas. Sin embargo, el subsecretario olvida mencionar que en el bando clerical igualmente se perpetraron atrocidades como el desorejamiento de maestros rurales, fusilamientos, atentados en los que resultaron heridas o muertas personas ajenas al conflicto y otras conductas fanáticas de quienes estuvieron dispuestos a enrolarse en una lucha en la que supuestamente estaban defendiendo la causa de Cristo. Si se va a realizar un recuento de las acciones lacerantes, que se haga bien y no de una manera sesgada y favorable a una de las partes. Es necesario historiar las afirmaciones; hacer éstas fuera del contexto espacio-temporal en las que los hechos tuvieron su desarrollo es faltar a la verdad.
De los varios tópicos que Javier Moctezuma Barragán charló con los reporteros de nuestro diario, quiero también destacar el que se refiere a las manifestaciones de fe católica romana, porque entre los altos funcionarios del gobierno de Fox no ha habido de otros credos, de distintos hombres y mujeres de la clase gobernante. En la entrevista salen a relucir dos casos, el de la visita de Vicente Fox el día de su toma de posesión como Presidente de la República a la Basílica de Guadalupe y la encomienda a esta misma Virgen que de los obreros mexicanos hizo el secretario del Trabajo, Carlos Abascal. El subsecretario de Asuntos Religiosos considera que estuvo bien la visita de Fox al santuario, y agrega que "es muy positivo que la gente conozca sus creencias. El funcionario no debe tener más que una vida, no la pública o la privada". Al respecto me parece necesario subrayar que a la presencia de Fox en La Villa él mismo le dio un contenido altamente mediático, propagandístico. El párroco que estaba oficiando el 1o. de diciembre se encargó de machacar a los asistentes al templo que estaba ahí, en primera fila, un presidente guadalupano, anuncio que los medios impresos y electrónicos difundieron por todas partes. Un personaje tan consciente de los tiempos publicitarios y el manejo de los símbolos, como lo es Fox, difícilmente deja pasar la ocasión de acrecentar su popularidad y por ello decidió orar ostentosamente en vivo y a todo color en lugar de hacerlo en la intimidad como lo prescribió Jesús en el Sermón del Monte. Lo que presenciamos fue un uso político de la fe.
Por su parte la bendición a los trabajadores que impartió Carlos Abascal ("fue coloquial, no hay que olvidar que tenemos una cultura cristiana, hay expresiones que son parte de nuestra propia cultura", Javier Moctezuma dixit) quiso uniformar lo que es diverso. El secretario de Trabajo confundió las procesiones religiosas que gusta encabezar con un universo heterogéneo, en el que confluyen trabajadore(a)s que poseen distintas creencias religiosas. En esta diversidad el sector que no es católico ni guadalupano fue subsumido a la mayoría en el momento que Abascal dijo que la Guadalupana es la patrona de todos los trabajadores. Borrar la pluralidad es una de las tentaciones recurrentes de los fundamentalistas.