LUNES Ť 5 Ť FEBRERO Ť 2001 Ť

ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

ENTRE EL ARTE Y HELARTE

DIÁLOGO AL regresar a su casa un aficionado asiduo:

-ƑQué onda con los toros? -preguntó la chava.

-Todos muertos -contestó aburrido el padre.

Y SÍ, ya son muchas las tardes de la actual y de otras temporadas grandes en que por más que el gran público se anima a asistir, se ilusiona solicitando orejas y los jueces contribuyen a la falsa apoteosis concediéndolas, el espectáculo como tal nomás no despega ni trasciende, como no sea al infranivel del detallismo y la autocomplacencia.

CONCLUIDA LA época de los héroes populares y de las autoridades impopulares pero con más sentido de su responsabilidad para hacer cumplir la ley, la función taurina desciende, incontenible, al infranivel de estudio de televisión.

CON OTRA. Ante la falta de imaginación de los empresarios para ofrecer propuestas novedosas, el público aumenta su desinterés por el espectáculo y ya ni al conjuro de Eloy Cavazos ni de Miguel Espinosa, juntos, la Plaza México registra más de media entrada.

PARA ACABARLA de amolar, al empresario de la plazota se le ocurre -y la delegación Benito Juárez se lo permite, por si creía usted que en materia taurina había diferencia entre PRI, PRD y PAN- aumentar en 18%, sin previo aviso, el precio de las entradas para las corridas de aniversario.

ES DECIR, la función taurina se encarece sin que el espectáculo mejore en calidad, interés ni emoción, y como si la todopoderosa e intocable empresa bajara los precios cuando anuncia carteles modestos.

ƑY LA CORRIDA? Ah, sí, la decimosexta corrida. Bueno, pues con esto de la autorregulación, lo que manden los ganaderos a la plaza tiene la edad reglamentaria porque ellos lo dicen y la pizarra mágica de la plaza lo avala, aunque no pueda ser comprobado por los veterinarios de piedra de la Benito Juárez.

LAS RESES de Reyes Huerta podrán haber tenido cuatro, cinco o incluso ocho años de edad, pero resultaron anovilladas de presencia, en vez de toros con un trapío inobjetable. Los toros de La Soledad, con más cara, sobre todo el segundo, que correspondieron al rejoneador Andy Cartagena, contribuyeron a comprobar sus eléctricas habilidades ecuestres y un arte hípico-taurino aún en cierne.

EN SU TERCERA comparecencia en el serial, Eloy Cavazos reflejó una determinación menguada y unos recursos disminuidos, en los que su histrionismo dejó el sitio a la neurastenia.

MIGUEL ESPINOSA, con el mejor de la tarde, demostró que pudo haber sido un torerote, pero a 23 años de haber tomado alternativa requiere un toro demasiado a modo.

Y MANUEL CABALLERO, torero para toreros, profesional, pero sin mayor expresión en lo que hace, se colocó, embarcó, bajó la mano y templó, como referencia contundente de lo que ha sido, es y será el arte de torear.