Jornada Semanal, 4 de febrero del 2001

De un día a otro

Blanca Luz Pulido

El 3 de mayo de 2000, en Estados Unidos,
fue instituido el Día Nacional de la Ansiedad,
es decir, el día de los tímidos
El día de los tímidos
no ha surgido de las sombras
porque ellos se quedaron a la espera
de los quince minutos de esa fama
en escenarios vacíos
después del aplauso último
-ese que sobrevive a la marea
y se va extinguiendo
en la pena del entusiasmo inoportuno

inoportuno, impertinente,
excesivas palabras
para su ánimo leve que prefiere
el a veces, el luego, el yo quisiera...
Los tímidos miran la espalda del silencio
y el revés de las cosas,
guardándose intangibles para el mundo
mientras construyen sus propias ciudadelas
donde el miedo no avanza
y los relojes
navegan el lenguaje en otra historia
donde las cosas
no pasan como pasan
y no importa que alguien allá afuera
se olvide de los tímidos, qué bueno

qué bueno que se olvidan, siempre
es mejor saber que nadie inventa
para los tímidos el día del escenario,
así ellos pueden seguir labrando ausencias
y no explicar sus ritos, sus secretos
secretos en el umbral de las certezas
y cuántas veces sus sueños les trajeron
la pesadilla de ver el día del tímido
en grandes titulares por el cielo
el cielo que ese día en honor del tímido
nos verá salir a las calles en silencio:
para dar a los tímidos su día
callaremos en los quicios de las puertas
no diremos las palabras del encuentro
desviaremos las miradas y las voces
creceremos un centímetro hacia adentro

Entonces los tímidos
se sentirán aliviados de su sombra
y en las calles en blanca libertad
gozarán de su anónimo misterio
al menos ese día en que los relojes
renieguen de las citas
las manecillas ignoren sabiamente a Greenwich
y el segundero apunte con sueño al infinito;
entonces los tímidos podrían cambiar de nombre.

de nombre y de secreto
En realidad
no puede amanecer el día del tímido
porque después de celebrarlo
volverían a sus casas por la noche
con miedo a mirar su propia sombra
confundida en la sombra de los otros
detenida por siempre en los umbrales
que
en realidad
jamás atravesamos