El día de los tímidos
no ha surgido de las sombras
porque ellos se quedaron a la espera
de los quince minutos de esa fama
en escenarios vacíos
después del aplauso último
-ese que sobrevive a la marea
y se va extinguiendo
en la pena del entusiasmo inoportuno
inoportuno, impertinente,
excesivas palabras
para su ánimo leve que prefiere
el a veces, el luego, el yo quisiera...
Los tímidos miran la espalda
del silencio
y el revés de las cosas,
guardándose intangibles para
el mundo
mientras construyen sus propias ciudadelas
donde el miedo no avanza
y los relojes
navegan el lenguaje en otra historia
donde las cosas
no pasan como pasan
y no importa que alguien allá
afuera
se olvide de los tímidos, qué
bueno
qué bueno que se olvidan, siempre
es mejor saber que nadie inventa
para los tímidos el día
del escenario,
así ellos pueden seguir labrando
ausencias
y no explicar sus ritos, sus secretos
secretos en el umbral de las certezas
y cuántas veces sus sueños
les trajeron
la pesadilla de ver el día
del tímido
en grandes titulares por el cielo
el cielo que ese día en honor
del tímido
nos verá salir a las calles
en silencio:
para dar a los tímidos su día
callaremos en los quicios de las puertas
no diremos las palabras del encuentro
desviaremos las miradas y las voces
creceremos un centímetro hacia
adentro
Entonces los tímidos
se sentirán aliviados de su
sombra
y en las calles en blanca libertad
gozarán de su anónimo
misterio
al menos ese día en que los
relojes
renieguen de las citas
las manecillas ignoren sabiamente
a Greenwich
y el segundero apunte con sueño
al infinito;
entonces los tímidos podrían
cambiar de nombre.
de nombre y de secreto
En realidad
no puede amanecer el día del
tímido
porque después de celebrarlo
volverían a sus casas por la
noche
con miedo a mirar su propia sombra
confundida en la sombra de los otros
detenida por siempre en los umbrales
que
en realidad
jamás atravesamos |