SABADO Ť 3 Ť FEBRERO Ť 2001
Juan Arturo Brennan
El MIDEM en Cannes
Cannes, Francia. Durante los últimos días de enero se efectuó en esta ciudad de la Costa Azul la versión 2001 del MIDEM, el Mercado Internacional del Disco y las Ediciones Musicales. En principio, se trata de una gigantesca feria mundial, abierta sólo a los participantes inscritos, dedicada sobre todo al intercambio de información, productos, muestras y catálogos entre las compañías disqueras del mundo entero.
Durante el MIDEM nada se compra ni se vende, en sentido estricto, pero durante los cinco días de duración de la feria se cierran tratos verbales, se firman cartas de intención, convenios y contratos relativos sobre todo a la distribución internacional de música grabada. Como de costumbre, los espacios del MIDEM fueron copados principalmente por las multitudinarias representaciones de Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Italia, Austria, Bélgica, Canadá, Suiza, Dinamarca, Japón y España, países con poderosas y diversificadas industrias disqueras. Y conviviendo con ellos en muy desventajosa competencia, los pequeños e improbables cubículos de las compañías de Mali, Azerbaiján, Macedonia, Barbados, Islas Faroe, Malta, Andorra, Islas Comores.
Durante el MIDEM 2001 fue posible oír (que no escuchar) toda clase de música imaginable, casi siempre en medio de una desconcertante cacofonía plurifocal. Y para gran consternación de algunos de nosotros, mientras se hace evidente la paulatina disminución (al menos en términos relativos) del mercado de la música de concierto, el MIDEM de este año sirvió para constatar el auge y la hegemonía de otros géneros musicales de raíz estupidizante e intención puramente mercantil. Me apabulló especialmente el pingüe negocio que hicieron las etiquetas dedicadas a vender ese subgénero sonoro conocido como dance music. (Dejo aquí constancia de que le llamo subgénero no por un afán de precisión taxonómica, sino porque se trata de sub-música, creada por subnormales para regocijo y deleite de otros subnormales).
Además de la enorme cantidad y variedad de músicas disponibles, en el MIDEM fue notable, de nuevo, la presencia ubicua de las nuevas tecnologías en los rubros de audio, video y sistemas interactivos. En medio de todos estos interesantes asuntos musicales, sin embargo, me pareció de mayor impacto y trascendencia el hecho de que al MIDEM 2001 se presentaron muchas empresas e instituciones dedicadas a abordar, desde distintos puntos de vista, dos temas de capital importancia en el mundo musical de hoy: la piratería y los derechos de autor. Estos temas, urgentes en el corto y en el largo plazos, son los grandes dolores de cabeza de todos los participantes de la cadena alimenticia de la música, desde el compositor hasta el oyente. ƑQué se hace, qué se puede hacer en México respecto a estos dos asuntos? No mucho, por desgracia, si se considera que nuestra más importante institución de protección de derechos de autor, la famosa (o infame) SACM es el feudo personal y familiar de un antediluviano cacique, y que quienes se dedican a la piratería musical en nuestro país tienen en las autoridades e instituciones oficiales a sus mejores aliados, cómplices, colaboradores y encubridores.
En otras latitudes, al menos, hay redención posible. Una empresa estadunidense presentó un software que es capaz de encontrar a casi todos los servidores cibernéticos que distribuyen música por Internet, y localizar con qué música está lucrando cada uno de ellos, para después sugerirles sutilmente: o pagas regalías o serás demandado.
Un encuentro como el MIDEM no hace sino confirmar, finalmente, que el negocio del disco es una jungla salvaje, en la que un número creciente de productores y distribuidores se pelea furiosamente por un mercado musical que no crece al mismo ritmo. De ahí que las quiebras, fusiones, reducciones y consolidaciones de las disqueras estén a la orden del día en el mundo. Todo ello no obsta para reconocer, sin embargo, que el universo del disco es sin duda una de las vertientes más fascinantes del ámbito musical de hoy.