sabado Ť 3 Ť febrero Ť 2001

Enrique Calderón A.

La bicicleta en las ciudades modernas

Una de las cosas que primero llaman la atención cuando uno visita alguna de las ciudades de Canadá como Toronto, Montreal, Quebec o Vancouver, es el gran número de bicicletas que circulan por sus calles a toda hora, otra más son las fuentes y los jardines cubiertos de flores y, finalmente, la predilección de los y las canadienses por los autos BMW. La riqueza y el buen gusto conviven con la sencillez y el orden; claro, son ciudades pequeñas de unos cuantos millones de habitantes, pero aun así, es mucho lo que podemos aprender de ellas.

¿Cómo explicar, por ejemplo, que con tanto dinero y con climas tan duros (en Vancouver llueve de septiembre a abril todo el tiempo y en Montreal la nieve cubre la ciudad varios meses del año) hombres y mujeres de todas las edades y clases sociales prefieran transportarse en bicicleta, y sus autoridades hayan decidido ofrecer todas las facilidades viales y de seguridad para que esto suceda? Para quienes utilizan la bicicleta en México, la explicación es clara, su uso es grato y placentero, aun con los riesgos que implica; para los demás seguramente les resulta absurdo, irresponsable o irrelevante, aunque no lo es.

Al vivir en una ciudad tan compleja como la nuestra, sabemos que los recursos son escasos y que deben ser compartidos. El espacio en el que vivimos, trabajamos y nos movemos es cada vez más reducido, el agua y la energía eléctrica deben ser ahorrados; optimizar tiempo, recursos, espacio y dinero resulta indispensable en la cotidianidad urbana moderna y esto aplica sin lugar a dudas al transporte; mejorar la calidad de vida requiere que nuestro centro de actividad esté cerca de donde vivimos, que el tiempo que dedicamos a transportarnos sea el menor posible, y que lo mismo suceda con el costo de transportación, que el medio de transporte sea cómodo y seguro, que no afecte nuestra salud. Curiosamente, mucho de esto es lo que ofrece la bicicleta.

Es fácil comprobar que un auto pesa entre 100 y 200 veces lo que pesa una bicicleta y que aun en un autobús, la cantidad de acero por pasajero equivale a unas 15 veces el peso de la bicicleta, por lo que en términos conceptuales el desplazamiento en bicicleta representa un factor de reducción de unas 50 veces en el uso de energía, si bien el proceso no es del todo comparable, porque los seres humanos no requerimos gasolinas ni corriente eléctrica para funcionar, aunque seguramente esta es una meta deseable para los neoliberales.

En materia de espacio la situación es similar; en el espacio de un cajón de estacionamiento para un auto (2.40 x 5 m) se pueden estacionar 20 bicicletas y en el espacio para circular requerido por ese auto (4 x 12 = 48 m2 ), también pueden circular 20 bicicletas. Para el caso de un microbús de 18 pasajeros, el espacio requerido de movimiento es de 4 x 15 = 60m2, equivalente al espacio requerido por 24 bicicleteros. Si en cambio, al microbús le meten otros 30 pasajeros para llegar a 48, entonces sí que resulta eficiente, y esa ha sido la razón de su aparente éxito hasta ahora.

La eficiencia en el uso del espacio de transporte tiene un gran impacto en la seguridad, pero sobre todo en los tiempos requeridos para la transportación. Recientemente, los medios de comunicación informaron que durante las "horas pico", es decir, entre las 7 a.m. y las 10 a.m., la velocidad promedio de circulación es de 13 km/hora en la ciudad, con una ligera ventaja de los autos respecto a los microbuses. Para los bicicleteros, la velocidad de 18 km/hora es moderada y se logra sin mayor esfuerzo, por lo que resulta el mejor medio de transporte posible en rutas cortas (de hasta 10 km), pudiendo llegar al trabajo en menos tiempo, sin costo alguno y haciendo un ejercicio ligero. La utilización de la bicicleta para llegar a la estación más próxima del Metro, a través de ciclopistas de corta longitud y alta circulación se antoja viable, a condición de que el Metro ofrezca algún servicio de resguardo de las bicicletas; esto existe en Londres, en Amsterdam y en otras ciudades europeas.

En la ciudad de México todo esto podría ser posible siempre y cuando los habitantes y el gobierno de la ciudad se decidieran a romper los moldes culturales en los que nos hemos metido; no pretendemos que todo mundo cambie sus esquemas de transporte por bicicletas, sólo buscamos hacer real esta opción, mediante la creación de infraestructura (ciclopistas, bicipuertos y resguardos) y de normas de seguridad para quienes decidan transportarse en bicicleta. Si la idea te interesa te invitamos a participar en el paseo Parque Hundido, Insurgentes, Zócalo y Regreso, el próximo domingo 18 de febrero a las 10 a.m.