jueves Ť1Ɔ Ť febrero Ť 2001
Soledad Loaeza
Producto de exportación
En las últimas semanas el gobierno ha incurrido en numerosas contradicciones, ambigüedades y silencios en relación con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el subcomandante Marcos y su anunciada marcha a la ciudad de México. La confusión es el primer resultado de una estrategia que se empeña en tratar el tema de los zapatistas como un asunto prioritario de política exterior. Esto significa que los aspectos centrales de este asunto tan espinoso para la vida interna de un régimen político que da los primeros pasos hacia una nueva normalidad, han quedado relegados a segundo término. El zapatismo de Marcos siempre tuvo un componente de producto de exportación; ahora el gobierno ha llevado esta fórmula hasta sus últimas consecuencias: la política hacia Chiapas es sobre todo para consumo del exterior, en cambio el "mercado interno" ha sido tratado con un sorprendente descuido. El problema reside en que las relaciones entre el EZLN y el subcomandante Marcos y el gobierno federal son la sustancia de este asunto. La manera como se resuelva afectará a la vida en México y entre los mexicanos en forma significativa y no sólo su imagen.
El hecho de que la política hacia Chiapas atienda más a las expectativas de los extranjeros simpatizantes del zapatismo que a las condiciones políticas del país ha generado numerosos riesgos para la consolidación del cambio reciente. Pocos de los prozapatistas en Estados Unidos, Canadá y Europa estarían dispuestos siquiera a escuchar una discusión a propósito de la Constitución mexicana vigente; tampoco están muy al corriente del impacto de los acuerdos de San Andrés sobre otras comunidades indígenas, diferentes de las de los Altos de Chiapas. Entre los simpatizantes del EZLN en el exterior pocos tendrían paciencia para oír cómo se han construido los equilibrios políticos en México en los últimos ocho meses; de ninguna manera les preocupa que la marcha de Marcos a la capital de la República pueda alterar --si no es que devastar-- los fragilísimos pilares que sustentan la vida cotidiana en la ciudad. No han oído hablar de los problemas de seguridad en las delegaciones de Iztapalapa, Tláhuac o Milpa Alta; nadie les contó la historia del enfrentamiento de la policía con los tepiteños hace unos meses. No saben qué es la UNAM --ni les importa demasiado--y han oído hablar vagamente de que hubo una huelga larguísima. Es posible que defiendan la educación pública en abstracto, pero en concreto les da igual que haya o no universitarios en un país como México. Menos aún les interesa la opinión de los habitantes del Distrito Federal, que serán los más afectados de efectuarse la mencionada marcha. No están dispuestos a admitir que la sociedad mexicana es diversa y plural, que la expresión sociedad civil sirve a algunos para enmascarar las profundas discrepancias que han expresado los mexicanos sobre el tema chiapaneco. Sin embargo, mal haríamos en reprochar a los simpatizantes del zapatismo de Marcos en el extranjero que no sepan nada de esto. Después de todo, no viven en México ni son responsables de lo que aquí ocurra.
El argumento del gobierno para venderse con tal entusiasmo en el exterior es que la inversión extranjera y las exportaciones son la clave del crecimiento económico. Sin embargo, éstas no dependen de los simpatizantes del zapatismo que, como bien se vio durante las negociaciones del acuerdo comercial con la Unión Europea, tuvieron una influencia nula sobre las decisiones de los gobiernos involucrados. Los grupos de italianos, franceses, españoles, estadunidenses, canadienses que apoyan al EZLN pertenecen a la globalofobia que se ha manifestado contra ese mismo capital internacional del que el gobierno está tan ávido, y a éste lo que le interesa es que haya un régimen de derecho que proteja la propiedad y la libertad de comercio.
La estrategia del gobierno en relación con el EZLN es incomprensible también, porque parece ser la misma que hubiera puesto en práctica la extrema izquierda del Partido de la Revolución Democrática, de haber llegado al poder. Sin embargo, el 2 de julio pasado los electores que llevaron a Vicente Fox y al PAN al poder votaron en contra de las soluciones propuestas por el PRD en muchos terrenos --al menos así se interpretan normalmente las derrotas electorales--, entre ellos, la política hacia el zapatismo de Marcos. Como el gobierno parece más temeroso al qué dirán en el exterior que al qué dijeron los mexicanos el día de la elección, muchos ciudadanos deberán renunciar a la esperanza de que el Presidente les ofrezca lo mismo que a los visitantes de fuera que acompañarán a Marcos al Distrito Federal, que fue algo así como: "Díganme qué quieren para Chiapas y nosotros se los damos".