DE LA INTOLERANCIA A LA BARBARIE
Desde que el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) anunció su determinación de enviar una representación
de alto nivel a la ciudad de México, para impulsar la aprobación
en el Congreso de la iniciativa de derecho y cultura indígenas elaborada
por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), diversos
representantes empresariales, clericales, políticos y académicos
han pedido al gobierno federal que impida el desplazamiento de los rebeldes
e incluso que proceda a capturarlos en cuanto salgan de la denominada zona
de conflicto. Ciertamente, ayer la Cámara de Comercio del Distrito
Federal y la Confederación Patronal de la República Mexicana
(Coparmex) externaron su conformidad con el viaje de los dirigentes zapatistas.
Pero, a contrapelo de esas muestras de sensatez, ayer mismo el presidente
de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación
(Canacintra), Raúl Picard, se unió al coro autoritario y
pidió el encarcelamiento de los zapatistas en cuanto éstos
salgan de Chiapas. Quienes así se expresan han optado por despojarse
de las máscaras de civilidad que usualmente ostentan y han dejado
al descubierto el rostro de una intolerancia que llega al extremo de negar
a los rebeldes chiapanecos el ejercicio del derecho constitucional de libre
tránsito.
Por su parte, el gobernador de Querétaro, Ignacio
Loyola Vera, fue mucho más lejos: opinó, en su programa radial
Avances, que los integrantes del EZLN son "traidores a la patria y merecen
la pena de muerte". El mandatario estatal dio así un salto cualitativo
de la intolerancia a la barbarie, verbalizó una negación
rotunda de la política, externó su animadversión a
las perspectivas de la paz, incitó a la violación de los
derechos humanos y cometió una grave irresponsabilidad como gobernador,
en la medida en que su atrocidad discursiva puede suscitar la polarización
de su entidad, en la que diversas voces han manifestado su beneplácito
por la anunciada presencia, allí, de los zapatistas. De hecho, el
domingo pasado, el director de la Facultad de Filosofía de la Universidad
Autónoma de Querétaro (UAQ), Francisco Ríos Agreda,
anunció que, a pedido de varias organizaciones sociales locales,
esa casa de estudios invitará a los representantes rebeldes para
que participen en un debate sobre derechos y cultura indígenas que
habrá de realizarse en el recinto universitario.
Es necesario resaltar que actitudes represivas y brutales
como la manifestada por el gobernador queretano fueron uno de los factores
principales del alzamiento de 1994 en Chiapas: cuando el mando rebelde
afirma que "no nos dejaron otro camino" se refiere, precisamente, a todos
los intentos pacíficos, cívicos y políticos de las
comunidades indígenas por superar la opresión, la marginación
y la discriminación que han sufrido desde siempre, intentos a los
que las autoridades estatales y federales respondieron, invariablemente,
con el hostigamiento, la persecución y el asesinato.
La barbaridad expresada ayer por Loyola Vera resulta inadmisible
y agraviante no sólo porque en Querétaro --particularmente,
en la región de la Sierra Gorda-- existen pueblos indígenas
en condiciones de marginación, miseria y desamparo equiparables
a las de sus hermanos chiapanecos, sino porque incita a la aplicación,
en nuestro país, de la pena de muerte, una práctica vergonzosa
e inhumana que degrada a las sociedades y a los países que la mantienen
vigente.
Resulta por demás pertinente, en esta circunstancia,
el llamado formulado ayer por el diputado Jaime Martínez Veloz,
integrante de la Cocopa, a los militantes del Partido Acción Nacional
para que sean congruentes con las peticiones de tolerancia del presidente
Vicente Fox ante el viaje de los zapatistas, así como con las actitudes
constructivas del comisionado para la paz, Luis H. Alvarez. Por lo que
hace al gobernador queretano --también panista-- debiera, en tributo
a la decencia, ir más allá de la adhesión a Fox y
a Alvarez, y disculparse públicamente por su exhorto a la barbarie. |