MARTES Ť 30 Ť ENERO Ť 2001

Ť Héctor de Mauleón habla de su nuevo libro

El tiempo repentino recrea días climáticos del pasado siglo XX

CESAR GÜEMES

Parece un término de física cuántica. Y lo es además de ser el título del nuevo libro de Héctor de Mauleón, El tiempo repentino, cuyo subtítulo avanza su contenido: Crónicas de la ciudad de México en el siglo XX. Publicado por Cal y Arena, el volumen del periodista y escritor reúne 18 momentos en los cuales la urbe concentró su atención en un solo punto: un cometa, un estrangulador, un peleador delirante, un incendio fáustico, un ladrón que hizo honor al alias de Raffles.

-El género parecía haberse olvidado, lo que más se escribe y más se lee hoy en las diversas secciones de un diario o una revista son notas informativas, entrevistas, declaraciones al paso. ƑCuál es tu hipótesis de lo ocurrido con la crónica?

-Creo que lo sucedido fue el verano que tuvo la crónica en los años setenta y ochenta. Es un tipo de escritura que en apariencia permitía muchas libertades y eso lo llevó a distorsionarse: cualquiera con posibilidad de publicar permitía que lo excesivamente subjetivo entrara en lo que se llamó crónica a final de la década de los ochenta y ya en los noventa, imitando a Monsiváis, Poniatowska, Jaime Avilés o José Joaquín Blanco pero sin los recursos de ninguno de los cuatro. Por eso la crónica cayó en un desprestigio total, a punto de que al cierre de los años noventa ya casi nadie la practicaba con rigor y soltura, como Juan Villoro, que se dedicaba al género desde antes. En cuanto a mis intereses personales, me atrajo por las opciones literarias que admite: convertir un trabajo periodístico en un relato aderezado con investigación, juegos lingüísticos y demás posibilidades que son viables.

Revivir la ciudad y sus personajes

-Es un tipo de escritura muy local, en el mejor sentido del término, en el de orientación geográfica.

-Eso viene de la relación estrecha que tengo con la ciudad desde siempre. Tuve la suerte de crecer en Santa María la Ribera y ser educado por mi abuelo, quien me llenó siempre la imaginación con hechos del pasado. Recorríamos en largos paseos las calles y en casi todas había sucedido algo extraordinario según sus palabras. Eso me fue formando una idea mítica de la ciudad en la cual el tiempo está cerrando ciclos en todo momento, como si hubiera túneles secretos con correspondencias que no vemos pero que estallan a cada paso.

-ƑPensabas en la atemporalidad de los textos?

-No, porque sin advertirlo había comenzado a escribir el libro. La primera crónica del volumen es del 92, con la fascinación por el hallazgo de una hemeroteca muy funcional. Ahí nació el concepto de tiempo repentino, un mundo que inicia cuando abres el tomo de un diario que se publicó en 1928 y aparece de pronto una vida entera que se nos escapó. Retener acontecimientos que habían convulsionado a México en el siglo XX se fue volviendo el motor secreto del libro pero sin pensarlo, lo que hacía era una investigación periodística sobre el caso de la Miss México que en 1929 asesinó a su esposo. Esa fascinación me hizo volver a la hemeroteca para rastrear hechos que olvidamos o nunca conocimos, como el año del hambre, 1915, del cual no existía una memoria estricta. En cierto momento, ya con cuatro o cinco textos me propuse rescatar esos días climáticos del siglo que acaba de terminar y contarlos de nuevo.

-Porque no existía memoria latente de los hechos que narras en el libro, supongo que fue necesario añadirles ingredientes de interés para el lector actual.

-No más que a cualquier otro texto literario: lo primero que se debe hacer con un texto es volverlo atractivo. Tuve a mi favor la distancia del tiempo: mientras un periódico de ayer es lo más decrépito del mundo, uno de hace 50 años ya se vuelve una joya. Poder leerlo como lo leyeron en su momento sí revive ese tiempo repentino que va apareciendo. Conté con la inmediatez del diarismo para usarla como una herramienta al revivir la ciudad y sus personajes.

-ƑFue necesario inventar fragmentos de las historias para redondearlas?

-No al menos conscientemente. Cuando los diarios no me daban para profundizar en zonas de interés, recurrí a la entrevista con testigos presenciales o a la consulta bibliográfica. Revisé libros de la época que no sólo son de historia o ensayo, sino novelas relacionadas con los sucesos que narré.

-La crónica, vista así, es un túnel tiempo.

-Sólo que al revés, me fui al pasado para narrar los hechos en el presente.

(El tiempo repentino será presentado hoy, a las 19:30 horas, en el Bar Nuevo León en Michoacán y Nuevo León, colonia Condesa, con los comentarios de José Joaquín Blanco, Enrique Serna y Guillermo Fadanelli.)