Ť Se rendirá homenaje a la actriz y directora en la Cineteca Nacional
Liv Ullmann, icono del cine mundial y puente para enlazarnos con el mundo de Bergman
Ť Exhibirán su largometraje Infidelidad en la Sala Salvador Moreno Toscano
ALFONSO FLORES-DURON Y M. ESPECIAL
Londres, 29 de enero. Antes de presentar la más reciente película de Liv Ullmann, Trölosa (Infidelidad) en la Sala 1 del National Film Theatre ?algo así como la Cineteca londinense, valga la comparación?, el periodista australiano Shane Danielson comentó que al llegar a la cita, desde el automóvil que la condujo al NFT, Ullmann reparó en un poblado grupo de personas afuera del complejo fílmico y que, acorde con su dramatismo histriónico y su escandinavo pesimismo, comenzó: ''Oh, a nadie le gustó la película. La gente se está saliendo. Va a ser un desastre''. Resultaron ser cazautógrafos y uno de ellos no paraba de decirle: ''Usted es adorable, es adorable''. Al subir al escenario, tras la proyección de Trölosa, Liv enfatizó lo satisfactorio del hecho, especialmente al compararlo con lo que le sucedió días atrás cuando, en un aeropuerto, una señora se le acercó con fulminante honestidad: ''¿Es usted quien solía ser Liv Ullmann?''. Fue sólo la primera carcajada que le infligió al público durante una excepcional velada.
Su mano en el cuerpo de Bergman
El estreno mundial de Infidelidad ocurrió
durante el Festival de Cine en Cannes, en mayo del año pasado. Allí,
la crítica internacional
recibió con beneplácito la película de la noruega
nacida en Japón y establecida en Suecia, e incluso se le llegó
a considerar una sólida aspirante a la Palma de Oro. El guión
de su filme fue escrito por Ingmar Bergman basado ?como tanto le gusta
últimamente? en un pasaje autobiográfico. Su más reciente
trabajo, como directora, fue Private Lessons (Lecciones privadas),
una cinta para la televisión sueca, también en torno de un
guión de Bergman que trata un acontecimiento importante en su vida
y, de manera coincidente, abordaba el tema de la infidelidad de su madre
a su padre poco tiempo después de que el cineasta sueco naciera.
Trölosa refleja una Liv Ullmann más madura como realizadora. Sin limitarse únicamente a la estricta visualización del texto y con la seguridad suficiente para imprimir su aportación sin modificar el guión. La historia enmarca un penoso e intenso periodo de la vida de Bergman, en el que se involucró con la esposa de su mejor amigo, y reverbera los dolorosos desgarres que aquel acto suscitó. La duración es extensa ?ocupa dos horas y media de la vida del espectador (''la gente se queja como si de verdad tuviera tantas cosas que hacer. Hombre, la vida es larga'', defiende Liv)? y, como en el buen cine antiguo que ya es difícil ver, las tomas son pausadas, prolongadas, dejando que los actores digieran lo que les ocurre y que el tiempo mismo se exprese.
Con ingenio, la narración queda establecida mediante un viejo cineasta, autoexiliado en una isla (el propio Bergman, interpretado por el habitual Erland Josephson), quien preparando el material para escribir un guión, interroga en forma casi psicoanalítica a una actriz, Marianne (Lena Endre, maravillosa) ?que además comparte y complementa la voz cantante de la historia, nivelando la visión femenina. Indudable estampa de Ullmann?, que le cuenta cómo su vida fue pulverizándose después de que comenzó una relación adúltera con el cineasta, íntimo amigo de la familia, David (Krister Henriksson), el mejor camarada de su esposo.
Recurriendo a flashbacks, la historia se pasea en oleadas al pasado que revientan en un ambiguo y engañoso presente. Durante la última etapa de la trama, el viejo cineasta acude a la memoria de David ?que es él mismo? para certificar la conclusión de aquel capítulo. Todo lo anterior como una elegante forma de orear la propia memoria del viejo director desde su isla; de exorcizar los demonios que martirizan el alma de Bergman.
Todavía aturdidos por el poderoso dramatismo de la cinta, recibimos la entrada de Liv Ullmann a la sala. Quizá como un intento por equilibrar la pesadez del ambiente, Ullmann nos sorpendió con su natural y elegante manera de desplegar fino humor, siempre inteligente. La conversación más que centrarse en la cinta que acabábamos de presenciar (su proclamación de Lena Endre como la mejor actriz del planeta en el momento; la transformación de su relación laboral con Josephson, de ser su compañera a su directora; la absoluta y respetuosa distancia de Bergman durante la filmación, fueron sus únicos comentarios al respecto), obviamente proyectó la presencia de Ingmar Bergman en su vida como el eje fundamental de la charla. Tan es así, que uno de los momentos climáticos y que más carcajadas provocó, fue su crónica de aquel encuentro, durante los años setenta, entre el director sueco y Woody Allen, en Nueva York.
Mientras Ullmann trabajaba en Broadway, en una pieza teatral feminista, The Dolls House, de Ibsen ?en la que las mujeres aplaudían con rabia y vitoreaban cada frase de sus parlamentos?, Allen le insistía en la posibilidad de conocer a Bergman, quizá su inspiración más profunda, según palabras del mismo Woody. Fue tal el éxito de la obra de Ullmann que Bergman, famoso por su renuencia a abandonar su hábitat natural, y recién casado, le notificó a Ullmann su decisión de hacer un viaje relámpago a la Gran Manzana para atender su obra. Ella se lo hizo saber a Allen y éste le suplicó propiciara un encuentro entre ambos cineastas. ''¡No puedo creerlo!'', imita Ullmann a Allen.
Ullmann se lo propuso a Bergman y éste aceptó con un: ''Sera un gran placer''. Sarcástica, la noruega describe: ''En su papel de genio, Ingmar aborrece caminar por las calles o comer en lugares públicos, así que consintió en una cena en la suite de su hotel''.
Woody la recogió, después de su función teatral, en una limusina. ''El chofer usaba guantes blancos y todo. Woody es también como una especie de genio'', ironiza Liv, e insiste en el nerviosismo de Allen; una imagen familiar, supongo. Así pues, llegaron a la suite y el propio Bergman abrió la puerta. ''Deberían haber visto sus caras. Se dijeron: 'Hola, Hola' y fue todo lo que pronunciaron durante la noche. Se los juro''.
Encuentro de Ingmar con Woody Allen
Los cuatro, la nueva esposa de Bergman ?por aquellos días el ''honor'' le correspondió a Ingrid? incluida, se sentaron a la mesa. Ellos no se dirigieron la palabra en lo absoluto. Entonces Ingrid, quien normalmente no tenía permitido hablar enfrente de artistas, continúa la corrosiva Ullman, comenzó la conversación. ''Y entonces las mujeres platicábamos de cocina y lo que fuera, y cuando decíamos algo realmente tonto, los dos genios se volteaban a ver como diciendo 'Hmm, pobres mujeres'''.
Una extraña cena; ni siquiera se despidieron los cineastas, pero en la limusina, de regreso, Woody abrió la boca: ''Gracias Liv, fue una gran experiencia''.
Más tarde, al llegar Ullmann a su hotel, recibió una llamada de Ingmar: ''Gracias Liv. El es realmente especial''. Los ingleses no muy expresivos, literalmente se desbarataban de la risa. Igual sucedió durante la anécdota en la que Liv recordó su paso por Hollywood, cuando en un año filmó cuatro películas y se dio el lujo de ''tronar'' dos estudios. Estrepitosos fracasos comerciales, pero enriquecedoras experiencias vivenciales para la noruega.
Empero, también tuvo momentos de mayor seriedad ?aderezados con comentarios graciosos?, principalmente al hablar del papel del cine en nuestra vida. Como pocos realizadores hoy día, Ullmann insiste en la responsabilidad que tiene el cine como uno de los pocos medios que aún pueden influenciar a la gente, llegando a cambiar la forma en que algunos ven su vida o incluso, haciéndolos modificar algún aspecto de ella.
Y en ese sentido, la gran experiencia de asistir a un cine consiste en ver una cinta que te permita ser un participante, no aquéllas en la que tu papel se limita a la pasividad del espectador. La alusión no podía ser más clara. En último de los casos, insistió Ullmann, un filma termina siendo siempre un interesante tema de conversación.
Abandonó el recinto abrigada por la efusiva admiración de los que ahí estuvimos. No es mentira reconocer, además, que la emotividad del momento aumenta al considerar a Liv Ullmann uno de los últimos y delicados hilos que de alguna manera comunican el final de la vida de Bergman, un cineasta definitivo en la historia del cine, desde Faro hacia el mundo exterior.
Por eso, al tener de frente ese rostro que son todos aquellos ?el de Elisabeth Vogler en Persona; el de Eva Rosenberg en Vergüenza; el de Maria en Gritos y susurros; entre muchísimos otros), con los mismos ojos verdes, enormes y penetrantes, sólo que ahora insertos en una piel con elocuentes surcos; y a esa abrumadora personalidad que Liv carga en más de 1.75 m de estatura, resultaba inevitable preguntarle a boca jarro: ''¿Y qué opina Bergman del cine actual?''. Amable, con su suave y firme voz, deslizó: ''Esta muy decepcionado; no quiere saber más de él. Dice que es una prostituta''.
Aunque enemiga de ser considerada un icono, Liv Ullman dejó claro que a sus 61 años ha superado con creces las expectativas que sobre su vida pudo haber llegado a plantearse. En adelante, todo es ganancia y en caso de no tener la oportunidad de hacer nada más, aún le queda la seguridad de seguir siendo considerada un icono.
La Cineteca Nacional, en México, rendirá homenaje a la actriz y realizadora con la exhibición de su cinta Infidelidad el jueves 1 de febrero, a las 19:00 horas, en la Sala Salvador Toscano. Se contará con la presencia de la legendaria Liv Ullmann.