EL PRD ANTE LA NUEVA CIRCUNSTANCIA
En su cuarto Consejo Nacional, que terminó ayer, el
Partido de la Revolución Democrática trazó líneas
de acción orientadas a situar al instituto político en una
posición vigente y beligerante en el escenario nacional de principios
del tercer milenio. El novísimo territorio político que se
configura en México, a raíz del derrumbe del PRI en las elecciones
federales del 2 de julio del año pasado y del reciente inicio de
la primera Presidencia no priísta en más de siete décadas,
se ha traducido en una crisis de identidad y de programa para el conjunto
de las fuerzas partidarias del país, y el PRD no es la excepción.
Fundado hace doce años con los objetivos centrales
de poner fin al régimen de partido de Estado y retomar los contenidos
de justicia social abandonados por el gobierno desde tiempos de Miguel
de la Madrid, la organización surgida de la insurgencia electoral
opositora de 1988 ha reconocido ahora que el primero de esos propósitos
ha empezado a cumplirse y que la prioridad política actual es "apuntalar
el proceso de conformación y consolidación de un régimen
democrático". En esa medida, el PRD se propuso, en su cuarto Consejo
Nacional, emprender la búsqueda de alianzas electorales con Acción
Nacional, en Tabasco, Yucatán y Chiapas, a fin de enfrentar los
reductos caciquiles que el PRI mantiene en esas entidades.
Lo anterior no significa, ciertamente, y así se
ha establecido en los resolutivos del cónclave perredista, una subordinación
del partido del sol azteca al gobierno del presidente Vicente Fox. El deslinde
ante el Ejecutivo federal reside en los principios perredistas de justicia
social, los cuales, a diferencia de la exigencia fundacional de democratización
nacional, siguen tan vigentes hoy como en 1989.
Destaca, entre los diversos puntos aprobados por el cuarto
Congreso, el respaldo perredista a la lucha de los zapatistas chiapanecos
y a su anunciado viaje a la capital de la República. En esta medida,
la política de paz del PRD contrasta con las reservas, las vacilaciones
y hasta la abierta hostilidad que se expresan, en el resto de la clase
política, ante la iniciativa de los rebeldes chiapanecos de impulsar
con su presencia la aprobación, en el Congreso de la Unión,
de la iniciativa de reformas legales sobre derechos y cultura indígenas,
elaborada por la Cocopa. Y es que, a diferencia de los otros partidos,
en el del sol azteca se tiene claro que dicha aprobación ha de ser
punto de partida para reactivar el proceso de paz, y no su culminación.
Finalmente, cabe esperar que tenga éxito el empeño
de los perredistas por reconfigurar su organización como un partido
legalista y como una alternativa de poder, sin olvidar sus vínculos
de origen con los movimientos sociales, porque la institucionalidad de
la nación requiere de una formación política de izquierda
moderna, cohesionada y competitiva. |