LUNES Ť 29 Ť ENERO Ť 2001

ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

POLVOS DE AQUELLOS LODOS

DENTRO DE la necrofilia que nos cargamos, más que de una inclinación por la muerte, de una sobrevaloración de las cualidades de quien fallece y una atenuación de sus errores, a ver quién atina a elaborar una biografía de Francisco Curro Rivera, menos acaramelada desde luego que el desbocado tanbuenoqueraismo de estos días.

UN TRABAJO que sepa rescatar virtudes y realizaciones del perfectamente logrado -no malogrado- diestro, y que a la vez no oculte defectos ni abusos, evitará repetir los fallidos incensarios que variopintos admiradores han escrito sobre las otras dos figuras que con Rivera integraron la trinca infernal de los 70 y parte de los 80: Martínez y Cavazos.

PARA LOS AMANTES de las coincidencias: de los tres toreros citados, sólo queda vivo el que más cuidadoso ha sido con su forma de comer y beber, el más metódico, disciplinado y tenaz, el abstemio, pragmático y ahorrador Eloy.

Y SI BIEN las tres figuras aprovecharon cabalmente el aparato taurino que las prohijó, éste también permitió que el concepto de toro de lidia se tergiversara, anteponiendo la calidad o nobleza o docilidad, a la bravura, a la casta, a la base de la emoción en el espectáculo.

LA PRUEBA MÁS reciente de esta tergiversación del toro de lidia criado en México fue el desfile de mansos de la ganadería de Fernando de la Mora -Ƒo de la mofa?- que padecieron ayer los pacientes espectadores que casi llenan la Plaza México. Y eso que en la reventa una barrera de sombra se cotizaba hasta en tres mil pesos, no para emocionarse con la bravura, sino para divertirse con algo muy ajeno a ésta.

PERO ES precisamente ese toro descastado, bobo, manso y menso que entra y sale de la muleta como borrego en nacimiento navideño el que llegó a su máxima expresión en la época dorada de Manolo, Eloy y Curro, cuya capacidad de convocatoria y crecimiento como figuras, permitió la disminución del toro de lidia. Ya se sabe: Sube el torero, baja el toro.

LO GRAVE para la fiesta brava de México es que cuando bajaron estos toreros -su afición, sus reflejos, su celo, su capacidad de convocatoria-, los toros ya no subieron en bravura ni en edad, sino únicamente en kilos, que nada tiene que ver con lo primero.

Y AUNQUE LA gente todavía sueña con rivalidades en el ruedo o lo que se le parezca -Cavazos con El Juli, Cavazos con Ponce o Cavazos con Rivera Ordóñez, que así de arrugada está nuestra baraja-, la realidad es que en cualquier caso se requiere de una dosis suficiente de bravura en las reses que dé importancia a lo que con ellas se haga.

SI NADA O CASI nada se puede hacer, como ayer domingo en el fiasco de cartel de la decimoquinta corrida, el público se va, o mejor le brinda una sentida y prolongada ovación a las cenizas de Curro Rivera, quien les pegó un memorable baño post mortem a los alternantes.