LUNES Ť 29 Ť ENERO Ť 2001

Ť Por encima de los diestros, los pésimos novillos de Fernando de la Mora

Irreconocible, el exigente público trajo la fiesta y se llevó la tarde

Ť Nuevo fracaso de El Juli Ť Deslavada confirmación de Antonio Bricio en la México

LUMBRERA CHICO

Con un llenazo en numerados y dos terceras partes en la azotea, el público de la Plaza México lo hizo ayer todo: dio espectáculo al recibir con un emotivo aplauso de tres minutos la urna funeraria de Francisco Curro Rivera, que dio la vuelta al ruedo antes del paseíllo, sostenida por los hijos del desaparecido matador potosino. Luego, durante el desarrollo del decimoquinto festejo de la temporada menos chica 2000-2001, impartió cátedra de buen gusto, se mostró más exigente que el mejor juez y salió francamente insatisfecho.

¿Quién? El público, por supuesto. Cortés y nostálgico, sacó a saludar al tercio al decano de la pachanga taurina, Eloy Cavazos, carton-toros-el julique venía de mezclilla y oro, así como al ex niño prodigio de Madrid, Julián López, El Juli, vestido de cereza y oro igual que el tapatío Antonio Bricio, quien confirmó su alternativa con un pésimo encierro de la ganadería de Fernando de la Mora, cuyos matalotes, en todo momento, estuvieron por encima de los alternantes.

Pasó Fino, un berrendo en negro, coletero y veleto de 485 y supuestos cinco años de edad, que desde luego no tenía. Abrió plaza para que Bricio exhibiera los buenos oficios que lo ayudaron a triunfar en la pasada temporada española. Muy sobrio, procurando no perder la elegancia, el muchacho tuvo detalles con el capote mientras la res perdía la poca casta que traía de nacencia y, como después lo harían todos sus hermanos de hierro y de sangre, embistió al caballo sin recargar, defendiéndose con la cabeza alta y saliendo escupido. Ante la muleta fue claro y noble por ambos lados, pero sin un ápice de transmisión, y Bricio, que en cierto modo le estaba cuajando la faena, abrevió el trasteo, lo despachó de un pinchazo y una entera, pero no logró provocar el clímax del gentío perdiendo la que hubiera sido la única oreja de la tarde.

Con Río Dulce, de 526, sexto del sorteo, y Herrerito, de 523, que salió como regalo para aspirar al triunfo imposible, Bricio volvió a derrochar empeño pero se desdibujó ante las crecientes dificultades de sus enemigos.

No la pegó El Juli

Frío el rostro, confiado en sus juveniles facultades atléticas, El Juli saludó con verónicas en los medios a Mar de Nubes, un cárdeno cornivuelto de 524, pero volvió a equivocarse como hace 15 días, al creer que toreando a Mar de Nubes en un quite por chicuelinas, tafalleras y gaoneras se apoderaría de la multitud que ayer pagó a la reventa el dinero que le habrá de faltar hoy con tal de verlo. Con las banderillas, el madrileño erró al clavar atrás y caídos los dos primeros pares, que además llevaba prefabricados a la usanza ibérica, pero con el tercero levantó a la gente de sus asientos al correr al hilo de las tablas frente a la puerta de cuadrillas, ganar la cara con dramatismo y juntar los brazos arriba, asomándose al balcón.

A base de aguante, embarcó al novillón por el lado derecho de la muleta, planteando su rutina, pero el animal se le fue para arriba, comenzó a derrotar, y El Juli se pasó la franela a la izquierda, por donde la res le iba mejor pero le exigía mucho más valor y temple. Mientras el joven europeo tuvo presencia de ánimo ?30, 40 segundos?, consiguió de tal modo un par de estupendos naturales, pero nada le duró el ahínco. Volvió al trasteo por la derecha, apeló al tremendismo, impresionó a las almas más sensibles y... mató mal, de un pinchazo, una entera caída y un descabello. Cuando los villamelones, asombrosamente minoritarios, pedían la oreja y el prevaricador juez Heriberto Lanfranchi se aprestaba a concederla, el grueso del público guardó un silencio de plaza mayor. No obstante, el ex niño quiso robarse la vuelta al ruedo y de nuevo la exigentísima gente lo echó para atrás.

Su segundo, Marrón ?que era negro entrepelado? de 548 y también cornivuelto, en todo momento le quedó grande. Lo medio mató de un pinchazo hondo en buen sitio, y descabelló al primer golpe con certeza. Un petardo, pues.

Con secuelas de la maroma que sufrió en provincia el domingo anterior, Cavazos pasó inédito ante sus dos enemigos.